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Cegueras empresariales
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Cegueras empresariales

Todos tenemos puntos ciegos en nuestra mirada sobre los negocios, y en especial sobre nosotros mismos. Es lo que permite que cien personas saquen cien lecturas

Todos tenemos puntos ciegos en nuestra mirada sobre los negocios, y en especial sobre nosotros mismos. Es lo que permite que cien personas saquen cien lecturas diferentes de un mismo artículo o evento. Cada uno interpreta los datos según sus propios esquemas cognitivos. ¿Pero quién tiene razón?

Yo suelo definir el liderazgo como la capacidad de identificar las oportunidades del contexto que los demás aún no ven, y de movilizar los recursos necesarios para aprovecharlas antes que cualquier otro. Tener puntos ciegos en la mirada estratégica supone llegar tarde, o peor, equivocarse del todo.

Convertirse en líder, por tanto, exige una inversión permanente en la limpieza de los puntos ciegos que empañan la propia mirada. Y pensar que uno se libra de esta tarea es estar ciego del todo. Los esquemas cognitivos que se desarrollan en el cerebro humano desde el nacimiento generan sombras a la vez que aportan conocimiento. Para aprender a ser financiero o ingeniero, uno renuncia a ver el mundo de modos más creativos, por ejemplo. Eso sí, una vez que decidimos ponerle remedio, es todo cuestión de esfuerzo y tenacidad.

El primer mecanismo para identificar creencias erróneas o faltas de atención es precisamente la reflexión y la observación del propio comportamiento. Se trata de dar vida a un observador dentro de nosotros mismos que se mantiene alerta frente a los errores repetidos. Porque la repetición de errores es el síntoma más claro de que hay un punto de ceguera por detectar.

Guardar un cuaderno o diario y ratos regulares de reflexión son el modo más rápido de desarrollar este nuevo observador de nosotros mismos. Cuidado con la tentación de convertir al observador en policía, juez o maestro criticón. El enjuiciamiento aporta bastante poco. Lo que aporta es la concienciación. La detección del patrón que se repite en diferentes momentos, situaciones y compañías. Vernos repetir nuestros errores es el primer paso para elegir respuestas alternativas.

El segundo mecanismo es el llamado ‘feedback’ en inglés, o retroalimentación en castellano. Se trata de conseguir visiones externas sobre nuestra forma de actuar. La mayoría de nosotros tiene muchas prisas por aportar ‘feedback’ a la gente que nos irrita, y teme en cambio recibir una evaluación negativa o una recriminación. Y sin embargo aprendemos más cuando lo recibimos que cuando lo damos.

Pedir a los demás que nos describan su visión de nosotros, de nuestra actuación en una reunión o del modo en el que hemos redactado un informe, es el modo más rápido de detectar nuestras propios puntos ciegos. Esos agujeros que quedan entre lo que vimos o percibimos nosotros y lo que percibieron los demás.

Naturalmente los demás también tienen sus propias cegueras, empezando por las derivadas de sus propios intereses. Pedirle su perspectiva al director de compras, por ejemplo, después de haberle denegado el presupuesto para el proyecto que tanto quería, no dará información muy útil. Al menos hasta que se le pase el disgusto. Por eso conviene pedir perspectivas a varias personas en posiciones diferentes. Y luego se buscan los patrones, los comentarios parecidos y los puntos débiles que se repiten en la mirada de amigos, familiares y colegas.

Los resultados no tardan en llegar. De repente uno detecta sutilezas en las conversaciones que antes no veía. Gestos que se le escapaban y comentarios que menospreciaba. Incluso el aprecio y opinión que se tiene de amigos y colaboradores evoluciona: algunos pasan de ser irrelevantes a ser muy interesantes y otros dejan de tener interés alguno. El cambio no está en ellos, sino en uno mismo.

Las cegueras que tiñen las interacciones en el uno a uno también oscurecen la lectura de datos, el análisis de los balances financieros y la interpretación que uno hace de los periódicos. ¿Cómo no van a hacerlo? Es el mismo cerebro con los mismos vicios el que analiza e interpreta.

Aunque el liderazgo nos hace pensar a menudo en grandes figuras mediáticas, todos estamos llamados a hacernos responsables de situaciones en el trabajo, en la familia y con los amigos. De ahí que limpiar nuestras cegueras de hoy sea la mejor inversión para llevar a los nuestros al éxito en el futuro.

Todos tenemos puntos ciegos en nuestra mirada sobre los negocios, y en especial sobre nosotros mismos. Es lo que permite que cien personas saquen cien lecturas diferentes de un mismo artículo o evento. Cada uno interpreta los datos según sus propios esquemas cognitivos. ¿Pero quién tiene razón?

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