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España debería aprender a divorciarse
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ESTAMOS CREANDO UNA GENERACIÓN TRAUMATIZADA

España debería aprender a divorciarse

En España no existe una cultura del divorcio, lo que trae consigo consecuencias devastadoras para el alto porcentaje de población que cada año decide dar por

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España debería aprender a divorciarse

En España no existe una cultura del divorcio, lo que trae consigo consecuencias devastadoras para el alto porcentaje de población que cada año decide dar por finalizado su matrimonio y, sobre todo, para sus hijos. Y es que sin darnos cuenta estamos creando una generación traumatizada porque los niños sufren los errores de sus padres: ansiedad, deseos de venganza, rencor…

Porque los españoles nos tomamos los divorcios “muy a la tremenda”, como si fuera “una ofensa personal”, en opinión de la psicóloga Sagrario Yárnoz. Para poder superar las malas praxis en lo que a separaciones sentimentales se refiere, Yárnoz ha impulsado desde la Universidad del País Vasco un postgrado en Divorcio dirigido a profesionales (psicólogos, abogados, mediadores) con la idea de implantar una rutina multidisciplinar que ayude a empezar a considerar el divorcio como lo que es, un trámite duro pero que no debe enquistarse.

“Hay vida más allá del divorcio y debemos a nuestros hijos (y a nosotros mismos) un esfuerzo para llevarlo lo mejor posible”, defiende Yárnoz. Para ello, es necesario, lo primero, saber reconocer y asumir el motivo por el cual la relación se ha roto. “Si somos capaces de comprenderlo y de explicárselo a los demás todo será mucho más llevadero”.

Y en eso no importa demasiado si se es el que deja o el dejado. Ambos sufren, eso es innegable, aunque sí es posible que quien decide poner fin a la relación seguramente haya sufrido antes y que el sorprendido lo pase peor, lógicamente, después de conocer la noticia. Pero es responsabilidad de ambos mantener a raya los sentimientos negativos que suelen surgir: la ira, el deseo de venganza…

El perdón, decisivo

La pena, obviamente, siempre va a estar presente, pero es fundamental perdonar para poder pasar página y vivir en adelante una vida más plena y tranquila. Lejos de eso, la mayoría de los divorciados españoles (aunque no se puede generalizar) tiende a intentar ‘fastidiar’ a su ex cónyuge. “Es como cuando se muere algún ser cercano, esa persona se ha ido de tu vida pero no estás pensando ‘me las vas a pagar por abandonarme’ continuamente. Pues así deberíamos sentir el divorcio”, explica Yárnoz.

Sobre todo si hay hijos. Si no los hay, no existe ningún problema en que la pareja decida no volver a tener contacto y que cada uno pueda reanudar su vida por su cuenta, pero si hay una familia en medio eso no es posible. Y lo que no puede ser es que los hijos sean los receptores de la agresividad, la rabia y la ira de sus padres, que a veces llegan incluso a utilizarlos para hacer daño al ex. “Lo que deberíamos pensar es que no puedo hacerle a mi hijo la faena de desvalorizar a su padre (o a su madre) porque me haya hecho daño a mí”, continúa la especialista.

En España, la primera reacción que tiene alguien cuando decide divorciarse es llamar a un abogado, un claro síntoma de que no reaccionamos como deberíamos ante este conflicto que pasa de lo sentimental a lo económico. Lo ideal sería pensar ‘¿cómo vamos a organizarnos ahora?’ en lugar de pensar ¿cómo puedes hacerme esto? Lo más sano es asumir el cambio con toda la deportividad posible y facilitar una nueva estructura en la que los niños estén a gusto y en la que los padres también se sientan lo más cómodos posible.

Los padres marcan la pauta emocional

Además, es necesario tener en cuenta que la forma en que reaccionan los padres determina la forma en que los hijos vivirán la separación. Si es un largo proceso de lágrimas, gritos y frustraciones, será verdaderamente traumático para ellos. Si, por el contrario, los adultos son capaces de asumirlo y, aunque sientan pena, de actuar de forma civilizada y con respeto, los niños afrontarán mejor la situación.

Para ello es necesario que los profesionales implicados en los procesos de divorcio promuevan este tipo de actitudes, porque “otra forma de organizar el divorcio no sólo es posible, sino necesaria”, como asegura Yarnoz.

Por eso ha puesto en marcha este postgrado para que los especialistas aprendan a trasladar a sus clientes un modelo de separación más civilizado y evitar, de esta forma, crear una generación traumatizada por los divorcios mal llevados de sus padres.

En España no existe una cultura del divorcio, lo que trae consigo consecuencias devastadoras para el alto porcentaje de población que cada año decide dar por finalizado su matrimonio y, sobre todo, para sus hijos. Y es que sin darnos cuenta estamos creando una generación traumatizada porque los niños sufren los errores de sus padres: ansiedad, deseos de venganza, rencor…

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