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Los científicos que la Junta de Andalucía ha dejado tirados: "Se han reído de nosotros"
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Más de 60 investigadores se quedan sin puesto

Los científicos que la Junta de Andalucía ha dejado tirados: "Se han reído de nosotros"

Dejaron su trabajo en centros internacionales para volver a sus ciudades con la promesa de estabilidad. Dos años después, sus contratos se acaban y no hay futuro para ellos

Foto: Los investigadores César González (izquierda), Elisa Oteros y Daniel Manzano.
Los investigadores César González (izquierda), Elisa Oteros y Daniel Manzano.

En marzo de 2016, hace ahora poco más de un año, la Junta de Andalucía anunciaba un ambicioso plan de I+D que tendría como objetivo incorporar a 7.000 investigadores (nada menos) a los organismos científicos andaluces en los siguientes cinco años. Para ello, planeaba aumentar la inversión hasta los 3.575 millones de euros de ahí a 2020. Tras unos años que reconocía difíciles, Susana Díaz, presidenta de la Junta, prometía que "ahora Andalucía va a ser valiente".

Foto: Manuel de León, fundador y exdirector del Instituto de Ciencias Matemáticas (ICMAT).

La promesa de los 7.000 investigadores, lejos de cumplirse, parece más bien irrealizable si se tiene en cuenta la situación actual de decenas de científicos en Andalucía que están a punto de quedarse en la calle. Es justo lo que les ocurre a 66 investigadores que se beneficiaron de los programas Talentia Postdoc y Andalucía Talent Hub, cofinanciados por la Unión Europea y puestos en marcha en 2014. Eran proyectos pensados para atraer a las instituciones andaluzas a científicos emigrados con la promesa de un buen sueldo, recursos para investigar durante dos años y, en teoría, estabilidad futura para asentarse y desarrollar su carrera científica. La realidad ha acabado siendo muy diferente.

A pesar de las promesas de "estabilizar" a estos investigadores, sus plazos de trabajo terminan en octubre de este año y a partir de ahí se extiende ante ellos la nada. No hay fondos para continuar sus proyectos, no hay nuevas convocatorias y no hay plazas abiertas para ellos. Nada. Solo la Universidad de Sevilla, aseguran, ha previsto dar continuidad a algunos de ellos. Para los demás, las opciones son dos: emigrar de nuevo o irse al paro.

Dinero público que se va a la basura

"No se trata solo de nuestras desdichas personales o profesionales: se ha invertido en nosotros mucho dinero público, que ahora se va a ir a la basura. Así de claro. Los contribuyentes tienen que saberlo, esto es un despilfarro de sus impuestos", señala una de las investigadoras.

Se llama Elisa Oteros-Rozas, tiene 32 años y se dedica a estudiar cómo afecta al medio ambiente y a la economía y sociedad de las zonas rurales la tendencia de vuelta al campo que los países desarrollados están viviendo en las últimas décadas. Si la emigración masiva a las ciudades ha causado injusticias y distribución desigual de los recursos, ¿puede la vuelta al campo de los urbanitas resolver estos problemas? ¿Qué cambios sociales, culturales y económicos traerá consigo esa vuelta? Con una mezcla de ecología, sociología y políticas agrarias, esta científica intenta responder a esas preguntas.

Tras pasar varios periodos de tiempo en Holanda y Dinamarca, decidió volver a su comunidad para que el fruto de sus conocimientos fuese útil allí. Se acogió a una de estas convocatorias y aterrizó en la Universidad Pablo Olavide de Sevilla en 2015. En septiembre de este año se termina su programa, y no sabe qué vendrá a continuación. "Ahora mismo tengo muchísimos datos y una red de confianza en las zonas de estudio que me permitiría ahondar en cuestiones clave si pudiera seguir trabajando aquí".

La apuesta por la ciencia está muy por detrás de lo que nos quieren hacer creer a fuerza de demagogia

Pero no cree que pueda. Optará a cada plaza que se presente y en la que pueda encajar, pero no tiene mucha esperanza porque "hay demasiada gente que lleva más de 10 años precarizada esperando su plaza y el sistema (con todas y cada una de sus piezas…) no deja que entre gente recién llegada".

