Modelos de conducta erótica
¿Qué modelos han regido nuestro comportamiento erótico en épocas pasadas? ¿Y en las recientes? Esto es especialmente interesante para entender cómo han sido las ideas y
¿Qué modelos han regido nuestro comportamiento erótico en épocas pasadas? ¿Y en las recientes? Esto es especialmente interesante para entender cómo han sido las ideas y los conceptos sobre sexualidad transmitidos a nuestros abuelos y abuelas, madres y padres... origen de nuestras propias ideas y concepciones al respecto.
Vamos a analizarlo siguiendo para ello los modelos establecidos por Josep Vicent Marqués, en un estudio que él mismo realizó sobre la sexualidad en España.
Modelo clerical represivo (dominante a lo largo del siglo XIX):
Durante el siglo XIX, debido a la fuerte influencia de la moral religiosa, nos encontramos con la idea dominante de que la erótica es un instinto negativo del que hay que defenderse a toda costa. Este modelo, además, asocia fuertemente la erótica a lo genital y lo reproductivo.
Todo en erótica o amatoria se considera inmoral excepto cuando los fines del encuentro erótico eran la reproducción. Por eso, “lo normal” y “lo adecuado o decente” según esta ideología es mantener una erótica centrada en el coito (la única relación sexual reproductiva), practicado en un matrimonio con el fin de procrear. Se consideraba que los fines de la erótica y la amatoria eran exclusivamente reproductivos.
La erótica también era considerada una especie de “instinto incontrolable”, que afectaba al hombre, y del cual tenía que defenderse constantemente, una especie de pulsión que empujaba a mantener a toda costa contactos coitales. El resto de contactos, relaciones o encuentros eróticos (no coitales), eran ignorados, condenados o despreciados.
La mujer era considerada un ser sin erótica propia, sin deseos de ningún tipo, y su función en la estructura familiar se limitaba a ejercer correctamente de esposa y madre. Las relaciones eróticas que mantenía con su marido eran motivadas pues por el cumplimiento del “débito conyugal” y centradas sobre todo en el coito.
En líneas generales, según este modelo, obtener placer, incluso en el encuentro coital reproductivo, era pecaminoso. Todo lo que queda fuera de esta “norma”, entraba automáticamente a formar parte de la perversión, de la que había que defenderse a toda costa. Son consideradas perversiones todos los contactos eróticos no reproductivos: la masturbación, los contactos homosexuales, las relaciones eróticas entre ancianos, las peculiaridades (hoy llamadas parafilias), incluso las relaciones eróticas no coitales dentro de un matrimonio heterosexual (besos, abrazos, caricias, masajes sensuales… que no persiguen el objetivo de la reproducción, sino del placer).
Algunas de las ideas de este módulo aún se mantienen en determinadas personas, aunque no son las más frecuentes en nuestra sociedad actual.
Modelo burgués tradicional (dominante a finales del XIX y principios del XX):
Más tarde, nos encontramos con otro modelo ideológico que domina el discurso sobre la sexualidad y los papeles de mujeres y hombres: el modelo burgués-tradicional. Fue dominante a finales del XIX y principios del XX en España, aunque sigue vigente en la actualidad en algunos estamentos sociales (más frecuente en las clases medias-bajas de la sociedad).
Este modelo ideológico se caracteriza por la “doble moral” que encierra: los contactos eróticos se consideran aceptables y positivos, o inaceptables y perniciosos e inmorales dependiendo de quién los practique (si es un hombre, o una mujer). Por otro lado, la erótica se sigue identificando y focalizando fuertemente en lo genital.
Se admiten los encuentros eróticos del varón, del que se supone que posee un “instinto descontrolado” que ha de saciar, midiéndose así su hombría en función del número de “piezas” (compañeras eróticas) que consiga. Como piezas de caza.
A la mujer se la clasifica en dos categorías: la casta y decente, y la libertina o viciosa, la dama y la puta.
