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El fraude español del motor de agua: así era el "revolucionario invento" franquista
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INVENTADO POR ARTURO ESTÉVEZ VARELA

El fraude español del motor de agua: así era el "revolucionario invento" franquista

Arturo Estévez Varela lo presentó como un invento sin precedentes y cedió la patente al gobierno franquista. Sin embargo, aquel motor de agua revolucionario no tenía ni pies ni cabeza

Foto: Arturo Estévez Varela copó todos los medios a principios de los 70, pero su invento era pura superchería. Imagen: Diario Hoy
Arturo Estévez Varela copó todos los medios a principios de los 70, pero su invento era pura superchería. Imagen: Diario Hoy

Se dio a conocer a la sociedad española a principios de los 70 prometiendo ser poseedor de un invento revolucionario que pondría a nuestro país a la cabeza de la innovación mundial. Sin embargo, era todo un fraude, pura superchería. La vida del perito industrial Arturo Estévez Varela estuvo marcada por aquel supuesto invento: un motor de agua que acabaría con la tiranía del petróleo (que ya por entonces era carísimo) y pondría al servicio del mundo entero una energía limpia y tremendamente barata. Un invento que copó la atención de todos los medios de la época e incluso del propio gobierno franquista, pero que murió enterrado.

Foto: El Edificio 32 del MIT junto al edificio que albergó el ITP en Madrid. (Montaje: Enrique Villarino)

Arturo Estévez Varela nació en Valle de la Serena el 31 de julio de 1914. Tras formarse como perito industrial, el extremeño empezó a desarrollar una curiosidad inusitada por la ciencia, la tecnología y los inventos que pudieran solucionar de algún modo la vida del ciudadano medio. Empezó sus labores de desarrollo en los años 50, pero fue en 1969 cuando dio con su mejor tecla.

Un motor que funcionaba sólo con agua

El perito tiró de su mejor marketing. Aquel año cogió su moto y fue de pueblo en pueblo. Buscaba un lugar concurrido, llamaba la atención de la gente y, cuando ya tenía cierto tumulto a su alrededor, comenzaba su actuación: Estévez cogía su botijo, bebía un trago de agua, el resto lo echaba en el depósito de la moto, arrancaba la moto y, efectivamente, aquello andaba. La sorpresa e incredulidad de los congregados era evidente.

Estévez cogía su botijo, bebía un trago de agua, el resto lo echaba en el depósito de la moto, arrancaba la moto y, efectivamente, aquello andaba

Nuestro protagonista no tardó en llamar la atención de todos los medios de comunicación. Así lo revelan las infinitas crónicas que los periódicos, radios y televisiones le dedicaron entre 1970 y 1971: por entonces se hablaba de todo un orgulloso inventor español, de un motor que con cuatro litros de agua conseguía "una autonomía de 900 kilómetros" y de que el propio Estévez, en un magnánimo acto de patriotismo, había decidido ganar menos dinero para que su fulgurante invento no fuese fabricado en el extranjero, sino en España.

De hecho, la ambición patriótica del inventor le llevó un pasó más allá en 1971: "De mi patente, la licencia para España la cedo gratuitamente al Estado para beneficio de todos los españoles". De golpe y porrazo, resulta que no sólo teníamos en nuestras filas al mejor inventor de la década, sino que además su tecnología nos iba a salir gratis.

¿Conspiración?

Sin embargo, nunca más se supo gran cosa de aquello. El aparente invento de este perito extremeño dejó de salir en los medios, de ser divulgado y de acapar el protagonismo que, hasta muy poco antes, había cosechado. Pero, ¿por qué?

Por aquel entonces se habló poco del asunto, más allá de que el gobierno de Franco lo había descartado. Con el tiempo, las teorías de la conspiración fueron tomando forma, y a día de hoy gozan de una grandísima salud en nuestro país. Actualmente no es difícil encontrar todo tipo de blogs y publicaciones que aseguran que el invento de Estévez no siguió adelante por una conspiración (o varias).

