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Bofetadas a Netflix y Microsoft: la pesadilla legal de colarse en China
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Bofetadas a Netflix y Microsoft: la pesadilla legal de colarse en China

Numerosas trabas legales, la necesidad de un socio chino y la censura son parte de los problemas a los que tienen que enfrentarse las grandes tecnológicas

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(Foto: Reuters)

China es la segunda economía más grande del mundo y un mercado difícil de ignorar para muchas compañías que aspiran a operar a nivel global. Tecnológicas como Netflix o Microsoft no quieren dejar pasar la oportunidad de negocio que ofrece el país asiático y buscan la forma más adecuada de lanzar sus distintos servicios en el gigante oriental.

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Sin embargo, dar el salto a China y comercializar un producto para sus más de 1.300 millones de habitantes puede convertirse en una auténtica pesadilla legal. Proteccionista y altamente burocrático, la lista de permisos y condiciones puede resultar inabarcable para una empresa que no tenga los recursos necesarios.

“Las particularidades de este mercado asiático son muy profundas. De hecho, es complicado hablar de un solo mercado chino”, explica a Teknautas Ricargo Garrudo, presidente de Wolder, compañía española con oficinas, fábricas y proveedores en esta potencia asiática pero que no comercializa sus productos allí porque lo considera altamente complicado.

Con más de quince años de experiencia en negocios con este territorio de Extremo Oriente, Wolder asesora a empresas que quieren establecer relaciones comerciales con el país. “El que decide ir a por el mercado chino tiene que estar dispuesto a invertir en términos de tiempo y de dinero y estar seguro de que tiene los recursos suficientes para llevar el negocio hacia delante”, concreta Garrudo.

Precisamente tiempo y recursos es lo que están empleando algunos de los gigantes tecnológicos para sortear todas las trabas burocráticas. Recientemente, Microsoft anunciaba que las versiones de Minecraft para ordenador y ‘smartphone’ se lanzarían por fin en China. En un comunicado, la compañía fundada por Bill Gates y Mojang, la empresa sueca creadora del videojuego y actualmente propiedad de Microsoft, hacían público el comienzo de una asociación exclusiva con NetEase, una empresa de la potencia asiática especializada en la comercialización de ‘software’.

Microsoft acaba de anunciar que las versiones de Minecraft para ordenador y ‘smartphone’ se lanzarán, por fin, en China de la mano de NetEase

Cumplían así con una de las condiciones necesarias para toda compañía que quiera hacer su entrada en este mercado proteccionista: asociarse con una empresa totalmente nacional, que será la que opere en la práctica en este régimen restrictivo.

Sin embargo, tener un socio chino no es la única de las condiciones. En función de la actividad es necesario adquirir una serie de licencias y permisos, muchos de las cuales no pueden ser solicitados por una compañía extranjera. En el caso del mercado de los videojuegos, esta lista de autorizaciones asciende a seis: un permiso para proveer contenido 'online', uno para operaciones culturales ‘online’, una aprobación de la censura, otra para publicar en la Red, un visto bueno de importación ‘online’ y un certificado de registro del producto.

Un mercado de 8.000 millones

A pesar de todos los obstáculos, el mercado del videojuego chino, valorado en unos 60.000 millones de yuanes (unos 8.170 millones de euros), parece lo suficientemente atrayente como para intentar cumplir con todas las exigencias del Gobierno. Microsoft ya consiguió lanzar allí la versión del juego para la Xbox One el año pasado, pero las videoconsolas no han penetrado en el mercado asiático de la misma forma que los PC y los teléfonos inteligentes. Por ello, aunque hayan tenido que otorgarle la licencia a otro operador, 365 millones de jugadores en terminales móviles y más de 100 millones en ordenador justifican la batalla contra las trabas que el gobierno pone al desembarco de productos occidentales.

Eso mismo ha debido pensar Netflix, que se encuentra en plenas negociaciones con Wasu, una compañía de ‘streaming’ que podría llevar la mayor parte de los contenidos de la plataforma al país asiático. “China es demasiado grande como para que tenga un asterisco junto a ella”, declaró recientemente Ted Sarandos, CCO de la compañía, acerca de sus aspiraciones con respecto al territorio oriental.

