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La mujer que lleva media vida registrando 'online' cada cambio de su cuerpo
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de las horas de sueño a las calorías que ingiere

La mujer que lleva media vida registrando 'online' cada cambio de su cuerpo

Shannon Conners lleva más de dos décadas apuntando los detalles de su dieta y su ejercicio físico. Se ha convertido en un ejemplo para los amantes del 'quantified self'

Foto: (Shannon Conners | JMP)
(Shannon Conners | JMP)

Cada mañana, Shannon Conners mide religiosamente su frecuencia cardiaca con su pulsómetro Polar H7, se pesa con una báscula que charla con su móvil por wifi y calcula su porcentaje de grasa corporal o su masa muscular con un dispositivo Skulpt Aim con el que reconoce estar obsesionada. El resto de la jornada, cuenta sus pasos o la calidad de su sueño gracias a una pulsera Fitbit y registra cada detalle de los alimentos que degusta gracias a la ‘app’ MyFitnessPal.

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No se conforma con monitorizar todos esos pormenores. Doctorada en bioinformática, le apasiona crear con ellos gráficos para estudiar de un vistazo la influencia de sus ejercicios de pesas en cada parte de su anatomía, la relación del colesterol que ingiere con su rango de peso o el auge y caída del pan en su dieta.

“Me he dado cuenta de que monitorizarme me ayuda a mantenerme en el buen camino y es por lo que continúo haciéndolo aunque mantengo mi peso desde hace cuatro años”, explica Shannon Conners a Teknautas con los datos en la mano. “Conocer cuánto he dormido la noche de antes y si ha sido un sueño de buena calidad me ayuda a decidir qué entrenamiento hago ese día. Si algunos días no he dormido bien, es peligroso exigirse lo máximo en el gimnasio”.

Su rutina comenzó mucho antes de que las pulseras inteligentes comenzaran a conquistar nuestras muñecas. También fue previamente a que Gary Wolf y Kevin Kelly, editores de la revista Wired, acuñaran el término ‘quantified self’ (algo así como el “yo monitorizado”) en 2007, promoviendo la creación de una comunidad de la que ya forman parte más de 20.000 personas.

Cuando la vida se narra en datos

Las repentinas ganancias y pérdidas de peso que ha sufrido Conners a lo largo de su vida provocaron que la monitorización se convirtiera en un mandamiento que parece feliz de haber cumplido, con algún que otro periodo de descanso, desde que iba al instituto.

Al principio, se enfrentaba a la ardua tarea de anotarlas a mano en una especie de diarios de bienestar que le ayudaban a mantenerse en forma. De hecho, conserva los cuadernos en los que apuntaba los detalles de su alimentación o su actividad física y realizaba los pertinentes cálculos basados en ellos a partir de 1998, el año en el que finalizó sus estudios de Bioquímica y Biología Molecular.

Por eso, más allá de vigilar los parámetros que contribuyen al perfecto equilibrio de su estado físico actual, ha revisado la historia de los cambios en sus curvas para relacionarlos con las etapas de su vida, como sus años de carrera o sus dos embarazos. Con ayuda del álbum donde guarda los recuerdos de su primera infancia, de sus detallistas cuadernos o de sus registros médicos, ha plasmado su existencia en puntos que simbolizan su peso.

A lo largo de estos años, Conners se ha unido a la extensa lista de mortales que fijan como propósito de Año Nuevo apuntarse al gimnasio. Acompañó ese objetivo de un cuidadoso e intensivo registro de su actividad física durante todos los meses de enero desde hace casi dos décadas. “Pasé toda la información al ordenador y después a la tabla, recuperé todos los nombres de los ejercicios, transformé los ejercicios en partes del cuerpo y sinteticé el peso total levantado”, señala.

Comer es un placer que genera muchos datos. Connners también atesora los pormenores de su alimentación durante el último lustro. Una ingente cantidad de información (35.000 filas de una tabla) que ha logrado reducir (a otra tabla de 900) tras un laborioso trabajo para mejorar su propia base de datos. Después de limpiar y consolidar la información, ya puede comprobar que los dulces y el chocolate, en todas sus modalidades, ocupan un lugar importante en su dieta. ¿Acaso ella desconocía este dato? "Hay cosas que sabes, pero a veces ver los patrones en el gráfico te ayudan a romper el ciclo, así que yo lo encuentro útil", asegura.

Resuelve los problemas con el 'quantified self'

Sus anotaciones y, más recientemente, los datos en bruto de ‘apps’ y ‘wearables’ son la base de Conners para crear sus infografías más íntimas. Utiliza para ello JMP, un ‘software’ para realizar estadísticas destinado principalmente a ingenieros o científicos y que ella ha adaptado a sus necesidades de monitorización. No en vano, es precisamente la encargada de gestionar la producción de nuevas versiones de este programa.

Conners comenzó trabajando como directora de producto en el área de genómica de SAS, la empresa creadora de ese ‘software’, pero con el paso de los años ha logrado volcar su pasión por los datos en la herramienta para la que trabaja. “Me ha ayudado de muchas formas porque hay cosas que he aprendido de mis propios datos, así que puedo darle la vuelta y aplicarlo al trabajo”, reflexiona una Conners a la que no parece importarle dedicar gran parte de su tiempo a cifras, celdas y visualizaciones.

El año pasado, los organizadores de la conferencia Quantified Self de San Francisco la invitaron a compartir sus experiencias vitales. Conocía la existencia de la comunidad desde 2010, cuando su padre le envió el vídeo de una conferencia TED de Gary Wolfsobre el tema, aliviado al conocer que había toda una comunidad de personas tan obsesionadas con los datos y dispositivos como su hija.

Su caso no solo ha entusiasmado a los fans de medir los secretos de su anatomía. Conners ha contagiado su pasión incluso a su familia o a sus compañeros de trabajo, “una red de colaboradores” con la que ahora estudia cómo extraer conocimiento de sus números.

“Ser capaz de almacenar tus propios datos y descubrir cómo respondes a la comida es más valioso que intentar algún enfoque extremo, porque significa que es sostenible”, defiende. Si a esta científica la monitorización le ha servido para estar en forma, ¿se pondrá de moda la novedosa dieta de los gráficos en los próximos años? ¿Llevaremos la obsesión por la báscula puesta encima?

“No quiero perder ni ganar mucho peso nunca más, así que para mí mi nivel de monitorización merece totalmente la pena para mantenerme en mi rango medio. Me gustaría hacerlo el resto de mi vida”, sentencia Conners.

Aunque de momento no pretende monitorizar otros ámbitos de su vida —hay quien almacena hasta los recuerdos—, sí estudia ya cómo lograr que esos datos alimenten un “modelo predictivo para saber cómo lograr mantener una figura corporal específica y un estado óptimo de salud”.

Nuestro cuerpo es un templo de datos y las técnicas de ‘big data’ bien pueden estudiarlos. Por mucho que los detractores del ‘quantified self’ crean que poco se puede aprender de ellos o adviertan que estamos regalando demasiados detalles a las empresas, hay toda una corriente de entusiastas a los que el minucioso análisis de sí mismos les está resultando muy útil.

Cada mañana, Shannon Conners mide religiosamente su frecuencia cardiaca con su pulsómetro Polar H7, se pesa con una báscula que charla con su móvil por wifi y calcula su porcentaje de grasa corporal o su masa muscular con un dispositivo Skulpt Aim con el que reconoce estar obsesionada. El resto de la jornada, cuenta sus pasos o la calidad de su sueño gracias a una pulsera Fitbit y registra cada detalle de los alimentos que degusta gracias a la ‘app’ MyFitnessPal.

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