Unos decían que los poderes económicos e industriales de la época habrían robado la patente de Estévez; otros, que había sido el propio Franco el que, presionado por las empresas petrolíferas, había guardado el fulgurante invento en un cajón. Incluso el mismísimo Iker Jiménez le dedicó un reportaje.

"Ya hemos hecho bastante el ridículo"

Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que el aparente invento de Arturo Estévez Varela quedó dormido en un cajón por el motivo que algunos escépticos ya apuntaban tímidamente a principios de los 70: aquello, tal y como lo presentaba el inventor, era un fraude sin sentido, una chifladura científicamente irrealizable, ya que violaba las leyes de la mecánica y la termodinámica.

Por lo que parece, Franco encargó un análisis técnico y científico a un grupo de ingenieros, que fallaron absolutamente en contra del aparente invento de Estévez. Tras el informe negativo, las crónicas posteriores le atribuyen al dictador las palabras textuales con las que explicó por qué el motor de agua no sería apoyado: "Ya se ha hecho bastante el ridículo".

Ni conspiración ni censura: el invento de Estévez era una chifladura sin rigor científico

Estaba claro que, sólo con agua, aquel motor no podía funcionar. Arturo Estévez aseguraba tener otro material "secreto" que nunca acababa de revelar. Los científicos de la época hicieron su pronóstico: aquel material era boro. Estévez decía que no, que era un material mucho más barato, rentable y duradero, pero nunca dijo cuál. A día de hoy, los científicos que han analizado los motores del inventor lo tienen claro: la 'sustancia mágica' era boro.

Entonces, ¿podría echar a andar un motor compuesto de agua y boro? Pues lo cierto que sí, ya que ambos podrían generar la combustión que diese lugar al hidrógeno, pero en realidad tenía un problema: sería muchísimo menos eficiente que un motor de gasolina.

El motor funciona con boro (y no es rentable)

Las razones se han explicado varias veces, pero el mejor resumen es el del autor de La mentira está ahí fuera: "Se necesitan 45 litros de agua y 19 kg de boro para producir 5kg de hidrógeno, que proporcionarían una autonomía semejante a la de un tanque de 40 litros de gasolina o gasoil. El precio de esos 19kg de boro rondaría los 68.000 euros, mientras que el equivalente en gasoil sería unos 40 euros. Por una vez tengo que dar la razón a Franco: esto es absurdo".

Problema solucionado: el motor de agua de Arturo Estévez Varela era, simplemente, un fraude. Un final sin pena ni gloria para un perito industrial que, no obstante, murió dejando tras de sí un sinfín de apariciones en medios por otros inventos (a cual más estrafalario) y un total de 22 patentes registradas en España. Algunas de ellas tan curiosas como la de un asador de pollos por rayos infrarrojos, la de una linterna de mano de carga continua o la de una máquina aventadora para limpiar cereales.

Sin embargo, hay un mérito que cabe reconocerle a Estévez: haberse fijado en que, para fabricar motores más limpios y baratos, hay que obsesionarse con conseguir hidrógeno de la manera más eficiente posible. Es una lucha que a día de hoy aún mantiene muchos investigadores, aunque todos tienen una cosa clara: la fórmula mágica no estará compuesta por agua y boro.

Se dio a conocer a la sociedad española a principios de los 70 prometiendo ser poseedor de un invento revolucionario que pondría a nuestro país a la cabeza de la innovación mundial. Sin embargo, era todo un fraude, pura superchería. La vida del perito industrial Arturo Estévez Varela estuvo marcada por aquel supuesto invento: un motor de agua que acabaría con la tiranía del petróleo (que ya por entonces era carísimo) y pondría al servicio del mundo entero una energía limpia y tremendamente barata. Un invento que copó la atención de todos los medios de la época e incluso del propio gobierno franquista, pero que murió enterrado.

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