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¿Y qué tal llevas al jefe?
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¿Y qué tal llevas al jefe?

Dicen que la mayoría de las personas que cambian de trabajo no están dejando a la empresa, sino sobre todo a su jefe. Raro es el

Dicen que la mayoría de las personas que cambian de trabajo no están dejando a la empresa, sino sobre todo a su jefe. Raro es el que no se queja nunca de su jefe, y bastantes los que se quejan a todas horas. Por ello ‘gestionar al jefe’ se convierte en una habilidad crítica para todo directivo.

Tener un jefe que no se equivoque nunca es tener un auténtico tesoro, y como tal, es una suerte que se disfruta a ratos cortos en la vida. Pero independientemente de su competencia técnica o su visión estratégica, sigue siendo un factor crítico para cualquier reto que enfrentes.

Para empezar tu jefe tiene acceso a detalles informativos y foros de decisión a los que tú no llegas. Los cotilleos alrededor del documento oficial del plan estratégico nunca llegan por escrito, y sólo pueden llegarte si tienes aliados que sí estén incluidos en esas reuniones ‘ahí arriba’. Esos cotilleos que delatan quién apostará por el proyecto con todas sus fuerzas, quién se opondrá con otra iniciativa y quién se mantendrá en un discreto segundo plano. Saber estos detalles te permitirá plantear y ejecutar gestiones de modo más efectivo.

Para seguir tu jefe también actúa como filtro de información de abajo hacia arriba. Si confía en ti puede darte visibilidad, transmitir tus logros y puntos fuertes a los demás superiores con los que interactúa. Tu jefe es crítico además para desbloquear barreras que tú no puedes mover a tu nivel, puesto que una comida amable entre jefes puede ahorrar muchas reuniones tensas e infructuosas a niveles jerárquicos inferiores.

De modo que estar alineado con tu jefe es una fuente de ventajas en muchos sentidos, y redunda claramente en mejores resultados para tus proyectos y los de la organización que diriges. ¿Cómo mejorar la relación?

El primer escalón para mejorar tu relación con tu jefe está en alinear los estilos de trabajo y comunicación. Contarle las cosas a tu jefe como a él le gusta escucharlas y no como a ti te gusta decirlas. ¿Prefiere el correo electrónico o el cara a cara? ¿Qué nivel de detalle prefiere recibir? ¿Qué capacidad de atención tiene para ti y cómo aprovechas esos espacios al máximo?

El segundo escalón es más difícil: tiene que ver con aceptar sus debilidades y jugar con sus puntos fuertes. Los jefes no son perfectos, son individuos como tú y como yo, pero sus debilidades se ven mucho mejor desde abajo que desde cualquier otro lugar. Saber hasta dónde llega tu jefe y aceptar lo que no puede o no quiere hacer es la medida más eficiente para optimizar tu rendimiento. No pierdas tiempo ni energía en enfadarte con él o ella.

Soltar el bucle emocional que nos lleva a discutir o desmotivarnos con nuestros jefes es, sin embargo, bastante difícil. El motivo es que nuestros jefes representan la autoridad en nuestras vidas, al menos en lo laboral, y nos salen todas las trifulcas que quedaron pendientes con las primeras figuras de autoridad que conocimos en la vida: nuestros padres. Si te encuentras a ti mismo reaccionando en exceso a lo que hace o deja de hacer tu jefe, y no es la primera vez que ocurre, pregúntate si tiene algún parecido con las figuras de autoridad de tu niñez. Reflexiona sobre el parecido que han tenido los jefes de tu vida con tu padre por un lado, y con tu madre por otro. A ver si encuentras paralelismos entre los jefes buenos y malos y tu preferencia por tu padre o tu madre.

El tercer escalón pasa por el esfuerzo proactivo de mejorar la relación: la conversación franca sobre lo que no funciona y cómo se puede mejorar. Enfocar esta discusión cuando estás atrapado por emociones excesivas o durante la evaluación de final de año no es la mejor idea. Mientras tengas emociones desproporcionadas que en realidad no tienen que ver con tu jefe, no podrás nunca ser justo en tus reacciones con él o ella. Y las evaluaciones de final de año suelen estar ligadas a negociaciones sobre subidas salariales o promociones, por lo que lo ideal es haber trabajado sobre la relación bastante antes.

Si nada de lo anterior funciona, la mejor opción es buscarse un cambio lateral hacia otro jefe u otra empresa. Y estos movimientos requieren una planificación cuidadosa.

Ahora que viene el verano, reflexiona sobre tu relación con tu jefe y busca a ver cómo mejorarla. El principal interesado eres tú.

 

 

 

 

Dicen que la mayoría de las personas que cambian de trabajo no están dejando a la empresa, sino sobre todo a su jefe. Raro es el que no se queja nunca de su jefe, y bastantes los que se quejan a todas horas. Por ello ‘gestionar al jefe’ se convierte en una habilidad crítica para todo directivo.

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