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Sin ruedas y levitando: así se imaginaba el coche 'volador' hace medio siglo
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nacimiento y vida del Levacar

Sin ruedas y levitando: así se imaginaba el coche 'volador' hace medio siglo

Ford presentó el Levacar, un extravagante automóvil que se despegaba del suelo por la presión del aire, a finales de los 50. Nos concebía volando a toda velocidad en el siglo XXI

Foto: Imagen de un folleto del Levacar
Imagen de un folleto del Levacar

Un futurista coche, más similar a la nave en la que viajaban ‘Los supersónicos’ que a un automóvil como los de ahora, levitó ante un entusiasmado público en Estados Unidos allá por 1959. No se trataba de un truco de magia: el prestidigitador acomodado en su único asiento era ni más ni menos que el entonces vicepresidente de ingeniería e investigación de Ford.

Foto: Coche volador. (Wright-brothers.org)

El sonriente Andrew Kucher presentaba con aquella demostración el primer prototipo a escala humana de un sistema con el que soñaba desde hacía tiempo. Ya en los años 20, el investigador se preguntó cómo podrían superar los vehículos las limitaciones de velocidad que les imponían las cuatro ruedas. Así que se le ocurrió la chocante idea de prescindir de ellas.

Lógicamente, el automóvil sin neumáticos se vería limitado por la fricción con el suelo si se deslizaba sobre él, por lo que, tras unas cuantas cavilaciones, Kucher ideó una alternativa. El coche podría desplazarse sobre una película de aire sin ni siquiera rozar la superficie.

El Levacar y su predecesor, el Levascooter

Levacar, el nombre que el investigador puso a aquel invento, no debió parecer un plan descabellado a la compañía en la que nació la producción en serie de vehículos. A mediados del pasado siglo, Ford presentó un modelo a pequeña escala e incluso desarrolló el Levascooter, un original patinete en el que dos personas podrían desplazarse a unas “milésimas de pulgada” del suelo. “Deslizarse con él es más fluido que deslizarse sobre el hielo”, aseguraba la compañía.

Los prototipos levitaban sobre superficies lisas gracias a unas placas circulares situadas en la parte inferior a las que Ford llamó, como no podía ser de otra forma, ‘levapads’. Cada una de ellas estaba unida a un tubo que conducía el aire hacia abajo. De esta forma, la presión del aire dirigido a los ‘levapads’ provocaba que los vehículos, asombrosamente, se levantaran del suelo. Para que los Levacar pudieran circular, Kucher planeaba que una turbina se encargase de propulsarlos.

Tres ‘levapads’ sostenían en el aire el prototipo de 200 kilos que Kucher presentó en Michigan, capaz de moverse por ese método sobre una pequeña plataforma a la que estaba amarrado. Era el primero en el que el propio conductor tenía el “control sobre la levitación y la velocidad de avance”, según anunció el vicepresidente de ingeniería en aquella exhibición ante la prensa, donde incluso dejaron que algún periodista tomara asiento en el singular cacharro.

800 kilómetros por hora… ¡sin neumáticos!

Supuestamente, el sistema de Kucher permitiría que los vehículos se desplazaran a velocidades de hasta “500 millas por hora [804 kilómetros por hora] — ¡sin ruedas!”, o al menos eso afirmaba Ford. “El coche conducido por el aire está más cerca”, señalaba con entusiasmo el Detroit Free Press. “En 50 años: ¡los coches volarán como misiles!” titulaba el Chicago Tribune tras escuchar las explicaciones de aquel ingeniero visionario.

La compañía no pretendía que los Levacar sustituyeran a los vehículos particulares, ya que consideraban que alcanzar esas velocidades solo era una necesidad para los que tenían que recorrer medias o largas distancias. Los coches con dotes para la levitación serían tan solo “un lujo” similar a los ‘jets’ privados, por lo que llegaron a diseñar prototipos para cuatro personas. No obstante, serían los más amplios vehículos públicos, que permitirían “viajes muy frecuentes”, los que triunfarían.

Hasta 200 pasajeros cabrían en los Eolo, el nuevo medio de transporte que discurriría sobre raíles gracias a otros ‘levapads’ que guiarían a los vehículos por ellos. De ese modo, se superarían las dificultades del invento para circular por terrenos irregulares.

La compañía planeaba así desarrollar una suerte de tren ‘maglev’ sin imanes años antes de que comenzaran a construirse los convoyes de levitación magnética. “Combinar las características del transporte terrestre y el vuelo libre será casi común en el año 2000”, explicaba Kucher a ‘The Daily Herald’ en 1960. El diario hablaba en su artículo de una “revolución del transporte” en el siglo XXI, ya que los viajes “entrarán en la era atómica”.

“En unas pocas décadas, el deseo de viajar a alta velocidad ha llevado al hombre a desarrollar la locomotora, el automóvil, el coche y el cohete. Hoy puede viajar a través del aire a velocidades que exceden el sonido y es probable que pronto aterrice en la luna”. Un folleto del Levacar auguraba la llegada de los humanos al satélite terrestre para justificar así la necesidad de que los vehículos nos transportaran a gran velocidad sin necesidad de rodar sobre el asfalto.

Sin embargo, los únicos Levacar que acabaron llegando al gran público son los del kit de juguete que permitía unir las piezas de ese coche volador sin altura de miras. El ambicioso proyecto de aquel visionario que imaginó automóviles levitando ya en los felices años 20 acabó quedando en agua de borrajas.

“Tenemos nuestro futuro, el futuro del transporte en nuestras dos manos, en los cerebros de nuestros científicos e ingenieros. Casi todo es posible en el año 2000”, pronosticaba con vehemencia el ‘Daily Herald’ hace más de medio siglo relatando las hazañas de Kucher.

Pese a ello, el ‘maglev’ nipón no superó los 603 kilómetros por hora hasta el año pasado, fue hace unos meses cuando la Fuerza Aérea estadounidense logró que un prototipo de tren de levitación magnética alcanzara el récord de los 1.018 kilómetros por hora —superando la velocidad hipotética a la que discurrirían los Levacar— y aún quedan años para que disfrutemos del supersónico Hyperloop. Tampoco nuestro coche parece una nave espacial y nos transporta rápidamente levitando para evitar los atascos mañaneros. Al menos por el momento.

Un futurista coche, más similar a la nave en la que viajaban ‘Los supersónicos’ que a un automóvil como los de ahora, levitó ante un entusiasmado público en Estados Unidos allá por 1959. No se trataba de un truco de magia: el prestidigitador acomodado en su único asiento era ni más ni menos que el entonces vicepresidente de ingeniería e investigación de Ford.

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