Es noticia
Los políticos y la licencia para asestarse puñaladas traperas
  1. Alma, Corazón, Vida
EXISTEN LÍNEAS ROJAS ÉTICAS QUE NO DEBERÍAN CRUZARSE

Los políticos y la licencia para asestarse puñaladas traperas

“Ojalá te vuelva el cáncer y te mueras”. Al oír estas declaraciones,  muchos ciudadanos de a pie se quedaron atónitos y sin saber qué pensar. “O

Foto: Los políticos y la licencia para asestarse puñaladas traperas
Los políticos y la licencia para asestarse puñaladas traperas

“Ojalá te vuelva el cáncer y te mueras”. Al oír estas declaraciones,  muchos ciudadanos de a pie se quedaron atónitos y sin saber qué pensar. “O nos hemos vuelto todos locos o la política se ha convertido en un juego rastrero y muy peligroso”, era el comentario más generalizado. Esperanza Aguirre llevaba semanas recibiendo por Twitter imprecaciones como ésta, y el martes, harta y muy dolida, las denunció.

Es  verdad que detrás de tanta animadversión no se ha encontrado, como en otras ocasiones, la mano de un político profesional, pero muchos ciudadanos se preguntan si la rabia contenida de ese ‘twitero’ anónimo no sería el reflejo (macabro y esperpéntico) de una clase política que ha olvidado las reglas más elementales del fair play. Vamos, que si este vecino de Madrid ha cruzado las líneas rojas de la decencia tal vez sea porque piense “si ellos lo hacen, por qué yo no”.

España no es el único país donde campa la marrullería. En Francia, los periodistas Renaud Dély y Henri Vernet acaban de publicar un polémico libro, 'Tous les coups sont permis', sobre las luchas fraticidas de los políticos galos, Giscard-Chirac, Mitterrand-Rocard, Jospin-Fabius y, por supuesto, la más famosa de todas, la que llevó a Sarkozy y Villepin a los tribunales para aclarar quién y por qué se creó una lista falsa de personalidades, en la que figuraba el propio 'Sarko', con cuentas sospechosas en la entidad financiera luxemburguesa Clearstream, y si el ex primer ministro Villepin tuvo algo que ver con aquello. Lo dicho: quien esté libre de pecado (en Europa) que tire la primera piedra.

Sin embargo, las líneas rojas existen. “No se puede atacar la vida personal ni mentir sobre la gestión política del adversario”. Así de contundente se muestra Elvira Rodríguez, ex ministra de Aznar y ex presidenta de la Asamblea de Madrid, cuando se le pregunta por los límites de la confrontación. A Rodríguez le asquea, sobre todo, la política ventajista que arrambla con la lealtad institucional. “Pero esta vez la pantomima de ETA no va a beneficiar a Rubalcaba porque la gente no es tonta. Esto ha sido amañado”, asegura indignada minutos después de hacerse público el comunicado de la banda terrorista.

Juego sucio permanente

No importan las siglas. Unos y otros, derechas e izquierdas, coinciden en que ETA ha sido el escenario de un juego sucio permanente entre el PSOE y el PP. Claro que según la ideología del político o el sociólogo interrogado el fuego cruzado viene de un lado o del otro. “Yo no pido que los gobiernos lo cuenten todo, ni mucho menos, pero la lealtad institucional entre partidos resulta imprescindible para que el juego democrático goce de buena salud”, opina Ricardo Montoro, catedrático de Sociología de la Universidad Autónoma, ex presidente del CIS con Aznar y hermano de un ministrable, Cristóbal Montoro. “Me preguntaba usted por las líneas rojas. Ésta lo es. Lealtad institucional (hacia mi partido y hacia los otros) y, por supuesto, lealtad hacia el pueblo soberano. El PSOE no debería haber hecho ninguna actuación con ETA al margen del PP. Se trata de un tema de Estado”, denuncia.

En la banda izquierda, Julián Santamaría, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, se interroga por las deslealtades de los socialistas .“Tendrá que decírmelas usted, porque yo no recuerdo ninguna”, afirma tras una larga conversación donde da buena cuenta de la manipulación que el PP ha hecho del caso Faisán, “cuestionando la honorabilidad del señor Rubalcaba”, o de la crisis económica. "Aunque yo no hablaría de juego sucio. Ésa es una palabra demasiado gruesa”, reconoce.

Otro enfrentamiento que ha hecho correr ríos de tinta es la rivalidad entre Alberto Ruiz Gallardón y la propia Esperanza Aguirre, que también tiene lecturas distintas desde la izquierda y la derecha. “De competición política”, la califican los dirigentes del PP. “Juego sucio, puro y duro”, dicen en el PSOE de Madrid, cuyo líder, Tomás Gómez, ha tenido que soportar en carne propia las invectivas de la presidenta de la comunidad. Y no sólo de ella, pues no se puede olvidar que Gómez tuvo que revalidar su liderazgo frente a Trinidad Jiménez, que contó para la ocasión con el apoyo de todo el aparato propagandístico del PSOE. Y qué decir de las zancadillas que puso el aparato de Ferraz (con Almunia a la cabeza) al candidato Borrell. Con razón decía Pío Cabanillas aquello de 'cuerpo a tierra que vienen los nuestros'.

