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Danny Lewin, el genio víctima del 11-S que impidió el colapso de internet
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Danny Lewin, el genio víctima del 11-S que impidió el colapso de internet

Estudiante del MIT, víctima mortal del 11-S, ideó junto a su mentor un modo de acelerar la red en los 90. Ahora su nombre ha entrado en el National Inventors Hall of Fame en EEUU por su trabajo pionero

Foto: Danny Lewin. (Akamai)
Danny Lewin. (Akamai)

En 1994, Tim Berners-Lee, padre ya por entonces de las tres uves dobles, se mudaba del CERN al Instituto Tecnológico de Massachusetts. Allí, puso un sobrenombre más despectivo a su creación: World Wide Wait (algo así como la Gran Espera Mundial). Pretendía aludir a un problema que se iría agravando con el tiempo: cuando el tráfico hacia una web era demasiado alto, la página no lo soportaba y se producía una especie de cortocircuito. Teniendo en cuenta que el número de usuarios de internet (en 1995, menos del 1% de la población) no paraba de crecer, el inventor de la Web sabía que las dificultades serían cada vez mayores.

Berners-Lee compartió su preocupación con Tom Leighton, profesor en el Laboratory for Computer Sciences, y le preguntó si habría un modo de escalar la red gracias a las matemáticas. "No entendíamos nada de internet bien, pero sabíamos un montón de cosas de la forma en que la información fluye y de las matemáticas detrás de eso", señalaría después Leighton. Uno de sus estudiantes, Daniel Lewin, descubrió una posible solución, y ambos la desarrollaron.

Su propuesta fue tan certera que sigue estando detrás de las webs que visitas a diario, impidiendo que colapsen por muchos visitantes que reciban. Su importancia fue tal que, recientemente, Leighton y Lewin han entrado a formar parte del National Inventors Hall of Fame por su trabajo pisando el acelerador de internet.

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La empresa que fundaron juntos, Akamai, trabaja en las bambalinas de la red. Tal vez por eso no es demasiado conocida, pese a ser un gigante de la tecnología y a que compañías de todo el mundo confíen en su red de distribución de contenido. Sus ingresos el año pasado ascendieron a 2.300 millones de dólares (unos 2.060 millones de euros), pero aquel brillante alumno solo pudo disfrutar de los primeros logros de su invento.

Resolviendo el reto del padre de la web

A principios de los 90, un joven Daniel Lewin había quedado tan fascinado por un libro de Tom Leighton sobre algoritmos que decidió conocerle. Exoficial de una unidad de élite del ejército israelí, estudiaba por entonces en el Instituto de Tecnología de Israel (Technion). No obstante, decidió regresar a Estados Unidos, su tierra natal, junto a su familia, con su mujer embarazada de su segundo hijo. Había conseguido una plaza para estudiar en el MIT.

Años después, ya como alumno de doctorado, Lewin lograba trabajar en el grupo de investigación de Leighton, el que se convirtió en su mentor. Precisamente por entonces, la meta del matemático era resolver el dilema sobre la arquitectura de internet que le había planteado Berners-Lee. Lewin y sus compañeros intentaban idear un sistema eficiente de caché, un método que, a grandes rasgos, lograría que el camino que tuvieran que recorrer los archivos de una página web para llegar al internauta fuera más más corto (y menos problemático) al estar almacenados en servidores más cercanos a él.

Lewin ideó una nueva técnica de caché y desarrolló unos algoritmos matemáticos propios que gobernarían esa red de distribución de contenido. Pese a que a él mismo no le convencía demasiado (tildó aquella idea de “patética” en cierta ocasión) y a que a un reputado profesor tampoco le atrajo, a Leighton sí le entusiasmó.

Así se recoge en ‘No better time: the brief, remarkable life of Danny Lewin, the genius who transformed the internet’, un libro de Molly Knight Raskin que descubre el fascinante origen de Akamai de la mano de sus protagonistas después del fallecimiento de Lewin en los atentados del 11-S. "Pensé que [la solución] era elegante y esencial, y recuerdo solo apreciar la belleza, la elegancia y lo que pensé que iba a ser la importancia de ello", explica el propio Leighton en la obra. Con el respaldo de su mentor, Lewin continuó su proyecto para acabar con la World Wide Wait.