Será la primera vez que Netflix tenga un socio de operaciones, pero parecen estar dispuestos a hacer el sacrificio en aras de tener acceso a un mercado que se estima que, según la consultora IResearch, alcanzará un valor de 90.000 millones de yuanes (unos 12.225 millones de euros) en 2018. Por su parte, Wasu es una de las siete compañías a las que el Gobierno chino ha otorgado licencias para emitir contenido en todo tipo de dispositivos, por lo que podría ser la llave definitiva para Netflix en su empeño por convertirse en una compañía totalmente global.

A todas estas asociaciones y licencias habrá que sumar la larga sombra de la censura, que planeará sobre los contenidos de la plataforma y hará que, probablemente, tengan que introducir varios cambios de edición si los planes de Netflix llegan a materializarse. Recientemente, el Gobierno chino endureció aún más su legislación sobre retransmisión de contenidos y, además de las distintas licencias para emitir, las compañías necesitarán autorización para cada serie o película, caso por caso. Además, las series deberán ser aprobadas en su totalidad, y no episodio por episodio, antes de recibir autorización para ser emitidas.

Lidiar con empresas locales

Junto a todos estos problemas administrativos, las empresas tecnológicas que pretendan explotar el mercado de esta nación proteccionista tienen que tener en cuenta las posibles desavenencias con los socios locales.

“No solo es necesario un intérprete en términos de la lengua, sino que muchas veces hace falta un intérprete de los códigos culturales y de la manera de hacer negocios porque, en estos dos campos, sus razonamientos son muy distintos a los nuestros”, explica Garrudo.

Por ejemplo, al hablar de cuestiones de tiempo o de calidad, los límites cambian en función de cada cultura. “Suceden cosas que, si seguimos los códigos de aquí, supondrían un engaño. Pero hay que interpretarlo con sus propios códigos, que les permiten hacerlo”, concreta el especialista.

Para Garrudo, un ejemplo, siempre desde la experiencia de Wolder, sería la fijación de precios. Mientras que “un alemán, un español, o un estadounidense” pondría un precio límite que no puede bajar más para proveer el servicio solicitado, una compañía asiática no pondrá esa barrera pero luego tampoco entregará exactamente lo requerido.

“Ellos pueden decirte que sí, pero luego interpretan que por el precio que habéis acordado no tienen por qué enviarte exactamente lo que habían dicho que van a enviar. Buscan una forma de hacerlo en la que ellos puedan ganar dinero y dan por hecho que tú conoces esa circunstancia”, afirma el empresario.

Tous tuvo que abandonar la idea de entrar en el mercado chino en 2010 ante las dificultades con las que tenía que lidiar

Problemas con su socio fue el motivo que esgrimió Tous, empresa española fundada en el año 1920, cuando decidió abandonar su primer intento de entrar el mercado asiático en el año 2010. Aunque no es una compañía tecnológica, sus problemas para acceder a esta potencia proteccionista ejemplifican las dificultades que puede encontrarse cualquier candidato a entrar en este régimen tan restrictivo.

Tras este primer fracaso y después de volver a intentarlo en 2012 sin conseguir cerrar un acuerdo, la compañía de joyería, complementos y moda decidió regresar de nuevo en 2015 de la mano de Parkson Retail Group, una empresa que tiene una red de tiendas multimarca en las 37 mayores ciudades del gigante asiático. En agosto de 2015, Tous abría sus dos primeras tiendas, a las que ha ido sumando lentamente algunas más, la última en el aeropuerto de Shanghai.

En continua batalla con la burocracia, la censura, las falsificaciones y las diferencias culturales, introducirse en el mercado chino ha demostrado ser una tarea complicada. A pesar de ello, los grandes gigantes de la tecnología han decidido sobreponerse a todas estas complicaciones en busca de unos mayores beneficios.

Sin embargo, parece difícil que empresas sin una fuerte maquinaria consigan derribar todas estas murallas y llegar a comercializar sus productos. Oficinas y relaciones de negocio se presentan como la opción más sencilla, aunque no por ello fácil, para comenzar a acercar posturas con el gigante sin introducirse en laberintos legales sólo al alcance de unos pocos.

China es la segunda economía más grande del mundo y un mercado difícil de ignorar para muchas compañías que aspiran a operar a nivel global. Tecnológicas como Netflix o Microsoft no quieren dejar pasar la oportunidad de negocio que ofrece el país asiático y buscan la forma más adecuada de lanzar sus distintos servicios en el gigante oriental.

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