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Los "fallos de diseño" en buques de combate españoles que han indignado a Australia
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¿Fallos de "diseño" o boicot a la industria española?

Los "fallos de diseño" en buques de combate españoles que han indignado a Australia

Dos buques fabricados por la española Navantia para la Armada australiana han sufrido averías en sus propulsores. Los barcos costaron más de $3.000 millones. ¿De quién es la culpa?

Foto: El HMAS Canberra poco antes de entrar en servicio en 2014. (Foto: Armada Australiana)
El HMAS Canberra poco antes de entrar en servicio en 2014. (Foto: Armada Australiana)

La industria militar española, y en especial la construcción naval, ha conseguido en los últimos años importantes contratos en todo el mundo. La empresa Navantia, tras convertirse en la primera del mundo en construir un portaaviones para una armada ajena con el HTMS Chakri Naruebet tailandés, ha vendido flotas enteras de buques de guerra a países como Noruega, Turquía o Australia incluyendo fragatas (basadas en las F-100 de la Armada española), buques logísticos y buques de desembarco anfibio con capacidad aérea basados en el BPE Juan Carlos I español. Sin embargo, unas averías en dos ejemplares de la clase Canberra australiana han levantado una fuerte polémica en ese país, cuyos medios acusan al fabricante español de tener toda la culpa. Se trata de una seria amenazan al buen nombre de las exportaciones navales españolas en la víspera de un gran concurso para nueve fragatas más.

Foto: El buque 'HMS Ocean' de la Armada británica. (Foto: Wikimedia Commons)

Los dos buques de la clase Canberra fueron contratados a Navantia por el Ministerio de Defensa australiano en 2007, ganando a potentes ofertas como la francesa de un derivado de su clase Mistral. Los dos barcos costaron en total 3.000 millones de dólares, de los cuales unos 1.400 millones de euros acabaron en la industria española, que se encargó de construir los cascos en los astilleros de El Ferrol. Una vez botados, los cascos fueron trasladados a Melbourne, donde empresas australianas finalizaron la construcción.

El primer barco, HMAS Canberra, entró en servicio a finales de 2014 y el segundo, HMAS Adelaida, en diciembre de 2015. Los contratos incluían otros productos como 12 lanchas de desembarco y se unieron a otras ventas como los tres destructores antiaéreos de la clase Hobart (basados en las fragatas F-100) y los dos buques logísticos basados en la clase Cantabria.

Esta misma semana se ha entregado oficialmente el HMAS Hobart a la Armada australiana tras finalizar sus pruebas de mar. Navantia ha vendido también el diseño del buque de asalto anfibio turco TCG Anadolu que se construye en los astilleros Sedef. El astillero español además está entre los tres preseleccionados para el contrato SEA 5000 en Australia por nueve fragatas antisubmarinas por valor total de más de 30.000 millones de dólares, con un diseño basado en las futuras F-110 para la Armada española. Compite con un astillero italiano y otro británico.

Sistemas de propulsión averiados

Por eso ha levantado tanto revuelo la reciente inmovilización de los dos buques de la clase Canberra a causa de averías de sus sistemas de propulsión. A mediados de mayo ambos barcos tuvieron que suspender sus ejercicios y maniobras para revisar sus plantas propulsoras ante la aparición de problemas.

El HMAS Adelaide fue colocado en dique seco para revisar sus instalaciones ante la aparición de fragmentos metálicos en muestras de lubricante tomadas de sus ‘pods’ propulsores. Y en el HMAS Canberra se han producido migración de lubricantes (que tienen diferentes densidades en distintas zonas de los motores) por problemas de los sellos, aunque este barco ya ha sido reparado y ha vuelto a incorporarse a la flota.

El sistema de propulsión de los Canberra, como el del Juan Carlos I español, se basa en dos ‘pods’ externos que actúan como impulsores y como timones, ya que pueden girar 360 grados. Los motores son eléctricos fabricados por Siemens, tienen 15.000 cv cada uno y mueven dos hélices de 4,5 m de diámetro por pod. Para mejorar la maniobrabilidad hay dos propulsores laterales a proa, también eléctricos, de 2.000 cv.