De investigadores a empresarios

Lewin, que necesitaba dinero por entonces, se enteró de que el MIT organizaba una competición de emprendedores con un premio de 50.000 dólares. Convenció a Leighton para presentarse y juntos crearon Cachet Technologies (que poco después se llamaría Akamai, inteligente en hawaiano).

Nuestro protagonista, que apenas dormía cuando un proyecto le obsesionaba, estaba dedicando a aquel proyecto todos sus esfuerzos. Sin embargo, la competición no fue como esperaba. Dejaron dirigir la presentación a un miembro del equipo que llevaba poco tiempo en el barco y el jurado no acabó de entender lo que pretendían. Sin un plan de negocios claro y sin una tecnología real, vender algoritmos no parecía suficiente.

Lewin y Leighton decidieron patentar su idea: sabían que alguien 'aceleraría' la red pero no querían que les copiaran sus ideas

Pese a ello, Lewin y Leighton seguían pensando que su idea tenía sentido. El estudiante presentó su tesis de máster basándose en sus ideas, que definió como “la fundación algorítmica de un sistema a gran escala de caché distribuido para la World Wide Web”. Además, su profesor y él decidieron patentar la tecnología: sabían que otros intentarían acelerar internet, pero querían evitar que desarrollaran su idea.

Poco después ponían en práctica sus algoritmos con un prototipo. En el laboratorio del MIT, demostraron con varias máquinas que, aunque el tráfico aumentara, el sistema seguía funcionando. Solo les hacía falta convertir su propuesta en un negocio. Su primera idea fue vender su ‘software’ a los proveedores de servicios de internet, pero un inversor les ayudó a darse cuenta de que ese no era el modelo correcto. Su salsa secreta eran los algoritmos, y ellos mismos debían ser los encargados de manejarlos.

En septiembre de 1998, Lewin y Leighton se mudaban a unas oficinas cerca del MIT. Junto a otro amigo del primero que también estudiaba en Cambridge (Jonathan Selig) y a un joven hombre de negocios que llevaba tiempo con ellos (Randall Kaplan), fundaron oficialmente Akamai Technologies.

La empresa que Steve Jobs quiso comprar

Para crear una red global, como pretendían, necesitaban mucho dinero. Los servidores no eran baratos, así que tenían que conseguir inversores. Gilbert Friesen, al frente del sello discográfico A&M, fue uno de los primeros que se dejó seducir. Sin saber exactamente a lo que se dedicaba Akamai, decidió darles medio millón de dólares, convencido de que “Danny Lewin era una estrella”.

También consiguieron ocho millones de dólares en total (unos diez millones de euros actuales) de Battery Ventures y Polaris Venture Partners. Gracias a ello pudieron instalar sus primeros servidores y comenzar a ofrecer su producto, FreeFlow, que tuvo entre sus primeros ‘beta testers’ a CNN, Yahoo, Disney, MGM, Paramount, Universal o Playboy.

Sin embargo, a Akamai le faltaba demostrar al mundo que su tecnología funcionaba en un pico de tráfico. Lo lograron gracias a 'La Guerra de las Galaxias'. En marzo de 1999, el tráiler de 'La Amenaza Fantasma', la primera película de la trilogía de precuelas de la saga, se estrenaba en apple.com y starwars.com a través del 'software' de vídeo de la firma de la manzana, Quicktime. Una estrategia que Steve Jobs calificó como "un golpe maestro". El archivo se convirtió en el más compartido en la red hasta entonces, con 6,4 millones de descargas.

El día del estreno, inversores y empleados de Akamai seguían el acontecimiento en la oficina. Ellos también distribuían el tráiler ese día, para las webs de Entertainment Tonight y Paramount. Fueron las únicas páginas que no colapsaron. La demanda de los fans fue tal que la web de Apple se derrumbó. Desde ese momento, Akamai se encargó de la distribución de 'La Amenaza Fantasma'.

También consiguió otros muchos clientes gracias a ello. Yahoo, CNN, The Washington Post, The New York Times o Apple llamaron a su puerta. De hecho, el mismísimo Steve Jobs cogió el teléfono para negociar la compra de Akamai. Pero Akamai no estaba en venta.

