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El intelectual preferido de Aznar
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El intelectual preferido de Aznar

En el acto de presentación de la primera edición de La libertad traicionada, de José María Marco, los ponentes fueron José María Aznar y Federico Jiménez

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El intelectual preferido de Aznar

En el acto de presentación de la primera edición de La libertad traicionada, de José María Marco, los ponentes fueron José María Aznar y Federico Jiménez Losantos. Diez años después, para la reedición del texto llevada a cabo por Gota a Gota, la editorial de FAES, la fundación que dirige el presidente de honor del PP, los encargados de presentar el acto fueron Amando de Miguel y Gabriel Albiac. Nombres que hacen evidente la valoración que de Marco, profesor de Cultura y Literatura Española de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, y uno de los neocon más destacados, tiene la derecha española. Y el mismo Aznar, quien le profesa particular aprecio intelectual y con quien Marco ha colaborado en varias ocasiones.

La libertad traicionada trata fundamentalmente de la relación entre el liberalismo y la idea de España y de la lectura que de ambos realizaron intelectuales tan relevantes como Joaquín Costa, Ángel Ganivet, Enric Prat de la Riba, Miguel de Unamuno, Ramiro de Maeztu o Manuel Azaña. A través de ellos, Marco nos quiere señalar la doble crisis que, a su entender, marca el siglo XX español, y que tendría sus raíces en las reflexiones de unos pensadores que, proviniendo del liberalismo, terminaron por oponerse a él y por colocar encima de la mesa un problema, el de España, hasta entonces inexistente.

Esa relación entre crisis del liberalismo y crisis de la idea nacional le parece a Marco especialmente pertinente en nuestros días. “Cuando el libro se publicó por vez primera, que fue cuando Aznar llegó al poder, entrábamos en una etapa de normalización y los fantasmas de los que habla el libro estaban a punto de enterrarse. Ahora, por el contrario, esas mismas cuestiones vuelven a estar de actualidad, reactualizándose el problema”.

Sin embargo, liberalismo y nacionalismo han mantenido posiciones divergentes en el último siglo, y máxime cuando el surgimiento de un sentido nacional fuerte vino de la mano de la dictadura, totalmente opuesta a los postulados liberales. Desde ese punto de vista, cabría preguntarse si tales opciones políticas pueden converger en algún momento, teniendo en cuenta que el libre mercado debilita las posibilidades de intervención de los estados. Para Marco, se trata de una unión absolutamente factible. “El liberalismo puso en marcha los Estados nacionales en el siglo XIX, una construcción que no ha habido forma de renovar. Además, hay que precisar que cuando Ramiro de Maeztu y Franco tomaron la idea nacional, lo hicieron desde la construcción de una clase de nacionalismo español que no había tenido ninguna vigencia y fabricando un lenguaje hasta entonces inexistente”. Por eso sería urgente, para Marco, devolver la idea de España a la perspectiva liberal, “algo a lo que no ayuda nada la deriva radicalizada del socialismo, que vuelve a poner en solfa, como siempre ha hecho, la nación española”.

Y en ese cuestionamiento de las bases comunes, los intelectuales que cita en el libro han tenido una enorme responsabilidad. Y eso que no eran antinacionales, según Marco. “Todos viven el problema de España en primera persona: hay quien se suicida, otro acaba fusilado, otro en el exilio, etc. Pero cayeron en el error de realizar una crítica muy destructiva de la identidad española”. Sin duda, el momento en que vivieron, con una extendida sensación de derrota (tras el 98) y en un contexto de grandes tensiones, contribuyó a generar la idea de que “España era un país sin consistencia, subdesarrollado y poco europeo, lo que acabó por generalizarse en la etapa franquista.

Una noción que aún perdura

Y es una noción que aún perdura. Hicieron de España un problema cuando no lo era”. Según Marco, “en todas partes hubo críticas. La diferencia está en que aquí se puso en cuestión por parte de los intelectuales la propia idea de nación, algo que no ocurrió en ningún otro país”. Tampoco el liberalismo salió bien parado en las reflexiones de intelectuales como Unamuno o Ramiro de Maeztu, ya que “en lugar de entender que el liberalismo debía ahondar en la democratización, prefirieron estigmatizarlo”.

Cabría preguntarse pues, si esa noción de España como problema tuvo algo que ver con la aparición de los nacionalismos. Marco opina que “aunque las dos líneas parezcan contradictorias, acaban por reforzarse. Unamuno no soportaba el nacionalismo vasco pero también impugnaba la estructura misma de la nación española, lo que terminó por alentar a los incipientes nacionalistas catalanes y vascos. Y la izquierda nacionalista catalana acaba asumiendo las críticas a España que hacían los intelectuales que vivían en Madrid. No son iguales, no buscan lo mismo, pero se refuerzan”.

Para Marco, el momento actual no es más que “la última consecuencia de todo aquello. No hemos logrado superar aquel trauma. Toda la reflexión sobre estos asuntos que se ha hecho desde la Transición ha estado determinada por estos autores (o por otros de posiciones similares), lo que nos ha llevado a una situación de estar a la defensiva, en el mejor de los casos, y de colaboración con los nacionalismos en el peor”. Ahí se situaría, según Marco, el PSOE: “las posturas de la izquierda respecto de España han favorecido, cuando no alentado, al nacionalismo secesionista”.

Sin embargo, el problema de una idea de nación mal construida tiene mayores consecuencias, en opinión de José María Marco. “La crisis de la idea de España, que nos ha transmitido una nación poco explicable, no ha contribuido a aumentar la libertad de los españoles, ya que ha reforzado tanto los nacionalismos como el poder del Estado. Nos ha dejado sin la posibilidad de vernos como seres autónomos, y por lo tanto, sin defensas”.

Así las cosas, José María Marco cree que los peligros futuros provienen más de una falta de idea nacional que de un exceso de la misma. “No veo cómo puede resurgir, más que de una manera residual, una derecha ultranacionalista española, que quedó más que arrasada con el franquismo. Además, el nacionalismo español nunca ha tenido vigencia; aquí nunca han habido grandes pensadores nacionalistas españoles de derecha, como ocurre en otros países”. En su opinión, “las fantasías neonacionalistas españolas serían nefastas. El PP ha tenido muchas dificultades para superar esta herencia pero por suerte lo ha conseguido ya”.

Tampoco cree que la izquierda opte por una postura ideológica que resalte lo nacional. “El PSOE parece haber identificado lo español con la derecha y se niega a tener un proyecto nacional propio, algo que le permitiría establecer un pacto con el PP y defenderse adecuadamente de los nacionalismos regionales”.

En el acto de presentación de la primera edición de La libertad traicionada, de José María Marco, los ponentes fueron José María Aznar y Federico Jiménez Losantos. Diez años después, para la reedición del texto llevada a cabo por Gota a Gota, la editorial de FAES, la fundación que dirige el presidente de honor del PP, los encargados de presentar el acto fueron Amando de Miguel y Gabriel Albiac. Nombres que hacen evidente la valoración que de Marco, profesor de Cultura y Literatura Española de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, y uno de los neocon más destacados, tiene la derecha española. Y el mismo Aznar, quien le profesa particular aprecio intelectual y con quien Marco ha colaborado en varias ocasiones.

José María Aznar Botella