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Macron no está tan loco: la relación entre cambio climático y terrorismo existe
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lo que dicen los estudios

Macron no está tan loco: la relación entre cambio climático y terrorismo existe

Muchos se echaron las manos de la cabeza al escuchar al mandatario francés relacionar ambos conceptos. ¿Ha dicho un disparate o el disparate es no tomarlo en serio?

Foto: Macron, durante su conferencia de prensa en el G-20 de Hamburgo. (EFE)
Macron, durante su conferencia de prensa en el G-20 de Hamburgo. (EFE)

Durante la celebración de la última reunión del G-20, Emmanuel Macron dijo las siguientes palabras:

"No podemos pretender estar luchando contra el terrorismo de una manera efectiva sin una acción resuelta contra el cambio climático, o tendremos que explicarle a la gente que vive en Chad, Níger y otros lugares que el cambio climático no es un problema".

El presidente francés añadió que "las enormes desigualdades que estamos experimentando en nuestro mundo están relacionadas con desequilibrios climáticos generados por nuestros métodos globales de fabricación, por tanto tenemos que darles una respuesta, porque todo está relacionado: no tiene ningún sentido tratar por separado cuestiones como las de África, el desarrollo industrial o el clima".

Estas declaraciones han generado cierto revuelo dentro y fuera de las redes sociales, que acusan a Macron de naíf y de frivolizar con un asunto tan grave (y con 'grave' se refieren al terrorismo, no al cambio climático). ¿Pero qué hay de cierto en estas cuestiones, son aseveraciones cogidas por los pelos o existen datos para refrendarlas?

¿De dónde saca eso Macron?

Existen varios informes, publicados en los últimos dos años, que analizan esta relación. Uno de los más completos es 'Insurgency, Terrorism and Organised Crime in a Warming Climate' [PDF], encargado por el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán y elaborado por el 'think tank' Adelphi.

El trabajo se dedica a profundizar sobre las tesis de estudios previos, como un resumen ejecutivo elaborado por los mismos autores a comienzos de 2015 para los ministros de Exteriores del G-7, que concluía que "el cambio climático es una amenaza global para la seguridad internacional", y lo explicaba por el carácter del fenómeno climático como "multiplicador de amenazas que agrava situaciones ya frágiles y puede contribuir a la agitación social e incluso a los conflictos violentos".

Sin embargo, a diferencia de este y otros trabajos previos, este último informe analiza situaciones concretas donde el cambio climático parece estar jugando un papel relevante.

La referencia a Chad y Níger

La cita a estos dos países africanos en el discurso de Macron no es casual. En 1963, el lago Chad tenía más de 25.000 kilómetros cuadrados de extensión y entraba en el territorio de cuatro países: Chad, Camerún, Níger y Nigeria. Hoy, según datos del USGS, tiene menos de 2.000 km2 y sus orillas solo bañan Chad y Camerún.

placeholder El lago Chad, en 1973 y en 2013. (USGS)
El lago Chad, en 1973 y en 2013. (USGS)

La creciente escasez de agua ha conducido a una bajada de los recursos naturales, que contrasta con una población de hasta 70 etnias que ya alcanza los 38 millones alrededor de lo que queda del lago. La principal fuente de trabajo e ingresos para esta población son, precisamente, los recursos derivados del lago y la agricultura que se genera en torno a él. El crecimiento demográfico en la región aumenta en torno al 3%, más rápidamente que en otras partes de estos países, y en la parte de Nigeria que rodea al lago Chad, las tasas de alfabetización son del 30%, justo la mitad de la media (59,6% en 2015) de todo el país.

El límite entre Nigeria y Chad es también el principal área de influencia del grupo Boko Haram. Desde 2009, este grupo armado intensificó sus ataques en la región provocando el desplazamiento de miles de personas desde Nigeria y el norte de Camerún hasta las orillas del lago en Chad y Níger, donde los campos de refugiados se han multiplicado.

La particular situación de los alrededores del lago sí que parece haber ayudado a Boko Haram "a ganar apoyos"

La cuenca del Chad, cuya mayor parte está ubicada en la zona semiárida del Sahel, es para el Panel Intergubernamental contra el Cambio Climático (IPCC) de la ONU la zona del mundo donde las precipitaciones han bajado más en las últimas décadas. Desde los años setenta, el número de días lluviosos ha caído un 53% y la temperatura media ha aumentado 0,8ºC, tasa que duplica a la del calentamiento medio del planeta.

¿A más cambio climático más terrorismo en la región? De nuevo, la respuesta no es lineal por el carácter multimodal del terrorismo. Muchos académicos disputan la idea de que la pobreza y el desempleo conduzcan a una mayor participación en actividades violentas, aunque la particular situación de los alrededores del lago sí que parece haber ayudado a Boko Haram "a ganar apoyos inicialmente", reza el informe, "hablando en contra de la corrupción y la injusticia social, canalizando la frustración de las generaciones más jóvenes", especialmente en el norte de Nigeria.

El ejército nigeriano, que lucha contra Boko Haram, señala también que los terroristas han utilizado a menudo los recursos naturales como arma para poner a la población a su favor y en contra de los gobiernos de la zona. Por ejemplo, envenenando embalses de agua en zonas de las que eran desalojados. "Aunque sigue sin estar claro si esta estrategia está siendo empleada de forma sistemática contra los civiles, subraya la importancia estratégica de los recursos naturales en el conflicto", añade este informe, en el que Macron ha encontrado la inspiración para sus palabras.

La sequía en Siria

De nuevo, este tipo de trabajos académicos no crean una relación causa-efecto entre el aumento de las temperaturas medias del planeta y la aparición de grupos terroristas, sino que sugieren que el clima es un factor capaz de incrementar el estrés de otros agentes como la pobreza, el desempleo, la inquietud social o las migraciones.

