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A ver si prohíben la lectura
  1. Alma, Corazón, Vida
LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN FAVORECEN EL AUMENTO DE LA IGNORANCIA

A ver si prohíben la lectura

En este país no hay ministro de cultura ni intelectual que se precie que no elogie los beneficios de la lectura. Es una obviedad tan socorrida,

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A ver si prohíben la lectura

En este país no hay ministro de cultura ni intelectual que se precie que no elogie los beneficios de la lectura. Es una obviedad tan socorrida, y con tan escasos efectos en el universo de los no lectores, que casi estamos tentados de sugerirles a las autoridades que prohíban leer, a ver si de ese modo despiertan la curiosidad de los niños y de los jóvenes hacia los libros.

El elogio de la lectura se ha convertido en un lugar común, manido, ese tipo de eslóganes que dejan de ser escuchados porque casan perfectamente con lo políticamente correcto, pero pocas veces son acompañados por políticas de fomento de la lectura eficaces.

En Cartagena, Murcia, la Concejalía de juventud lleva adelante desde 2004, ampliando año tras año su campo de acción, un ambicioso plan de fomento de la lectura entre escolares y jóvenes que pone a leer cada año a más de 3.000 alumnos, en grupos de seis, conducidos por profesores voluntarios. Los jóvenes leen tres novelas escritas originalmente en español y votan a sus preferidas. ¿Se imaginan? Se trata de los Premios Mandarache. En ellos, cada año, los jóvenes lectores se reúnen con los escritores de las novelas que están leyendo y votan la que consideran la mejor durante el mes de mayo. El proyecto cuenta con la admiración de quienes lo conocen… y el desconocimiento de la mayor parte de las instituciones y de los medios de comunicación.

Traigo a colación este ejemplo para dar cuenta del fenómeno de la espectacularización de la cultura. Como sabe todo el mundo, basta con que unos payasos repartan libros en la playa o un funambulista lea unas líneas colgado de lo alto de su alambre para que la prensa se reúna en torno y loe una acción que, por más que se refiera a los libros, es puntual y concreta, y que termina cuando se retiran los focos. Los proyectos de largo alcance y calado, por el contrario, son silenciosos, laboriosos, se prolongan durante años, se basan en el trabajo de muchos seres anónimos y son ninguneados sistemáticamente por los medios. Son estos proyectos, sin embargo, los que consiguen ampliar el número de lectores, acercar a los jóvenes a los autores y a sus libros, incentivar la crítica y el comentario sobre literatura entre los alumnos.

Los profesores participan por decenas y donan gratuitamente su tiempo por las tardes (fuera del horario escolar), en largas reuniones que deciden las novelas que entrarán a concursar y los pormenores de un proyecto delicado y minucioso. Nadie les paga nada por hacerlo. Para sus alumnos son un ejemplo de entrega y dedicación, de amor a la enseñanza y de entusiasmo lector, que es la mejor forma de transmitir el gusto por los libros. No buscan ningún reconocimiento, sino el placer discreto de escuchar un comentario inteligente de parte de un alumno, una discusión acalorada entre los chicos a propósito de sus novelas favoritas.

Otro apunte más. Hace un par de semanas de celebró en Madrid el encuentro Maneras de leer. Encuentro de buenas prácticas lectoras, que reunió a más de 150 bibliotecarios, gestores y profesores para intentar  dar visibilidad a las acciones que, en torno a la lectura, se llevan a cabo en centros docentes y bibliotecas públicas. El encuentro intercambió experiencias de fomento de la lectura durante dos días y no motivó ni una línea en los medios de comunicación. Los mismos que se atropellan para sacar la foto del funambulista lector. Está claro que el esfuerzo de sus organizadores por dar visibilidad a las acciones en torno a la lectura nació frustrado, chocó con este mal de la cultura-espectáculo, que expele a las sombras de lo no contado todo lo que no sea fuegos de artificio.

Las noticias culturales se resisten a acercarse al elemento simbólico de la cultura, a su vocación de hacer pensar, a su esencia procesual (que comporta tiempo, explicación, demora), y subrayan su aspecto imaginario y puntual, insistiendo así en aquello que pretenden paliar: el aumento de la ignorancia.  Como bien sabe todo publicista, si queremos hacer visible un proyecto es necesario dar una imagen de él brillante, una imagen de cultura-espectáculo que lo deteriora, o, directamente deja fuera del foco a aquellos que se resisten a la propaganda simplista. Lástima.

Nuestra población lectora crecería si, de nuevo, la lectura fuese un ideal destacado por los medios de comunicación de masas, si se diera voz a quienes se esfuerzan por fomentarla todos los días, si en cada periodista contásemos con un agente que, en lugar de preguntar al personaje entrevistado (pongo un ejemplo), de qué equipo de futbol es hincha, lo hiciese por el libro que está leyendo.

*Lola López Mondéjar es psicóloga y escritora.

En este país no hay ministro de cultura ni intelectual que se precie que no elogie los beneficios de la lectura. Es una obviedad tan socorrida, y con tan escasos efectos en el universo de los no lectores, que casi estamos tentados de sugerirles a las autoridades que prohíban leer, a ver si de ese modo despiertan la curiosidad de los niños y de los jóvenes hacia los libros.