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Redmi 3: el Xiaomi más barato sorprende con su calidad por menos de 100 euros
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Redmi 3: el Xiaomi más barato sorprende con su calidad por menos de 100 euros

El fabricante chino lanza su modelo más barato, que sorprende con un cuerpo metálico, en un intento por revivir las ventas antes de la presentación del esperado Mi5

Foto: Xiaomi Redmi 3. (Zigor Aldama)
Xiaomi Redmi 3. (Zigor Aldama)

El año pasado no fue especialmente bueno para Xiaomi. En un principio su consejero delegado, Lei Jun, anticipó la venta de cien millones de teléfonos móviles, un objetivo que tuvo que reducir a 80 millones a mitad de 2015. Finalmente la marca china se quedó en unos 70 millones. Para cualquier otra empresa sería un resultado magnífico y un crecimiento más que notable, pero en Pekín ha sentado como un jarro de agua fría. Por eso, el fabricante ha decidido reaccionar: el objetivo ahora es volver a las raíces y recuperar el espíritu de startup. Al fin y al cabo, si Xiaomi consiguió hacerse con uno de los puestos de honor en el ranking de ventas fue precisamente por su magnífica relación calidad-precio y por su imagen de marca joven, atrevida y cercana.

De ahí que el primer lanzamiento del año haya sido también el más barato de la marca si tenemos en cuenta que el Redmi 2A era en realidad el Mi2A rebajado. El Redmi 3 cuesta 699 yuanes (98 euros), y llega para arrasar el segmento de smartphones asequibles. Porque, lejos de ser un cacharro inservible, sorprende por la calidad de los elementos con los que está fabricado y el magnífico rendimiento del sistema operativo -la capa Android MIUI-. Tiene la capacidad para elevar el estándar de los móviles que rondan los cien euros. ¿Por qué? En primer lugar, porque cuenta con un cuerpo metálico hasta ahora reservado a la gama media-alta, e incluye curiosos extras que analizaremos más adelante, como el puerto de infrarrojos que permite convertir el móvil en un mando a distancia universal.

Lejos de ser un cacharro inservible, sorprende por la calidad de los elementos con los que está fabricado y el magnífico rendimiento del sistema operativo

En segundo lugar, el diseño no molesta. De hecho, el panel frontal es un acierto gracias a su sencillez. Sin logotipo alguno que lo manche, y con los tres botones de Android discretamente dispuestos en un tono metálico, podría ser cualquier teléfono. Y eso es algo de lo que deberían aprender muchas marcas que tratan de diferenciarse con elementos que terminan chirriando. Menos es más. Desafortunadamente, esa máxima no se ha utilizado en la tapa posterior. A diferencia de su hermano mayor, el Redmi Note 3, Xiaomi ha optado por utilizar un extraño dibujo geométrico de rombos que, si bien no resulta desagradable, se lo podrían haber ahorrado. Para gustos, colores, pero una superficie metálica impoluta habría tenido un efecto mucho más elegante.

Por lo demás, el teléfono se sujeta con gran comodidad gracias a sus dimensiones moderadas —5 pulgadas de pantalla HD— y a los bordes suaves. Cuenta además con la ventaja que le otorga el modo una sola mano del sistema operativo, que permite reducir la superficie hábil de la pantalla a 3,5 o 4 pulgadas, lo cual facilita su uso cuando tenemos una mano ocupada. Una vez más, gracias a MIUI, la gran capacidad de personalización del terminal es una gozada, y resulta divertido jugar con el interminable catálogo de temas y de iconos a disposición de los usuarios del sistema de Xiaomi.

Las fotos que toma el móvil resultan decepcionantes, así como la manía de situar el altavoz en la parte inferior de la cubierta trasera

En el apartado de hardware, lógicamente el terminal no viene equipado con un motor de Fórmula 1. Pero tampoco es una patata: integra un chip octacore Qualcomm Snapdragon 616 a 1,5 Ghz., 2GB de memoria RAM —se agradecería un giga más para que los juegos más exigentes fuesen perfectamente fluidos—, y 16GB de memoria interna que se quedan en poco más de 9GB hábiles pero que se pueden ampliar con una tarjeta MicroSD que se instala en el segundo slot del compartimiento doble-SIM. Se pueden utilizar dos números de teléfono diferentes al mismo tiempo —4G, lógicamente— o un número y la tarjeta de memoria. Finalmente, aunque la pantalla no es FHD, la resolución es suficiente como para que resulte difícil ver los píxeles, y tanto el color como el contraste son correctos.