La mujer casta es la mujer que todo hombre quiere en casa como esposa, madre de sus hijos y cuidadora. Sin embargo, la mujer que el hombre de este modelo prefiere para “desahogar sus instintos” es la que encuentra fuera de casa, la “viciosa”. A pesar de ser esta mujer más apetecible para el varón, automáticamente pasa a formar parte de las mujeres poco adecuadas para formar una familia, ya que es una mujer considerada como “una puta”, que no tiene ni tendría jamás cabida entre las mujeres decentes en la sociedad.
Por tanto, las prácticas eróticas adoptadas dependían en gran medida de la situación: en casa, las relaciones eróticas para la mujer “decente” asumían la forma de “débito conyugal”, y se limitaban al coito reproductivo, (de la misma manera que en el modelo descrito clerical-represivo), y el resto de conductas eróticas encaminadas a dar salida a lo que se consideraba “instintos genitales” del varón, se practicaban fuera de casa, con las mujeres “viciosas”, y se centraban en lo genital.
Al igual que en el modelo anterior, nos encontramos con el fuerte peso del “locus genitalis”, la centralización del erotismo en lo genital, y de paso la asociación de todo lo genital con el pecado, excepto en el coito reproductivo y dentro del matrimonio. Todo erotismo no genital no se valora, no es considerado importante, todo lo más, un preludio de lo genital.
La sexualidad sería considerada un instinto “bajo”, y las prácticas sexuales se dividirían en dos: las aceptables y las sucias; las prácticas consideradas “sucias” (que suelen coincidir con prácticas no coitales y no reproductivas) no se practican con las esposas por considerarlas una falta de respeto, pero se acude fuera del entorno conyugal para practicarlas con mujeres que “no merecen mucho respeto”. También por este modelo, la doble vida erótica del varón es justificada y consentida por estas mujeres. La vida erótica de las mujeres “decentes” que comparten este modelo, se limita al “débito conyugal”.
Es una ideología que no reconoce el derecho de la mujer a su libertad sexual, y que en todo caso sitúa la sexualidad femenina al servicio de las “necesidades” del hombre.
A modo de reflexión, encontramos que parte de la ideología del modelo burgués-tradicional aún se mantiene en la actualidad. Su permanencia se manifiesta, por ejemplo, en comentarios como los siguientes:
- “Los hombres (por ser hombres) tienen que desahogarse, por lo que está justificado que tengan relaciones genitales con diversas mujeres o acudan a prostitutas, inclusive los casados. Pero esto no es adecuado en el caso de las mujeres, que deben hacerse respetar”.
- “Un hombre casado puede tener relaciones con muchas mujeres, pero en el fondo, a quien ama y respeta es a su esposa. Las otras no son más que una diversión”.
-“Un hombre puede divertirse con determinado tipo de chicas, pero para casarse debe buscar a una mujer que no haya tenido muchas relaciones anteriores, a ser posible, ninguna”. (Como si el tener una vida erótica activa, desvalorizara en cierto modo a la mujer).
Todavía hay personas que mantienen este modelo ideológico y dividen a las mujeres en dos categorías: las madres de familia (respetables, y de las que se supone escasa vida sexual anterior al matrimonio) y las putas (no respetables, y de las que se supone una vida sexual activa previa al matrimonio y mantenida por placer).
En el próximo artículo comentaremos el modelo más extendido en la actualidad: el capitalista-permisivo, así como sus características más destacadas.
*María Victoria Ramírez es psicóloga y sexóloga.
Asociación www.lasexologia.com
¿Qué modelos han regido nuestro comportamiento erótico en épocas pasadas? ¿Y en las recientes? Esto es especialmente interesante para entender cómo han sido las ideas y los conceptos sobre sexualidad transmitidos a nuestros abuelos y abuelas, madres y padres... origen de nuestras propias ideas y concepciones al respecto.