Claro que de este rifirrafe partidista se salvan algunas personalidades “de trayectoria impecable”, en palabras de Pere Macias (CiU), como a su juicio fue la carrera política de Leopoldo Calvo Sotelo. Carlos Martínez Gorriarán (UPyD) nombra a adversarios de todos los colores, desde Mercedes Cabrera (PSOE) hasta Jaime Mayor Oreja (PP), sin olvidar a Nicolás Redondo Terreros y a su padre,  y tiene palabras de afecto para Gabriel Cisneros (PP) y para Julio Anguita (IU), “él procastrista, yo no, pero con una honradez a prueba de bomba”, opina.

Los peligros para la democracia

Envueltos en la contienda pública, los líderes son conscientes, sin embargo, de la importancia que tiene ser honrado y parecerlo. El mal ejemplo es nido de numerosas enfermedades sociales, como la desconfianza, la sospecha y la pérdida de legitimidad del sistema democrático. “La desafección ciudadana es tan antigua como la política y cuando aparece se extiende por todas las capas de la sociedad, ricos y pobres, da igual”, anuncia el catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma, José Ramón Montero, estudioso del problema. “Pero a veces no se valoran suficientemente sus consecuencias. No se trata sólo de un desinterés generalizado por la cosa pública, aunque la gente vote, porque votar es gratis, o del tan manido ‘todos los políticos son iguales’, cuando, en realidad, todos sabemos que no lo son. A mi juicio, el gran problema es que los políticos perciben que sus actos, sean cuales sean,  no serán castigados y campan a sus anchas sin meditar y preocuparse por las consecuencias de sus decisiones. Esto es muy peligroso para la democracia”, concluye.

Martínez Gorriarán (UPy D), para quien juego sucio es lo que hacen los partidos grandes con los pequeños (“¿alguien sabe cómo se financian?”), va más allá y acusa: “La gente se aleja de la política y entonces llegan los golfos”, afirma contundente.  “A nosotros nos han dicho de todo: desde que somos la marca blanca del PSOE hasta que habíamos urdido un pacto secreto con Tomás Gómez para atacar a Esperanza Aguirre ¡Con Tomás Gómez, que si nos ve por los pasillos de Asamblea de Madrid ni nos saluda…! Pero cosas como ésta, la altanería de Gómez, no son juego sucio, desde luego, sólo pequeñas mezquindades”.

Gorriarán señala con el dedo a políticos y también a los que él llama periodistas de partido: “A Rosa Díez le han llegado a acusar de ser una tránsfuga, cuando todo el mundo sabe que un tránsfuga es alguien que se va con un cargo institucional bajo el brazo, pero lo dice un periodista del PSOE y se queda tan ancho”.

La ética de los de arriba

Sin duda, la situación se ha visto agravada porque la sociedad española es demasiado tolerante con la mentira, la difamación y la corrupción. “La controversia política debe hacerse en buena lid, porque lo contrario daña la democracia y enturbia el eficaz funcionamiento de la vida social y económica”, insiste el dirigente de UPyD.  “A mi juicio, la crisis económica se ha visto afectada por tanta permisividad. Si eres tolerante con la pequeña mentira terminas siéndolo con la grande, y de ahí a la corrupción sólo hay un paso. La ética no puede ser sustituida por el derecho”.

Ricardo Montoro matiza que la corrupción no existe, “lo que conocemos son personas corruptas”, recuerda. “Me parece exagerado decir que España es un país corrupto, habiendo tantos ejemplos en el mundo. Pero si es necesario evitar el contagio, y para eso es fundamental que la ética de los de arriba sea intachable. Si los más poderosos tienen comportamientos delictivos o dudosos, el efecto piramidal será inmediato, y esa sensación de laxitud se extenderá por toda la sociedad”.

Por eso, Pere Macias (Ciu), que se niega a meter en un mismo saco a políticos y empresarios, “podremos equivocarnos una y otra vez, pero nuestro compromiso con el interés publico y nuestro voto de pobreza están fuera de toda duda”, dice a propósito de sus correligionarios,  propone la existencia de un código deontológico para los cargos públicos similar al de los médicos y los abogados “para que aquél que se salte las líneas rojas sea reprobado por sus compañeros de oficio y por los electores”.

“Ojalá te vuelva el cáncer y te mueras”. Al oír estas declaraciones,  muchos ciudadanos de a pie se quedaron atónitos y sin saber qué pensar. “O nos hemos vuelto todos locos o la política se ha convertido en un juego rastrero y muy peligroso”, era el comentario más generalizado. Esperanza Aguirre llevaba semanas recibiendo por Twitter imprecaciones como ésta, y el martes, harta y muy dolida, las denunció.