Aquellos meses, la compañía no paraba de crecer gracias al intenso trabajo de todos sus empleados. Pasaban allí casi todas las horas del día, todos los días de la semana. El propio Lewin admitió en una ocasión haber trabajado tres jornadas seguidas sin salir de allí.

En aquella época, la revista Wired comparaba la solución de Akamai con otros "cambios históricos" como "la invención de los números arábigos o el desarrollo de la navegación marítima". Sin embargo, destacaba también que la compañía tenía un competidor, Sandpiper, con una solución similar. El ambicioso Lewin se obsesionó con vencer a esa empresa.

En poco tiempo, dos jugadas permitieron vaticinar el exitoso futuro de Akamai. El gigante Cisco les pidió que optimizaran su red de distribución de contenidos y Microsoft invirtió 15 millones de dólares (13,4 millones de euros al cambio actual) en ella. En octubre, Akamai salía a bolsa con gran éxito. Recaudó 234 millones de dólares (210 millones de euros) en aquella jornada, en la que precio de las acciones aumentó más de un 400%. A sus 42 y 29 años respectivamente, los amigos y socios Leighton y Lewin eran multimillonarios.

Víctima de los atentados del 11-S

Pese a ese éxito, Akamai también sufrió los efectos del estallido de la burbuja ‘puntocom’ en el 2000. El precio de sus acciones caía en picado y, al acabar ese año, Akamai había perdido a 150 de sus clientes. No en vano, las empresas de internet se hundían.

"No importa lo que ocurra, no perderemos. Nos negamos a perder", aseguró Lewin a sus empleados cuando anunciaban el lanzamiento de un nuevo producto, según recoge la biografía del genio escrita por Knight Raskin. Salir adelante significaba trabajar aún más duro. Algunos empleados de Akamai apenas pasaban por casa. El propio Lewin se separó temporalmente de su mujer.

Today we remember Akamai co-founder, Danny Lewin, and all those impacted by September 11th. pic.twitter.com/WKrL9zAbZf

El negocio seguía sin ir bien y el 10 de septiembre de 2001 Lewin y Leighton decidieron que despedirían a 500 de los 1.500 empleados de Akamai. Al día siguiente, sin apenas dormir, Lewin se subía al vuelo 11 de American Airlines, el primero en estrellarse contra una de las Torres Gemelas. Lewin falleció antes del impacto. Los terroristas le apuñalaron en el cuello pocos minutos después de despegar. Por ello, se cree que pudo ser la primera víctima de los atentados del 11-S.

Aquel fatídico día se produjo la situación que él tanto había estudiado: un aumento muy acusado del tráfico de la red. Aunque él no lo vería, Akamai demostró su potencial respaldando a los grandes medios a los que el mundo entero quería acceder para enterarse de lo sucedido.

Lewin falleció antes del impacto contra las Torres Gemelas. Los terroristas le apuñalaron en el cuello pocos minutos después de despegar

Hoy en día, Akamai sirve casi 3 billones de peticiones diarias. La revista Fortune la incluye en el puesto 851 de su lista de las mayores empresas de Estados Unidos. Según la web de la compañía, su red de distribución de contenido comprende más de 233.000 servidores en más de 130 países y presta sus servicios al 60% de las empresas de la lista Fortune 500. Más de 6.600 personas trabajan en la multinacional, que además ofrece otros productos.

Desde 2013, Tom Leighton, su fundador, está al frente como CEO. "Estoy muy agradecido a los empleados de Akamai por su duro trabajo durante las dos últimas décadas para convertir en realidad el sueño de que internet fuera rápido, confiable y seguro", decía al enterarse del reconocimiento del National Inventors Hall of Fame que ha recibido junto al ya fallecido Danny Lewin, el que un día fuera su pupilo, socio y amigo.

En 1994, Tim Berners-Lee, padre ya por entonces de las tres uves dobles, se mudaba del CERN al Instituto Tecnológico de Massachusetts. Allí, puso un sobrenombre más despectivo a su creación: World Wide Wait (algo así como la Gran Espera Mundial). Pretendía aludir a un problema que se iría agravando con el tiempo: cuando el tráfico hacia una web era demasiado alto, la página no lo soportaba y se producía una especie de cortocircuito. Teniendo en cuenta que el número de usuarios de internet (en 1995, menos del 1% de la población) no paraba de crecer, el inventor de la Web sabía que las dificultades serían cada vez mayores.

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