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“Mientras vivas aquí, respetas nuestras normas”
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UNA NUEVA CONFLICTIVIDAD: LA CONVIVENCIA EN EL HOGAR CON HIJOS ADULTOS

“Mientras vivas aquí, respetas nuestras normas”

“Ya no puedes decirles ‘tienes que venir a esta hora a casa’ ni tampoco que tal o cual amigo no les conviene. No puedes darles órdenes,

Foto: “Mientras vivas aquí, respetas nuestras normas”
“Mientras vivas aquí, respetas nuestras normas”

“Ya no puedes decirles ‘tienes que venir a esta hora a casa’ ni tampoco que tal o cual amigo no les conviene. No puedes darles órdenes, pero viven en tu casa como si estuvieran en un hotel a pensión completa”. Así lo afirma María José Rodrigo, investigadora de la Universidad de La Laguna, quien ha publicado, junto con Beatriz Rodríguez, el estudio El nido repleto: la resolución de conflictos familiares cuando los hijos mayores se quedan en el hogar”, en el que  han realizado un seguimiento de la convivencia de familias biparentales con hijos mayores de edad.

Para Rodrigo, lo más peculiar de este contexto es que señala inequívocamente que estamos ante una edad nueva. Igual que “la adolescencia se ha alargado (comienza antes y termina después)” también la edad adulta vive una moratoria social, llegando a un estadio emergente en el que los adultos ya no son adolescentes pero tampoco adultos, porque no se han independizado. “Los viejos marcadores sociales no funcionan, lo que provoca desconcierto en la vida de las familias. Antes era el síndrome típico era el del nido vacío, y ahora lo es el del nido repleto”.

Esa desorientación creciente se agrava en la medida que es la primera vez que este fenómeno se da. Quienes hoy conviven en su hogar con hijos con 20  o más años se marcharon pronto de casa. En la Transición, apunta Rodrigo, la incorporación a la vida adulta, se producía a los 20 años, “con lo cual no han pasado por situaciones similares que les ofrezcan alguna experiencia sobre cómo gestionar la situación”.

Esa falta de recursos para abordar la convivencia se traduce en una conflictividad novedosa, que ya no es la de la adolescencia, pero que conserva algunos de sus rasgos. “Se plantean problemas de normas, de reparto de tareas domésticas y de compaginar la autonomía de los hijos, que entran y salen cuando quieren, con la convivencia familiar. Se entra en una etapa de relaciones más horizontales, donde la autoridad paterna no se puede hacer valer mediante la simple obediencia. “Es frecuente encontrar padres que terminan quemados, y que recurren al “mientras vivas aquí, cumples las reglas de esta casa”.

Arriconar a los padres en una esquina

Los problemas que causa esta situación se agravan en la medida en que ninguna de las dos partes de la relación puede sentirse cómoda. Los jóvenes siguen teniendo un problema de identidad, ya que por más que sean biológicamente adultos, se encuentran con un escenario de opciones vitales imprecisas, en el que aún no tienen claros sus puntos de vista sobre la vida el amor o el trabajo. Los padres, por su parte, suelen verse bastante afectados por las dificultades que atraviesan sus hijos, ya que  viven mal su falta de alternativas laborales y no aciertan a entrever cuándo les llegará la posibilidad de forjarse un futuro estable.

Eso hace que se alteren las relaciones familiares, en ocasiones para mal. En el extremo, señala Rodrigo, “están esos hijos que exigen lo indecible, que imponen el miedo en la casa y que arrinconan a los padres en una esquina”. Estos casos de maltrato no son los más frecuentes, pero sí forman parte de un contexto paradójico de conflictos. Por una parte, tienen una vertiente positiva, ya que la mayoría de los desencuentros “son una oportunidad para el cambio, para reflexionar y para establecer nuevas formas de comunicarse”. En otro sentido, ha  de apuntarse que el esfuerzo de entendimiento no siempre es común: “es frecuente que los padres traten de entender el punto de vista de los hijos, pero no lo es tanto a la inversa. Hay hijos que siguen queriendo dominar y salirse con la suya, lo cual implica una notable inmadurez en un momento de su vida en que deberían ser capaces de comprender mejor los puntos de vista de sus mayores”.

En el lado positivo decrece el uso de emociones negativas “y no son ya tan habituales como en la adolescencia los portazos, los gritos y el chantaje emocional”. También se da una mayor igualdad de género en la familia. A edades más tempranas, se exige más en el hogar a las hijas pero en esta etapa, “quizá porque las chicas dicen hasta aquí hemos llegado”, se da una mayor igualdad.

Sin embargo, deben evitarse las lecturas que ven esta convivencia como una situación cómoda para unos hijos que hacen lo que quieren y que viven sin asumir responsabilidades, máxime cuando el aplazamiento del matrimonio y de la paternidad no implica un retraso en la sexualidad (se lleven o no las parejas a su habitación)”. Para Rodrigo, “los chicos que viven esta tesitura no tienen un marco seguro al que agarrarse. No es plato de gusto tener que hacer un tercer master  para conseguir un trabajo que no te va a dar una posición sólida en la vida. Su inestabilidad es muy grande, y más ahora con la crisis económica”.

“Ya no puedes decirles ‘tienes que venir a esta hora a casa’ ni tampoco que tal o cual amigo no les conviene. No puedes darles órdenes, pero viven en tu casa como si estuvieran en un hotel a pensión completa”. Así lo afirma María José Rodrigo, investigadora de la Universidad de La Laguna, quien ha publicado, junto con Beatriz Rodríguez, el estudio El nido repleto: la resolución de conflictos familiares cuando los hijos mayores se quedan en el hogar”, en el que  han realizado un seguimiento de la convivencia de familias biparentales con hijos mayores de edad.