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Cuando nada es lo que parece: productos fabricados para engañar a tus sentidos
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las zanahoras baby no son zanahorias pequeñas

Cuando nada es lo que parece: productos fabricados para engañar a tus sentidos

Las zanahorias 'babys' no son zanahorias pequeñas. Fueron el invento de un agricultor desesperado porque los consumidores no querían las auténticas. Su idea triunfó

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Se llama trampantojo a una ilusión óptica con la que se engaña al espectador para que crea estar viendo algo diferente de lo que hay. Se utiliza mucho en gastronomía, cuando un cocinero especialmente hábil decide 'engañar' al comensal para que coma algo que no es lo que parece. Así, hay postres que parecen piedras y platos que parecen objetos que nunca nos comeríamos. También se utiliza en el arte, engañando con la perspectiva para que el observador vea volúmenes y proporciones que no están ahí.

Ocho ejemplos de cómo tu cebrebro engaña a tus ojos

Algunos objetos cotidianos tienen su parte de trampantojo, bien porque estén moldeados para parecer aquello que no son, o bien porque el aspecto con el que se nos presentan tiene muy poco que ver con sus materias primas originales.

Las zanahorias 'baby' no son zanahorias pequeñas

Las encuentras en el supermercado en bolsas de plástico, todas iguales, suaves y de intenso color naranja. Las llamadas zanahorias 'baby' han ganado popularidad en los últimos años, especialmente entre los consumidores que depositan toda su confianza en la vista a la hora de elegir los alimentos. Pero en este caso, hay una pequeña trampa: las zanahorias 'baby' no son zanahorias pequeñas. Ninguna zanahoria crece de esta forma.

Estas pequeñas zanahorias estéticamente impecables son en realidad invento de un agricultor, Mike Yurosek, de California. En los años 80, el negocio de la producción de zanahorias era improductivo y estaba estancado: los periodos para cosechar eran largos y la mitad de la producción se acababa tirando porque era desigual, deforme... demasiado fea para acabar en la estantería de las tiendas.

En 1986, Yurosek tuvo una idea: en vez de descartarlas, esculpiría las zanahorias para hacerlas más apetitosas. Empezó con un pelapatatas, pero terminó usando una máquina industrial de las que se empleaban para cortar judías verdes. Este aparato cortaba las zanahorias en trozos de dos pulgadas (unos 5 centímetros), el tamaño que aún hoy tienen todas las zanahorias 'baby'. Envió una muestra a una cadena de mercados de la zona, y el éxito fue rotunda. "Solo queremos estas", le respondieron.

Las zanahorias 'baby' revitalizaron la industria de las zanahorias en EEUU. En 1987, el año siguiente a que Yurosek tuviese la idea, el consumo de este vegetal creció un 30% en EEUU, según los datos que recoge 'The Washington Post' y en 1997 el americano medio comía casi medio kilo de zanahorias al año, un 117% más que una década antes, y las 'baby' doblaban a las zanahorias 'tradicionales'.

Esto no es madera

A pesar de sus colores cálidos y sus vetas, esto no es madera. Es gres, una pasta cerámica formada por una mezcla de arcillas, materiales desengrasantes como el sílice y un fundente, como el feldespato. Su principal ventaja es su dureza y resistente, y que una vez cocido, es resistente al agua. Ambas cualidades lo hacen perfecto como material para recubrir suelos con mucho uso, como el del recibidor de una oficina o el de una cocina con una intensa vida familiar.

No es fácil distinguir en qué momento se comenzó a producir gres, porque otros tipos de cerámicas a altas temperaturas llevan utilizándose miles de años. La producción en Europa comenzó en Alemania en el siglo XII y hasta el XIV no comenzó a expandirse a otros países.

El gres se utiliza también porque utilizando esmaltes se le puede dar casi cualquier apariencia: mármol, madera, arcilla, porcelana... Si eliges la primera, puedes tener la elegancia del roble (o de cualquier otro tipo de madera), sin peligro de que se raye, se agriete o se estropee con el agua.