Otro de los grandes atractivos del terminal está en su batería de 4.100 mAh —que también explica que pese 144 gramos—. Durante la prueba ha resistido dos días enteros de uso moderado sin juegos, y se agradece que incorpore tecnología de carga rápida, aunque todavía está lejos de la velocidad que alcanzan competidores como Meizu u OPPO. Por el precio que tiene no sorprende que el Redmi 3 carezca de lector de huellas dactilares, NFC, flash de doble tono, y algún que otro extra. Sí que viene equipado con una radio FM y, lo que resulta más sorprendente teniendo en cuenta que los modelos más caros Xiaomi no lo incluyen, un puerto de infrarrojos.

Esto permite convertir al teléfono en un —casi— mando a distancia universal. Pero no en uno de esos mandos genéricos en los que el botón del volumen termina cambiando de canal, no. Mediante una interfaz muy sencilla en la que primero se elige el tipo de electrodoméstico y luego la marca, el teléfono se configura con el otro aparato para que todo funcione como debe. Y funciona. Lo hemos probado con un televisor, un lector de Blu-Ray y un aire acondicionado. Es cierto que cuesta acceder a las opciones más avanzadas como la configuración de zona regional o la sintonización del televisor, pero es más que suficiente para las básicas. Si a esto se suma que el Redmi viene con la aplicación de MiHome para controlar todos los aparatos domésticos del ecosistema de la casa inteligente de Xiaomi, el móvil cada vez está más cerca de convertirse en el mando a distancia de nuestras vidas.

Mala imagen

El móvil resulta un poco decepcionante en el apartado de imagen. Sobre el papel, sus dos cámaras son más que suficientes: una posterior de 13 megapíxeles equipada con una lente luminosa —f 2.0—, y una frontal de 5 megapíxeles —f 2.2—. No obstante, si bien la primera obtiene buenos resultados en óptimas condiciones de luz, de noche la calidad se desploma. Le cuesta enfocar, se nota que el flash no es ninguna maravilla, y la definición de la imagen cae en picado.

En cuanto a la de los selfies, los resultados son aceptables. Los controles de la cámara son sencillos de utilizar, aunque los parámetros que se pueden modificar en modo manual son muy limitados. Tiene gracia la aplicación que averigua el sexo y la edad de quien está siendo fotografiado. No sirve para nada más que para echarse unas risas, pero da un poco de miedo su fiabilidad.

Por menos de 100 euros, el móvil empaqueta todo lo que uno puede esperar de un 'smartphone', con un cuerpo metálico que le confiere un aire 'premium'

Entre las pegas del Redmi 3 cabe destacar una que se repite ya en varios terminales de la marca, incluidos el Redmi Note 3 y el Mi4i: la posición del altavoz, en la parte inferior de la cubierta trasera, es un error porque se tapa cuando el usuario está viendo vídeos en posición vertical. El sonido también se distorsiona si se opta por colocar el aparato en algún tipo de pedestal que cubra la parte trasera. La ubicación en el borde inferior, como Xiaomi ha hecho en los modelos más caros, como el Mi4 o el MiNote, es mucho más adecuada.

En cualquier caso, este tipo de pegas son las que pone un usuario especialmente quisquilloso. Y es evidente que el Redmi 3 no está destinado a los clientes más exigentes. Para los usuarios que no requieren un procesador especialmente rápido —seamos honestos, la mayoría—, el Redmi 3 pasa el examen con nota. Por 100 euros el móvil empaqueta todo lo que uno puede esperar de un smartphone, en un cuerpo metálico que le confiere un aire premium. Aunque ya había marcas que hacían lo propio por un precio sensiblemente superior —como el Meilan Metal de Meizu o el R7S de OPPO—, Xiaomi sin duda tiene en su mano redefinir la gama económica del sector. Lo que uno se queda pensando después de haberlo probado es: ¿cómo ganan dinero?

El año pasado no fue especialmente bueno para Xiaomi. En un principio su consejero delegado, Lei Jun, anticipó la venta de cien millones de teléfonos móviles, un objetivo que tuvo que reducir a 80 millones a mitad de 2015. Finalmente la marca china se quedó en unos 70 millones. Para cualquier otra empresa sería un resultado magnífico y un crecimiento más que notable, pero en Pekín ha sentado como un jarro de agua fría. Por eso, el fabricante ha decidido reaccionar: el objetivo ahora es volver a las raíces y recuperar el espíritu de startup. Al fin y al cabo, si Xiaomi consiguió hacerse con uno de los puestos de honor en el ranking de ventas fue precisamente por su magnífica relación calidad-precio y por su imagen de marca joven, atrevida y cercana.

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