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De elefantes nacionales a hormigas internacionales
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De elefantes nacionales a hormigas internacionales

Parte del problema que enfrentan muchas empresas españolas en estos momentos es el paso de elefantes nacionales a hormigas internacionales. La internacionalización de nuestros negocios nos

Parte del problema que enfrentan muchas empresas españolas en estos momentos es el paso de elefantes nacionales a hormigas internacionales. La internacionalización de nuestros negocios nos plantea varios interrogantes y cambios de mentalidad que debemos realizar con rapidez y agilidad.

Lo primero a perder es el complejo de importancia: el derecho a ser recibido con flores y la presunción de superioridad alimentada por una trayectoria profesional en la cima del mercado. Puede parecer algo fácil desde fuera, pero para muchos directivos y empresarios, el trato privilegiado era un gran motivador. Incluso era una adicción para aquellos que dudaban de su propia valía cuando no se les hacía la ola.

Una vez que uno se quita la armadura de importancia empieza el análisis de las debilidades y deficiencias consentidas. Los michelines que uno ha ignorado alegremente porque no se veían desde fuera. El saber popular dice que el dinero tapa los problemas, y muchas empresas españolas eran rentables a pesar de hacer las cosas de modo deficiente.

Si vamos a competir a nivel internacional ya no podemos darnos una relevancia global que no nos hemos ganado y tampoco podemos seguir cometiendo errores que nuestros nuevos competidores superan. Aprender inglés, modernizar de una vez los sistemas informáticos que estábamos dejando para mañana, estandarizar procesos que nadie seguía y profesionalizar la gestión comercial son áreas típicas de mejora que no se veían cuando las vacas eran gordas.

Pero probablemente lo más difícil de ser hormiguita internacional es convivir con la sensación de fragilidad cotidiana que no experimentábamos como elefantes. Tanto a nivel individual como a nivel de la cultura organizativa que alimentamos a diario.

Y es que el espíritu emprendedor requiere una fortísima confianza en lo que uno está haciendo y en la probabilidad de que funcione. Todos los emprendedores que lanzan nuevos negocios o desarrollan productos y servicios en nuevos mercados tienen una convicción inquebrantable de que lo que están haciendo funcionará. Y tienen mecanismos de reposición cada vez que les entra la duda. Sin este sentimiento de optimismo y esperanza es muy difícil ser hormiga en los nuevos mercados.

La hormiguita internacional tiene que neutralizar sus dudas, gestionar activamente sus niveles de ansiedad y agarrarse a una visión optimista por encima de todo. Tanto a nivel individual como a nivel del ambiente organizativo.

A nivel individual se trata de cuestionar mucho las interpretaciones negativas que uno mismo se hace. Como ya discutimos en otra columna, la mente se convierte en el peor enemigo cuando hace preguntas sobre el futuro que no tienen respuesta. Gestionar la ansiedad requiere identificar actividades relajantes y estudiar técnicas de relajación. Fabricarse una visión positiva convincente es también clave: desde tener un plan B positivo por si el plan actual falla hasta formular un mantra o pensamiento positivo que se repite con frecuencia.

Pero la organización también requiere estas mismas soluciones, puesto que si el director deja que la mente colectiva navegue a su antojo, puede encontrarse en cualquier momento con los productos del miedo y la desmotivación: malos rollos, baja productividad impulsada por las dudas e incluso desapariciones en combate de los empleados que tiren la toalla.

Aquí es donde un buen plan de comunicación alimenta el alma organizativa, siempre que la clase directiva practique lo que se predica. Las líneas de la estrategia comunicativa son exactamente las mismas: deben partir de una visión de negocio sencilla, creíble y optimista, ofreciendo argumentos acordes para neutralizar las dudas y aplicando un ritmo comunicativo a la medida de los niveles de ansiedad que se registren cada día.

Ser hormiga después de haber sido elefante es ciertamente un trago difícil para cualquier empresario y sus seguidores. Pero si uno enfoca sus energías en construir una confianza que no dependa tanto del tamaño, queda listo para conquistar el mundo. En los negocios, como en el deporte, la mente, y sus emociones, son el secreto del éxito.

 

Parte del problema que enfrentan muchas empresas españolas en estos momentos es el paso de elefantes nacionales a hormigas internacionales. La internacionalización de nuestros negocios nos plantea varios interrogantes y cambios de mentalidad que debemos realizar con rapidez y agilidad.