El poco apetitoso origen de la gelatina

Los ositos que comen los niños (y los no tan niños) son un producto divertido, colorido y dulce, muchas veces 'empanados' en azúcar y cuyo tamaño y sabor impiden comer solo uno. Su aspecto final, tan apetecible, tiene poco que ver con la materia prima de la que parten: tejido conectivo de animales hervido en agua.

La gelatina es un ingrediente muy utilizado en repostería, y también en la fabricación de golosinas, como las cominolas. Se trata de una sustancia incolora, translúcida e insípida que se obtiene del colágeno que se extrae de la piel, el hueso, las pezuñas, los tendones y algunas vísceras de vacas, cerdos, aves, etc.

Todos esos restos se recogen en los mataderos, y se procesan para su transporte. Después se someten a un proceso de hervido que produce una solución con entre un 6 y un 10% de gelatina, que se va filtrando y evaporando para aumentar esa concentración. La solución restante se esteriliza a 145 grados y se enfría rápidamente para formar un gel que se procesa para darle forma de granos y se seca. Los granos secos se muelen hasta formar un polvo blanco, que se puede mezclar con colorantes y aromas, así como con otros ingredientes.

A pesar de su en principio poco apetecible origen, la gelatina es un ingrediente muy apreciado en la cocina, porque aporta la textura deseada sin alterar otras propiedades como el sabor o el olor de un plato. Además, su aportación nutricional es casi en exclusiva proteína, de forma que no tiene calorías.

La piel, mejor si es falsa

El ser humano ha utilizado pieles de animales para vestirse desde el mismo momento en que empezó a vestirse, y en algunos círculos todavía hoy se considera un elemento de lujo por el que merece la pena pagar lo que haga falta. Pero a finales de los años 20 apareció su versión 'falsa', que por entonces utilizaba pelo de alpaca, lo que implicaba utilizar prendas muy parecidas (indistinguibles con la mejora de los materiales) por mucho menos dinero y sin necesidad de herir animales para ello.

En los años 50 con la introducción de los polímeros acrílicos, la fabricación de pieles falsas avanzó en similitud con las auténticas, las hizo más cómodas y ligeras y a su vez disminuyó notablemente su precio. Se fueron mezclando con otros polímeros, que las hicieron también más fáciles de manejar y de teñir.

Las pieles falsas tienen varias ventajas sobre las auténticas. Como decíamos, son más fáciles de producir, y por tanto más baratas. Son más ligeras y permiten el teñido de casi cualquier color, lo que permite más combinaciones estéticas. También son más resistentes y sencillas de mantener en buen estado que las pieles auténticas. Por último, suponen una opción éticamente aceptable para todas aquellas personas sensibles a la defensa de los animales.

Papeles que son cualquier cosa

Una misma pared puede parecer de piedra, ladrillo, madera, metal, cuero, charol, o incluso de alimentos, libros, juguetes... Cualquier cosa. Solo hay que empapelarla con el diseño elegido y listo. Los papeles pintados que decoraban muchas casas españolas a mediados del siglo XX (y durante varias décadas después) se siguen utilizando hoy, aunque las opciones estéticas hayan cambiado un poco.

En este caso, hay poco que explicar: el fabricante pinta el papel con distintos diseños y acabados, que terminan recubriendo las paredes de nuestras casas. ¿Te aburres? Solo tienes que despellejar la pared y elegir otro diferente.

Se llama trampantojo a una ilusión óptica con la que se engaña al espectador para que crea estar viendo algo diferente de lo que hay. Se utiliza mucho en gastronomía, cuando un cocinero especialmente hábil decide 'engañar' al comensal para que coma algo que no es lo que parece. Así, hay postres que parecen piedras y platos que parecen objetos que nunca nos comeríamos. También se utiliza en el arte, engañando con la perspectiva para que el observador vea volúmenes y proporciones que no están ahí.

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