"Se han reído de nosotros"

José Luis Padilla de la Torre es otro ejemplo. De 36 años y doctor en física, su investigación se centra en el estudio de un nuevo tipo de transistores que aprovechen la mecánica cuántica para funcionar. "Es necesario buscar alternativas viables a los transistores que desde hace décadas integran los procesadores de nuestros dispositivos electrónicos ('smartphones', portátiles, etc.), porque la tendencia de poner cada vez más transistores en menos espacio tiene un límite", explica.

Tras pasar por lugares como la Universidad de California o el Max Planck de Alemania, recibió una beca posdoctoral de la Escuela Politécnica Federal, en Suiza, una de las instituciones más reputadas en ingeniería. Pasó allí dos años hasta que decidió volver en 2015 por una mezcla de razones personales y profesionales. Desde finales de 2015, trabaja en la Universidad de Granada, pero a partir de septiembre de este año, todo son incertidumbres.

"Se han reído de nosotros. Todo esto no ha sido más que un enorme (y caro) juego de fuegos artificiales en el que la Junta de Andalucía vendió la captación de talento pero, a la hora de la verdad, a la hora de demostrar si esa apuesta iba en serio, se ha comprobado que en la escala de prioridades de quienes dirigen esta bendita tierra, la apuesta por la ciencia está muy por detrás de lo que nos quieren hacer creer a fuerza de demagogia".

Bajada de categoría y a la mitad de sueldo

El caso de Francisco Vega es algo diferente porque él sí podrá quedarse en su centro, la Universidad de Sevilla. Este investigador analiza la biología y posibles tratamientos del cáncer, en concreto del neuroblastoma, un tipo de cáncer infantil. Después de trabajar en centros de Londres y California, volvió con el programa Andalucía Talent Hub y accedió al programa de I+D de la Universidad de Sevilla, donde es uno de los que podrán quedarse con una plaza de ayudante doctor de al menos cinco años, asegurándole cierta estabilidad.

Conseguimos una posición de estabilidad tan tarde y tan precaria que estamos optando a plazas muy inferiores a nuestros CV

A cambio, ha tenido que aceptar menos de la mitad del sueldo que ha estado cobrando y un bajón de categoría tras 12 años de experiencia. "Las condiciones son precarias, la plaza está por debajo de mi categoría, y es difícil después de haber pasado los mejores años de mi carrera durante los peores años de la crisis".

Esto no es un problema solo para él, también para las generaciones que vienen detrás: "Conseguimos una posición de estabilidad investigadora tan tarde y tan precaria que estamos optando a plazas muy inferiores a nuestros CV, y eso deja fuera a la mayoría de la generación más joven".

"Acaba tu contrato y te vas"

También César González, físico, ha tenido algo más de suerte que otros compañeros. Su trabajo consiste en hacer simulaciones teóricas de microscopía a escala nanométrica para 'ver', con microscopios de efecto túnel y atómicos de fuerzas, los átomos que hay en una superficie o en una molécula. Tras estancias en centros como el Comisariado de la Energía Atómica en Saclay, Francia, o el Instituto de Física de Praga, se acogió al programa Andalucía Talent Hub para desarrollar su trabajo en la Universidad de Granada.

Eso sí, dos años y se acabó. "Mi impresión con estos contratos siempre ha sido la misma: da igual lo que hagas, cuando acabe tu contrato, te vas. No hay ningún mecanismo que permita que una persona que haya hecho bien su trabajo se quede y pueda obtener un contrato más estable. La única opción que tienes es que salgan otras plazas a las que puedas optar y volver a empezar. Eso es bastante frustrante". Decimos que tuvo suerte porque tuvo la oportunidad de incorporarse a otro proyecto por dos años en la Universidad Autónoma de Madrid.