La electricidad es generada a bordo por una planta mixta CODAG que consta de dos grandes motores diésel Navantia MAN de casi 10.000 cv (para la potencia de crucero) y una turbina de gas General Electric LM2500 capaz de producir 25.690 cv (para potencia máxima). Los barcos incorporan asimismo un generador diésel de emergencia Progener-Mitsubishi de 2.000 cv. En conjunto, los Canberra pueden alcanzar los 20,5 nudos y son considerados muy maniobrables.

La aparición de problemas en los ‘pods’, fabricados por Siemens, ha causado consternación en la armada australiana y cierta controversia en la prensa local. En unas primeras informaciones se culpó a un deficiente mantenimiento de los barcos de las averías, lo que fue tajantemente desmentido por la marina. También se ha especulado con la posibilidad de que los barcos llevasen demasiado tiempo en el mar como causa de los problemas.

Lo cierto es que los problemas que tuvo el Juan Carlos I nada tuvieron que ver con los de los buques australianos y fueron relativamente menores

Posteriormente, el contraalmirante Adam Grunsell, que se encarga de los sistemas navales en el Grupo de Adquisición y Apoyo de Capacidades del Ministerio de Defensa, declaró que "bien podría ser un fallo de diseño", y otras noticias recordaron que el BPE Juan Carlos I español tuvo también problemas. De momento el MAS Adelaida va a perderse unas importantes maniobras con la flota estadounidense y técnicos de Navantia y Siemens trabajan para localizar y resolver el problema. Fuentes consultadas del astillero español han asegurado a Teknautas que “Navantia está trabajando con la Marina y el Ministerio de Defensa australianos y todos estamos convencidos que se podrá resolver en breve y los barcos seguirán realizando con éxito sus misiones”. La Armada australiana, por su parte, cree que es pronto para asignar responsabilidades.

Lo cierto es que los problemas que tuvo el Juan Carlos I nada tuvieron que ver con los de los buques australianos y fueron relativamente menores, nada fuera de lo habitual en un buque primero de su clase. Uno de los motores diésel tuvo que ser reemplazado a causa de un problema de fábrica y en las pruebas de mar se detectó cavitación en las hélices proeles de los ‘pods’, un defecto que provoca ruidos, erosión y pérdida de eficiencia y que se resolvió cambiándolas. La turbina de gas General Electric también necesitó ajustes en 2013. Desde entonces los buques tanto español como australianos han dado excelente rendimiento a sus respectivas marinas; los problemas actuales son considerados menores y sencillos de reparar.

Respecto al escándalo generado no se puede olvidar el resquemor que los éxitos de la empresa española Navantia en sucesivos concursos ha causado en las empresas, la industria y la prensa australianas. Como tampoco es inocente la proximidad del mayor concurso de suministro de buques de superficie en aquel país, el SEA 5000 con sus 9 barcos por un valor superior a los 30.000 millones de euros, lo que supone negocio y carga de trabajo a lo largo de décadas.

No sería extraño que grupos de presión interesados hayan intentado compensar las excelentes relaciones y el historial de cooperación con la marina australiana que coloca en buena posición a la oferta española respecto a sus competidores. Cosas peores se han visto en concursos internacionales de este tipo.

La industria militar española, y en especial la construcción naval, ha conseguido en los últimos años importantes contratos en todo el mundo. La empresa Navantia, tras convertirse en la primera del mundo en construir un portaaviones para una armada ajena con el HTMS Chakri Naruebet tailandés, ha vendido flotas enteras de buques de guerra a países como Noruega, Turquía o Australia incluyendo fragatas (basadas en las F-100 de la Armada española), buques logísticos y buques de desembarco anfibio con capacidad aérea basados en el BPE Juan Carlos I español. Sin embargo, unas averías en dos ejemplares de la clase Canberra australiana han levantado una fuerte polémica en ese país, cuyos medios acusan al fabricante español de tener toda la culpa. Se trata de una seria amenazan al buen nombre de las exportaciones navales españolas en la víspera de un gran concurso para nueve fragatas más.

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