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El 'dron kamikaze' (y desconocido) que construyó uno de los hermanos Wright
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el primer aeroplano sin piloto

El 'dron kamikaze' (y desconocido) que construyó uno de los hermanos Wright

Durante la I Guerra Mundial, Orville Wright asesoró en la creación del Kettering Bug, una avanzada bomba voladora no tripulada. Aunque llegó a funcionar, no entró en combate

Foto: Cortesía del National Museum of the US Air Force
Cortesía del National Museum of the US Air Force

Tras lanzar una moneda al aire que le otorgaría la victoria sobre su hermano, Orville Wright ostentó el honor de despegar del suelo durante 12 segundos y recorrer 36, 5 metros sobre la revolucionaria máquina voladora que ambos habían construido el 17 de diciembre de 1903. Pasaba así a convertirse en el piloto del primer vuelo a motor.

Más de una década después, se creaba la Dayton Wright Airplane Company. Pese a su nombre, no pertenecía a aquellos hermanos de Ohio que sin estudios, preparación ni padrinos habían desarrollado un avión revolucionario. Tras la muerte de su hermano Wilbur, Orville decidió vender su compañía de fabricación de aviones, cansado de encargarse tan solo de supervisar a sus trabajadores.

Pese a ello, siguió siendo asesor de aquella nueva empresa que desarrollaría un invento muy adelantado a su época: un aeroplano que no necesitaba piloto hace casi un siglo. Eso sí, su finalidad era menos inocente que la del Flyer que los pioneros de la aviación crearon para descubrir los trucos del vuelo de los pájaros. Aquel tío abuelo de los drones estaba diseñado para explotar.

Un torpedo aéreo sin piloto

En 1917, poco después de que Estados Unidos entrara en la I Guerra Mundial, el ejército estadounidense encargó al inventor e ingeniero Charles F. Kettering que desarrollara una “bomba voladora” no tripulada. Glenn Curtiss, un piloto al que los hermanos Wright habían demandado años antes, acusándole de crear su avión con el diseño que ellos habían patentado, había mostrado ya un torpedo aéreo creado para la Marina en esa fecha. La Armada no quiso quedarse atrás.

Kettering, uno de los impulsores de la recién nacida Dayton Wright Airplane Company, estaba convencido de que podía crear un torpedo mejor que el de Curtiss. Orville Wright decidió entonces echar una mano a su amigo Charles y se convirtió en el consultor del invento.

Juntos desarrollaron el que pasó a ser conocido como Kettering Bug (Bicho Kettering), un pequeño biplano de madera que pesaba unos 250 kilos, incluyendo los 80 kilos de explosivos. La compañía Ford se encargaría de diseñar el motor capaz de hacer funcionar el invento para que se desplazara a grandes distancias.

Kettering ideó un funcionamiento peculiar para el aeroplano que acabaría llevando su nombre. Antes del despegue, los técnicos tenían que trazar la trayectoria del avión y estudiar la velocidad del viento y la distancia a su objetivo para calcular las revoluciones del motor necesarias para que llegara a su destino. Cuando se acercara a él, el motor se detendría, las alas se soltarían y el Kettering Bug impactaría contra el suelo haciendo que detonase su carga explosiva.

Ahora bien, ¿cómo lograba volar y mantenerse en el aire? Para conseguir que despegara del suelo, el Kettering Bug debía ir subido a una suerte de carro que discurría a lo largo de un carril, un método que los hermanos Wright ya habían utilizado para que su Flyer echara a volar. Una vez en el aire, una serie de controles neumáticos y eléctricos, además de un giroscopio, lo estabilizarían y guiarían hasta su objetivo en un rango de 120 kilómetros y a una velocidad máxima de 190 kilómetros/hora, mientras unos sensores de presión lo mantendrían a una cierta altura.

Las 50 aeronaves que no entraron en combate

A principios de 1918, el ejército estadounidense decidió encargar a Kettering la fabricación de 25 de sus Bugs. Pese a ello, las primeras pruebas no salieron bien y el inventor tardó tiempo en conseguir su primer vuelo exitoso. En algunas ocasiones no lograba despegar y en otras la aeronave no cumplía su misión.

De hecho, según el exhaustivo libro Unmanned Systems of World Wars I and II, el Kettering Bug alcanzó unos 3.000 metros de altitud en una ocasión, pero en lugar de dirigirse donde debía, vagó describiendo círculos y acabó estrellándose. La firma del armisticio que pondría fin a la Gran Guerra, firmado el 11 de noviembre de aquel año, haría que aquellos aviones sin piloto que no funcionaban precisamente a la perfección nunca llegaran a entrar en combate.

En total, se construyeron una cincuentena de estos letales biplanos no tripulados. Pese a que algunos fueron trasladados a otros lugares —su diseño era modular para facilitar su hipotético viaje a Europa— e incluso continuaron probándose, el proyecto no llegó a buen puerto. La iniciativa había supuesto un gasto de 275.000 dólares (unos 3 millones de euros actuales teniendo en cuenta la subida de los precios) y no había más fondos para continuar su desarrollo. Tampoco el torpedo aéreo que les precedió llegó a utilizarse.

A finales de 1919, General Motors compraría la Dayton Wright Airplane Company, una empresa que acabaría cerrando años después. Eso sí, al ingenioso Kettering no le iría nada mal, ya que se convertiría en el jefe de investigación de la famosa compañía de automóviles. Su invento no cayó en el olvido por completo: aún hoy, el Museo Nacional de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, situado cerca de Dayton, exhibe una réplica realizada en los años 60.

Aunque estrictamente el Kettering Bug es un antepasado de los misiles de crucero antes que de los drones —solo podía usarse una vez y era en sí mismo un proyectil— lo cierto es que el mero hecho de que se concibiera un avión sin piloto hace un siglo ya lo convierte en un importante y malogrado precedente de los vehículos aéreos no tripulados.

The bureau of investigative journalism acaba de desvelar que durante la Administración Obama se han producido 563 ataques con drones en Pakistán, Somalia y Yemen, provocando la muerte de entre 384 y 807 civiles. Lamentablemente, los drones de combate de hoy en día funcionan bastante mejor que el Kettering Bug.

Tras lanzar una moneda al aire que le otorgaría la victoria sobre su hermano, Orville Wright ostentó el honor de despegar del suelo durante 12 segundos y recorrer 36, 5 metros sobre la revolucionaria máquina voladora que ambos habían construido el 17 de diciembre de 1903. Pasaba así a convertirse en el piloto del primer vuelo a motor.

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