Pero eso es todo. En dos años volverá a estar en la misma situación, con 43 años y sin estabilidad a la vista. "Después de 17 años de carrera científica, publicar 63 artículos y cumplir más que correctamente en todos los centros en los que he trabajado, veo con desesperación cómo dentro de dos años podría quedar en el paro con grandes dificultados tanto para conseguir plaza en otro centro como para reciclarme y trabajar en otro ámbito diferente". Un problema que achaca, primero, a la falta de recursos, pero también a su mal gasto y despilfarro.

"¿Por qué vamos siempre a la cola?"

Daniel Manzano se dedica a la física cuántica, en concreto a investigar cómo se propaga la energía en sistemas microscópicos, algo que tiene aplicaciones en el diseño de dispositivos como células solares o transistores más eficaces. Pasó un total de cinco años en el extranjero, entre Austria, Estados Unidos (donde trabajó en el MIT) y Singapur, hasta que vio la oportunidad de volver a España, a la Universidad de Granada. "Tras cinco años de experiencia fuera, consideré que estaba capacitado para comenzar mi propia línea de investigación".

Casi han terminado los dos años de su contrato y el futuro no pinta demasiado bien. "Tengo varias solicitudes abiertas, pero con pocas posibilidades de prosperar", lamenta. No es solo la escasez de oportunidades: los procesos se retrasan continuamente sin fecha de resolución, lo cual dificulta la toma de decisiones respecto a su futuro y el de su familia (tiene una hija).

"Lo único que yo pido es una política lógica. Se han invertido más de tres millones de euros en este programa, y durante nuestro contrato hemos producido mucho, pero si ahora no conseguimos continuar nuestras líneas de investigación, se extinguirán, y ahora es el momento más productivo". Manzano señala que en otras comunidades, como País Vasco o Cataluña, hay planes de estabilización que están dando muy buenos resultados. "Me gustaría saber por qué en Andalucía siempre vamos a la cola de este tipo de medidas".

"Que no engañen a los que vienen detrás"

Nacho Flor Parra desarrolla su investigación estudiando los microtúbulos, unos 'cables' que hay en nuestras células y que contribuyen a su organización. Analiza las proteínas que los forman y los efectos que su alargamiento o acortamiento tienen a nivel celular. Ha trabajado, entre otros centros, en la Universidad de Columbia, en Nueva York, donde renunció a un contrato permanente para volver a España, a la Universidad Pablo de Olavide. "En las entrevistas previas a la concesión, me transmitieron que se trataba de un programa de captación y estabilización de talento y que la Junta de Andalucía tenía el firme compromiso de dar continuidad a estos proyectos en futuras convocatorias. De otro modo, nunca hubiera aceptado volver".

A pesar de ello, si nada lo remedia, en septiembre de este año pisará por primera vez una oficina del paro, "dejando en la cuneta mis proyectos y las colaboraciones internacionales en las que soy una pieza esencial". Podría irse fuera de nuevo, pero su familia ha echado raíces en Sevilla y pedirles que vuelvan a hacer las maletas y marcharse, le resulta desolador.

Que no engañen a los que vienen detrás. Traerlos para truncarles la trayectoria no es de justicia

Se siente engañado y decepcionado, y tiene un mensaje para los responsables de esta situación: "Que no engañen a los que vienen detrás. Que si no hay opciones aquí, les dejen hacer sus carreras fuera. Traerlos para truncarles la trayectoria no es de justicia. No somos números, somos personas con proyectos y con ilusiones, y muchos con familias, y no está bien jugar con esas cosas".

En marzo de 2016, hace ahora poco más de un año, la Junta de Andalucía anunciaba un ambicioso plan de I+D que tendría como objetivo incorporar a 7.000 investigadores (nada menos) a los organismos científicos andaluces en los siguientes cinco años. Para ello, planeaba aumentar la inversión hasta los 3.575 millones de euros de ahí a 2020. Tras unos años que reconocía difíciles, Susana Díaz, presidenta de la Junta, prometía que "ahora Andalucía va a ser valiente".

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