El informe encargado por el gabinete del ministro Sigmar Gabriel señala, además de Chad, otras regiones donde el cambio climático puede estar recrudeciendo conflictos ya de por sí graves.

En Siria, sumida desde 2011 en una guerra interna que ha acabado con la vida del 6% de la población y ha desplazado a millones de personas, la agricultura significa un 25% del PIB. En la región, las proyecciones climáticas apuntan a una subida de las temperaturas y una mayor frecuencia de sequías. Desde el año 1900 hasta la actualidad, 10 de los 12 inviernos más secos en Siria tuvieron lugar entre 1996 y 2016. Otros estudios científicos apuntan a que, en el Mediterráneo oriental, las temperaturas medias del verano aumentarán entre medio grado y un grado por década y las precipitaciones anuales bajarán un 25% de aquí a 2060.

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Migraciones internas en Siria provocadas por la prolongada sequía.

El cambio climático es solo un factor más del violento embrollo que empieza con Bashar al Asad y acaba con el ISIS o Al Nusra, pero donde el agua tiene un papel fundamental. En Siria, el agua nunca fue tradicionalmente un problema, pero el rápido crecimiento de la población y la mala gestión de los recursos por parte de las autoridades han acabado por generar una crisis importante. Hace una década, el uso del agua en Siria era un 20% superior a la tasa natural de renovación, algo alentado por las políticas de Al Asad de subvencionar el cultivo —intensivo en agua— de algodón y trigo con un sistema de irrigación ineficiente que mantenía sobreexplotados el 78% de los acuíferos.

En 2007, comenzó una sequía de cinco años que hizo perder a los agricultores del noroeste del país un 85% de las cosechas. Estas pérdidas forzaron a muchos a migrar desde el campo a las ciudades, ya sobrepobladas debido al flujo de entre 1,2 y 1,5 millones de refugiados iraquíes en aquellos años.

Paralelamente, se produjeron los movimientos políticos y sociales que llevaron a la formación del Ejército Libre Sirio y otros grupos rebeldes, pero pese a que el factor político es el principal contribuyente a la situación bélica, la situación climática no es desdeñable como contribuyente al conflicto. Un par de trabajos académicos ponen de manifiesto cómo la situación de sequía incrementó que el ISIS reclutara hasta un 70% de sus guerrilleros localmente, en regiones como las del noroeste, repletas de jóvenes sin ocupación que se sentían abandonados por el Estado.

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En rojo, zonas ocupadas por el ISIS en 2015, todas en el área de grandes ríos o presas.

El agua ha sido, por último, un arma fundamental para el ISIS. Aunque todos los actores de la guerra siria han tratado de instrumentalizar este recurso natural, estos terroristas han sido los más avezados. Desde el comienzo centraron su expansión a territorios cercanos a ríos como el Eúfrates o la presa de Taqba, fuente del 20% de la electricidad del país y que proporciona agua a cinco millones de sirios, además de irrigación para los cultivos. Si el clima continúa alargando las sequías en el este del Mediterráneo, la lucha por el control de este recurso clave solo puede agravarse.

Inundaciones en Afganistán

Otro lugares donde el cambio climático está contribuyendo a empeorar los niveles de seguridad de la población o el surgimiento de grupos armados es este país de Asia central, actualmente uno de los más afectados del mundo por eventos extremos como inundaciones o sequía. Los climatólogos esperan un incremento en ambos fenómenos climáticos a lo largo de este siglo.

En 2014, las fuertes lluvias produjeron corrimientos de tierras e inundaciones, que resultaron en cientos de víctimas y muchas más familias desplazadas, ya que habían perdido sus hogares. El propio Gobierno afgano estimó en 2011 que la mala gestión de este tipo de desastres naturales está creando un terreno fértil para el descontento popular o incluso la violencia. Además, existen grupos armados, como los talibanes, tratando de reemplazar a la administración en tareas de socorro y emergencia. En 2015, poco después de un terremoto en la región de Badakshan, camiones del Programa Mundial de Alimentos de la ONU fueron atacados por grupos insurgentes. La idea detrás de estas acciones es repartir los alimentos ellos mismos para ganarse el apoyo de las comunidades locales.

Desastres naturales en Guatemala

El país centroamericano, uno de los más violentos del mundo, fue golpeado por varios desastres naturales entre 2008 y 2012: la tormenta tropical Arthur, el huracán Dolly, una prolongada sequía causada por el fenómeno de El Niño o la tormenta tropical Agatha. Por último, el volcán Papaya estuvo particularmente activo en 2011, dejando a miles de personas en necesidad de ayuda humanitaria. La corrupción endémica y la poca capacidad del Gobierno para recaudar fondos que pudieran emplearse en la reconstrucción del país llevaron a que se registraran pérdidas del 80% de las cosechas.

placeholder Centro de detención juvenil Las Gaviotas, en Guatemala. (Reuters)
Centro de detención juvenil Las Gaviotas, en Guatemala. (Reuters)

En resumen, el crimen y la inseguridad se dispararon en el país. Los grupos de crimen organizado, habitualmente asentados cerca de vías de agua como los ríos Usumacinta y Suchiate, empezaron a controlar también el acceso de la población al agua, ya de por sí escasa, en esos puntos. "Bajo el estrés adicional del cambio climático, las capacidades del Estado y su legitimidad podrían decrecer más aún, abriendo más espacio para que los grupos armados prosperen y sigan socavando al Gobierno", apunta el citado informe.

Quizás ahora, tras estos ejemplos, la frase de Macron no suene tan disparatada.

Durante la celebración de la última reunión del G-20, Emmanuel Macron dijo las siguientes palabras:

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