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El español que vende móviles justos: "Abrir una fábrica en Europa no es una opción"
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respeta el medio ambiente y a los trabajadores

El español que vende móviles justos: "Abrir una fábrica en Europa no es una opción"

Miquel Ballester es cofundador de Fairphone, una empresa que fabrica 'smartphones' sostenibles. Frente al resto de fabricantes, la compañía ha tomado el camino difícil

Foto: (Fairphone)
(Fairphone)

Apple trabaja con catorce fábricas en China, pertenecientes a siete empresas distintas, para producir los iPhones y iPads que vende internacionalmente. Según su último informe sobre sostenibilidad, Samsung dispone de trece en el país asiático, aunque cuenta con catorce más en otros territorios del continente oriental.

Foto: Energy Pro Navy

A estas cifras hay que sumar los proveedores de los distintos componentes electrónicos de los dispositivos, suministradores de minerales, de metales ya refinados… Un mosaico que se concentra al este y sur del planeta. “Una pieza tan minúscula como un motor de vibración contiene 20 sustancias diferentes”, explica a Teknautas Miquel Ballester, cofundador de Fairphone, una empresa con fines sociales que produce móviles de forma sostenible. Han lanzado dos modelos hasta la fecha: el Fairphone 1 y el 2, un teléfono modular.

Uno de los objetivos principales de la compañía, afincada en los Países Bajos, es la transparencia: informar sobre dónde y cómo se lleva a cabo cada paso en la cadena de producción de los ‘smartphones’ que fabrican. Colaboran con aquellas empresas e iniciativas que, pese a operar en países en vías de desarrollo, no atentan contra el medio ambiente ni los derechos de los trabajadores. Una tarea difícil dada la cantidad de intermediarios que toman parte en el proceso.

En cada territorio existe una situación compleja con la que hay que lidiar irremediablemente. En China, las condiciones laborales de los empleados son especialmente preocupantes, pues pocas instalaciones respetan sus derechos. Los trabajadores tienen un sindicato oficial, pero no pueden crear ningún otro ni elegir el que más les convenga. “Depende de la zona, pero su efectividad es bastante cuestionable”, advierte el mallorquín. Por eso ellos optaron por dar formación a los trabajadores y crear un fondo social –el Worker Welfare Fund− junto con su socio chino, que utilizaron, entre otras cosas, para aumentar el salario a los empleados.

Mucha palabrería y medidas insuficientes

El reciente informe KnowYourChain analiza las políticas y prácticas de una veintena de grandes fabricantes de tecnología −entre ellos Apple, HP, Canon, Samsung, Hitachi y Cisco− en lo que respecta a las condiciones laborales de las fábricas que tienen en otros países. Mientras que todos aseguran estar concienciados con el tema, poner en marcha iniciativas sociales y seguir los códigos establecidos por la Coalición Ciudadana de la Industria Electrónica y la OCDE, la realidad no refleja los supuestos esfuerzos de los que presumen.

Los gigantes puntúan de media un escaso 16 sobre 100 al valorar su éxito para dar voz a los empleados más desfavorecidos, representar sus intereses y defender sus derechos. Y atendiendo a la puntuación total obtenida por las empresas, HP y Apple destacan por su buen comportamiento, mientras que Canon y Hitachi ocupan los últimos puestos del ‘ranking’.

Según la Organización Internacional del Trabajo, la mano de obra forzada genera anualmente unos 150.000 millones de dólares (alrededor de 134.312 millones de euros). Por su parte, un informe de la iniciativa Verité desvelaba en 2014 que un tercio de los inmigrantes que trabajan en la industria electrónica en Malasia lo hacen en condiciones desfavorables.

Para Ballester, el hecho de que se cumpla o no la legislación laboral depende en gran medida “del empeño que ponga la empresa”. El actual sistema económico tampoco ayuda: “Los picos de consumo que tenemos no contribuyen a la estabilidad de la cadena de suministro ni de los trabajadores”, asegura. Las compañías necesitan a veces contratar un gran número de empleados que luego despiden cuando la demanda cae.

Fairphone no sigue este modelo enfocado a maximizar los beneficios, aunque no les ha resultado sencillo cambiar de rumbo. “Cuando empezamos en 2013, estudiamos la posibilidad de producir los teléfonos cerca de casa”, explica Ballester. Al menos la parte de ensamblaje y montaje final. Pero no hubo manera. “Si ahora mismo quieres producir en masa cualquier dispositivo electrónico de consumo, no tienes muchas más alternativas que irte a Asia”, dice el cofundador. “Abrir una fábrica en Europa no es una opción”.

Este escenario de deslocalización obligada no se debe únicamente a los ingentes costes asociados, sino también a la falta de medios. “Todos los proveedores, el conocimiento y la mayoría de usuarios están allí”, afirma el mallorquín. “Las empresas anteriores, que tienen más de 20 años, han sido las protagonistas de este fenómeno”.

Minerales con un alto precio social

En África, una de las actividades más afectadas por la industria tecnológica internacional es la minería. Al coltán, la casiterita, el wolframio y el oro provenientes de la República Democrática del Congo y los nueve países limítrofes se los considera minerales en conflicto o minerales de sangre. Reciben este nombre porque en esas regiones su extracción está controlada por guerrillas. “Muchos mineros artesanales se unen a los grupos armados porque es la única forma de conseguir un plato de comida”, señala Ballester.

En vista de las circunstancias, la Comisión del Mercado de Valores estadounidense elaboró una norma para obligar a las empresas a informar sobre la procedencia de los metales tantalio, tungsteno, estaño y oro (extraídos de los citados minerales), muy utilizados en la fabricación de ‘smartphones’. La exigencia está incluida en la ley Dodd-Frank, que se aplica desde el 2010, mientras que la Unión Europea adoptó la misma consideración el año pasado. “Como es muy difícil comprobar si los beneficios de la minería van a grupos armados, muchas compañías dejaron de comprar los materiales en esa zona”, explica Ballester.

En Fairphone adquieren los minerales en el este del Congo, aliándose con iniciativas que garanticen que no hay guerrillas implicadas en la gestión de las minas y que los trabajadores tienen las condiciones adecuadas. Persiguen una meta a largo plazo: “El objetivo es estabilizar la zona y apostar por el desarrollo de un comercio justo: que los obreros tengan equipos de protección, que estén asociados, que se cumplen sus derechos, etc.”

“Nuestro modelo es totalmente distinto”, sentencia Ballester. Fabricar el teléfono solo “es una excusa” para involucrarse en iniciativas que contribuyan al desarrollo de las zonas más desfavorecidas. Cuando prima la obtención de beneficios, “se va a hacer de la manera que cueste menos tiempo y resulte más fácil”, concluye el cofundador de Fairphone. Y eso ya sabemos las consecuencias que conlleva.

Apple trabaja con catorce fábricas en China, pertenecientes a siete empresas distintas, para producir los iPhones y iPads que vende internacionalmente. Según su último informe sobre sostenibilidad, Samsung dispone de trece en el país asiático, aunque cuenta con catorce más en otros territorios del continente oriental.

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