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Así funciona el método científico: claves para que no te timen con un 'estudio' de chichinabo
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¿CÓMO SABER SI UN ESTUDIO ES RIGUROSO?

Así funciona el método científico: claves para que no te timen con un 'estudio' de chichinabo

¿Sabías que cantar 'Dale a tu cuerpo alegría Macarena que tu cuerpo es pa' darle alegría y cosa buena' mejora tu tránsito intestinal? ¿Cómo, no te lo crees? Pues... haces bien.

Foto: Los estudios aparentemente científicos o sociales no siempre tienen el rigor necesario. Foto: stavos/Flickr. (Licencia CC.)
Los estudios aparentemente científicos o sociales no siempre tienen el rigor necesario. Foto: stavos/Flickr. (Licencia CC.)

En el programa En el aire, de la Sexta, hay una sección llamada Según un estudio que tiene un claro objetivo más allá del humorístico: dejar en evidencia y ridiculizar gran parte de los aparentes estudios que se dan a conocer cada día en los medios de comunicación.

Y es que nos encontramos con este tipo de cosas a diario: porque, según un estudio, resulta que chupar un pene cura la depresión, las personas de ojos azules tienen más riesgo de ser alcohólicas, mirar los senos alarga la vida del hombre y los trabajadores que más sexo practican son los que más cobran, entre otras muchas conclusiones cuya fiabilidad parece, como poco, muy dudosa.

Al final, ¿son ciertas estas conclusiones? En la mayoría de ocasiones, no. El problema reside en dos factores: por un lado, que cualquiera puede sacar (o incluso inventar) unos datos y decir que ha hecho un estudio, ya que la palabra estudio no está sujeta a ninguna definición estricta ni oficial. Por otro lado, que a nivel social solemos aceptar como válido cualquier dato que se nos venda como estudio aunque su metodología haya carecido de un mínimo de seriedad y rigor.

Pero entonces, ¿cómo podemos saber si nos encontramos ante un estudio riguroso? ¿Cómo podemos diferenciar un resumen de datos verdaderamente fiables de un panfleto hecho por cuatro amiguetes?

¿Estudio o panfleto? Aprende a distinguirlos

La clave está en el método científico, un proceso que, sin ser unánime ni irrebatible, sí ha sido aceptado por las comunidades investigadoras como la mejor metodología a la hora de levar a cabo cualquier investigación con unos mínimos parámetros de rigor y seriedad. Los resultados de estos trabajos elaborados mediante el método científico se publican en revistas de prestigio que, y esta es la clave, utilizan la revisión por pares (peer review).

Science, Nature, Cell y toda una legión de Journal of no publican al tuntún: envían los artículos que reciben a expertos de reconocido prestigio mundial en la material para que decidan si realmente vale la pena publicarlo, o si por el contrario se trata de un montón de pamplinas. Un estudio publicado en una revista de prestigio ya es, de por sí, digno de confianza.

Tanto si está estudiando un hecho científico como elaborando una investigación social, el método científico nos ha dotado de ciertos elementos que nos ayudarán a discernir si los datos que se nos han presentado como estudio son merecedores de nuestra confianza o no. Son algunos de los siguientes:

1.- Tamaño y variedad de la muestra.

Si nuestro estudio es una encuesta o un análisis concreto sobre un porcentaje de la sociedad, hay dos parámetros fundamentales a la hora de que nuestro informe sea fiable: por una parte, que el número de usuarios encuestados/analizados sea lo suficientemente numeroso; por otra, que los individuos elegidos sean lo suficientemente variados y representativos del nicho que pretende ser retratado.

De hecho, el tamaño de la muestra puede llegar a ser medianamente prescindible si, a cambio, la variedad y representatividad está asegurada.

  • Ejemplo: Si una plataforma de ecommerce hace una encuesta entre 20 de sus usuarios para establecer el perfil del comprador online en España, no es un estudio serio. O si una asociación de trabajadores autónomos hace una encuesta voluntaria sólo entre sus afiliados para presentar un barómetro general sobre emprendedores, tampoco. En ninguno de los dos casos estaremos hablando de unos resultados que puedan ser considerados rigurosos ni representativos.

2.- Controles, placebo y doble ciego

A la hora de comenzar una investigación, esta ha de llevarse a cabo de una manera analítica y observadora. En otras palabras: hay que dejar a un lado las consideraciones personales del observador o los sesgos cognitivos de los encuestados/analizados.

