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El extraño informe de la Sociedad de Ginecología
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El extraño informe de la Sociedad de Ginecología

La mitad de la profesión dice no entender nada y la otra mitad aún no se ha recuperado de la sorpresa. La Sociedad Española de Ginecología

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El extraño informe de la Sociedad de Ginecología

La mitad de la profesión dice no entender nada y la otra mitad aún no se ha recuperado de la sorpresa. La Sociedad Española de Ginecología (SEGO) ha provocado el asombro de los médicos de este país más allá del propio gremio –en el que no se habla de otra cosa- con un informe sobre 'La relación entre el médico y las industrias farmacéutica y de productos de tecnología sanitaria'. Ahí es nada el título y, por su había alguna duda, se apostilla para rematar que se trata de una “visión ética”.

En principio, la idea parecería loable, pero cuando algunos de sus autores se intentan desmarcar del tema, y sobre otros nadie se explica cómo pueden estar ahí, es que algo raro sucede. En el fondo, explican los buenos conocedores del ramo ginecológico, lo que parece haber detrás es una operación de lavado de imagen, más de carácter personal que colectivo, por aquello de que siempre pagan justos por pecadores. No en vano, en los últimos tiempos se han vivido sonoros escándalos en el sector que parecen hacer necesaria una revisión de los códigos éticos de la Medicina. Otra cosa es que este sea el camino a seguir.

Al margen de las cuestiones personales, lo que reclaman de las sociedades científicas la inmensa mayoría de los profesionales de la Medicina, en general, y de la Ginecología, en particular, no es que les recuerden su obligación de no aceptar prebendas de los fabricantes de medicamentos, el famoso 'tarugo', que eso ya lo saben de sobra, sino que se recalque, por ejemplo, el deber de ejercer con auténtica honestidad profesional desde el punto de vista científico a la hora de prescribir un medicamento a un paciente. ¿Debe un psiquiatra recetar un anticonceptivo por su cuenta y riesgo sin consultar a un especialista en la materia? ¿Y éste, a su vez, un antidepresivo?

Se trata de evitar algo que ha estado, al parecer, ocurriendo en los últimos tiempos: el uso en determinados tratamientos de fármacos que, en realidad, están indicados para curar otras cosas... Y cuyos resultados son, generalmente, impredecibles. De hecho, el propio Ministerio de Sanidad ha tenido que entrar en el tema y dar algún que otro toque de advertencia sobre determinadas prácticas.

El informe de la Comisión de Bioética de la SEGO intenta dar una de cal y otra de arena sin aportar realmente nada nuevo. Además, como era de esperar, al final la culpa no es ni de la industria farmacéutica ni de los facultativos, que se limitan a intentar suplir las carencias de la Administración. Así, la formación médica continuada está “pervertida” porque los laboratorios son los que, con sus inmensos recursos, han tenido que hacerse cargo de ella ante la “insuficiencia de medios” de las sociedades científicas, ¿y quién debe poner los “medios”? Es fácil de adivinar.

El resto es una serie de lugares comunes sobre los problemas que genera esta situación, presa de la lógica económica del competitivo mercado farmacéutico, con un médico indefenso y desmotivado ante la avalancha de información que recibe constantemente. Todo ello para concluir que “es de justicia señalar que la realidad actual ha evolucionado muy favorablemente en comparación con lo vivido unos años atrás. Han quedado relegadas prácticas como el denominado 'tarugo', o las hospitalidades desmesuradas, o incluso las reuniones científicas en las que se hacían prevalecer los exquisitos detalles turísticos sobre lo puramente docente”. Bueno, pues entonces no tenemos de qué preocuparnos, ¿no creen?

La mitad de la profesión dice no entender nada y la otra mitad aún no se ha recuperado de la sorpresa. La Sociedad Española de Ginecología (SEGO) ha provocado el asombro de los médicos de este país más allá del propio gremio –en el que no se habla de otra cosa- con un informe sobre 'La relación entre el médico y las industrias farmacéutica y de productos de tecnología sanitaria'. Ahí es nada el título y, por su había alguna duda, se apostilla para rematar que se trata de una “visión ética”.