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A mí no me tires tu basura emocional
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LOS EFECTOS NEGATIVOS DE RECIBIR LAS FRUSTRACIONES AJENAS

A mí no me tires tu basura emocional

Conductores que pitan impacientes y vociferan a la primera de cambio. Clientes que se indignan y se enfurecen en cuanto algún detalle no está a su

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A mí no me tires tu basura emocional

Conductores que pitan impacientes y vociferan a la primera de cambio. Clientes que se indignan y se enfurecen en cuanto algún detalle no está a su gusto. Jefes que se descargan de forma exagerada con sus empleados. Madres que imponen el ‘orden’ a gritos en casa…

Las formas que los seres humanos han encontrado para desahogar las frustraciones, miedos, decepciones, ansiedades y rabias son muchas y muy variadas, y todos echamos mano de ellas en algún momento. Pero algunas personas lo hacen con mucha, muchísima frecuencia: son los vertedores de ‘basura emocional’.

El término lo ha acuñado el psicólogo y economista David J. Pollay, estandarte de la ‘psicología positiva’ que ha escrito un libro titulado Reciclaje emocional. Aprende a controlar tus emociones, en el que analiza cómo y porqué muchas veces las personas ‘inocentes’ se convierten en receptoras de la basura emocional de otras.

El conductor agresivo que acosa y abronca por un inocente despiste, por ejemplo, lo que está haciendo es verter su ira sobre un peatón inocente. Eso provoca que, seguramente, ese viandante llegue a la oficina con un humor de perros y le ‘pase’ su enfado al primero que se cruce en el pasillo. En una suerte de círculo vicioso de emociones negativas, los seres humanos vamos pasándonos unos a otros la pelota del mal rollo.

Sonreír y dejarlo pasar

Pero no es obligatorio recogerla. Pollay explica a El Confidencial que lo más aconsejable es evitar esa basura emocional, ignorarla. Es algo “tan sencillo como aplicar la Ley del Reciclaje Emocional: sonreír, saludar, y dejar que se vaya”, expone. Recibir, por ejemplo, un mal comentario con una amplia sonrisa e ignorarlo sin que nos manche. Limitarse a emitir un cumplido “ahá” cuando el compañero de turno, el perfecto camión de basura emocional, se dedique a destripar a toda la plantilla durante la comida.

Saber identificar a los vertedores es en realidad muy fácil. Polley asegura que cuando la gente empieza a leer su libro tiende a pensar “es verdad, mi amigo Fulano es de éstos, y mi vecino del 5º también…” Pero, continúa, según van avanzando a lo largo de los treinta y seis capítulos, los lectores se van dando cuenta de cómo ellos mismos actúan así algunas veces.

Y para facilitar ese proceso, el autor incluye en su libro un listado de conductas propias de vertedores: estar siempre a la defensiva, no hablar de otra cosa si ocurre una desgracia, ser impuntual, ser reticente a pedir perdón, gritar con frecuencia, no escuchar las anécdotas agradables de otras personas, criticar con más frecuencia de la que se elogia o ser excesivamente sarcástico son algunos de los síntomas de quienes descargan su energía negativa sobre otros.

Y es que “todos somos vertedores de basura emocional”, asegura Polley. Lo somos incluso con nosotros mismos cuando nos recreamos en el rencor, en la venganza o en el arrepentimiento. Pensamientos como “no debía de haberlo hecho” o “te vas a enterar” son pura basura emocional que nos echamos encima una y otra vez y que debemos aprender a desviar.

“En la memoria almacenamos recuerdos de todos los que alguna vez nos han herido, avergonzado, insultado, frustrado o decepcionado”, explica el autor, “y cada vez que volvemos a ellos estamos fortaleciéndolos”. Por eso, cuando aparezcan, lo recomendable es aplicar la ley del reciclaje emocional y “sonreír, saludarles, desearles suerte y seguir adelante”, sentencia Polley.

Y es que de nada sirve almacenar y acumular recuerdos negativos y recrearse en ellos como si se un síndrome de Diógenes de la negatividad se tratara. Tampoco resulta nada útil seguir prestando atención a esos camiones potenciales que se acercan para descargar sus malos rollos.

El problema surge cuando alguien muy cercano, una madre, una pareja, un amigo, es un auténtico vertedor emocional. Para casos extremos Polley recomienda centrarse más bien en las cosas positivas de ese vertedor y aprovechar un momento de buen humor para hacerle ver que esa actitud es mucho más sana. “Hay que resaltar sus cosas buenas y hacerles ver lo bien que nos encontramos con ellos cuando no están soltando energía negativa, sino positiva”, recalca.

Conductores que pitan impacientes y vociferan a la primera de cambio. Clientes que se indignan y se enfurecen en cuanto algún detalle no está a su gusto. Jefes que se descargan de forma exagerada con sus empleados. Madres que imponen el ‘orden’ a gritos en casa…