A menos que el objeto del estudio sea precisamente analizar las sensaciones u opiniones de los sujetos analizados, todo tipo de consideración personal o creencia subjetiva ha de dejarse fuera para asegurarse de que los resultados sean rigurosos. Por este mismo motivo todo estudio científico debe poder repetirse: de nada sirve que yo demuestre que los chicles curan el cáncer si ningún otro grupo de investigación del mundo, bajo condiciones rigurosas, es capaz de repetir los resultados.

En el caso de, por ejemplo, un fármaco, es necesario establecer un grupo control que reciba un placebo en lugar del tratamiento. Para garantizar que las expectativas de los pacientes o investigadores afecten al resultado se utiliza un sistema de doble ciego en el que ni el científico ni el voluntario sabe qué toma.

  • Ejemplo: Si estamos realizando un estudio sobre la eficacia de la homeopatía, no se considerará válido preguntar a los encuestados por sus efectos o tomar como válidas respuestas del tipo "a mí me funciona", ya que se estará obviando, entre otras cosas, el efecto placebo. Lo que habrá que hacer, de manera rigurosa, es analizar científicamente los productos homeopáticos.

3.- Correlación no implica causalidad.

Ya lo hemos contado alguna vez: que dos hechos se produzcan de manera conjunta o simultánea no tiene por qué significar que estén relacionados ni que uno haya sido provocado como consecuencia directa del otro.

Y es que, si nos dejamos llevar por estos errores, podemos llegar a conclusiones tan divertidas como absurdas, como pensar que comer mucho queso te hará morir ahogado entre las sábanas o que el estreno de una película de Nicolas Cage provoca que la gente muera ahogada en la piscina.

  • Ejemplo: Imaginemos (ejemplo inventado) que una marca de bebida isotónica asegurase que su producto evita los problemas cardiológicos mostrando evidencias de que entre sus clientes hay menos infartos que entre los no clientes. ¿Implica esa correlación una causalidad? En absoluto. En realidad, ¿no será que los consumidores de dicha bebida, al ser deportistas, ya tienen per se unos hábitos de vida que justifican esa buena salud?

4.- Un único estudio no sirve de nada

Ningún investigador riguroso asegurará nunca estar en posesión de la verdad absoluta, ya que cualquier estudio (si no se refiere a alguna ciencia exacta como las matemáticas) contemplará la opción de ser mejorado o incluso refutado en cualquier momento. Por ese motivo, si tienes ante ti a una persona que asegura que su estudio o teoría es irrefutable y que seguirá vigente hasta el lugar de los días... desconfía.

Esto no quiere decir que un único estudio demuestre nada. En el punto 2 afirmábamos la importancia de que cualquier trabajo pueda repetirse de forma idéntica con los mismos resultados. Cuando miles de investigadores han publicado cientos de estudios durante décadas para ir confirmando y mejorando una teoría... es poco probable que un único estudio eche todo eso por tierra. En ocasiones pasa y se producen cambios de paradigma, pero no es algo que tenga lugar cada año. En el caso de que los resultados sean novedosos, hay que cogerlos igualmente con pinzas hasta que se confirman o refutan con nuevos trabajos.

  • Ejemplo: Existen miles de estudios que demuestran que fumar provoca cáncer de pulmón. Si se publicara un trabajo que afirmara que en realidad lo cura, quizá salir corriendo al estanco no sería la mejor idea. Habría que revisar muchas cosas antes de poder confirmar que, por algún extraño motivo, se habían publicado miles de estudios erróneos. Y gracias al sistema científico de publicación por pares, esto sucede en muy pocas ocasiones.

5.- La carga de la prueba recae sobre quien la afirma.

Seguro que, si alguna vez has discutido con alguien sobre la existencia o no existencia de algo, dicha persona te ha respondido algo así: "Si dices que [lo que sea] no existe, ¡demuéstralo!".

Pues bien, lo cierto es que esa frase parte de un concepto erróneo, ya que demostrar la no existencia de algo es literalmente imposible, lo que se debe demostrar es precisamente la existencia. Así pues, si un estudio afirma un hecho pero no logra probarlo, es probable que sea falso. Y si planteas la duda y el responsable del estudio te reta a que demuestres la no existencia de lo que él dice, es altísimamente probable que sea falso.

  • Ejemplo: En los debates sobre los aparentes poderes curativos del reiki, son muchos los defensores que exigen a los críticos que demuestren que el reiki no tiene efectos terapéuticos... cuando en realidad la carga de la prueba de la eficiencia del reiki recae precisamente sobre quien afirma la existencia de dichos poderes.

En el programa En el aire, de la Sexta, hay una sección llamada Según un estudio que tiene un claro objetivo más allá del humorístico: dejar en evidencia y ridiculizar gran parte de los aparentes estudios que se dan a conocer cada día en los medios de comunicación.

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