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No está muerta: la máquina de escribir vive una segunda juventud en pleno siglo XXI
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No está muerta: la máquina de escribir vive una segunda juventud en pleno siglo XXI

No han muerto, sino que perviven en comunión con la tecnología digital y en proyectos artísticos. Muchos usuarios se resisten a relegarlas a un museo.

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Richard Polt siempre creyó que las máquinas de escribir tenían “algo mágico”. Igual que algunos se sienten atraídos por los instrumentos musicales, cuenta, él se fijaba en ellas. Polt recuerda cuándo se volvió más fuerte su pasión: en 1994, cuando descubrió las antepasadas del siglo XIX, “que fueron fabricadas en una amplia variedad de diseños extraños y creativos”.

Durante toda su vida, Polt ha recopilado más de 300 máquinas. En 2010, el mismo año que se lanzó el iPad, abrió un blog sobre máquinas de escribir. Gracias a él pudo encontrar a otros amantes del tecleo tradicional por todo el mundo. Porque no, las máquinas de escribir no han muerto.

Cuando eliges usar una máquina de escribir hoy, estás eligiendo identificar la tecnología con un nuevo espíritu

En un mundo donde estos aparatos parecen casi un objeto de coleccionista, numerosos proyectos apuestan por reinventarlos. Desde gadgets que quieren recuperar ese mítico tecleo hasta proyectos que trabajan con un híbrido entre tableta y máquina. Una muestra más de que lo vintage está de moda.

Lo primero es hablar de las clásicas. Sí, todavía se usan. A pesar de que no son rápidas, no se puede corregir lo escrito con tanta facilidad, no hay cambio de estilos y formatos… ¿Por qué hay gente que sigue dándole a la tecla? “Cuando eliges usar una máquina de escribir hoy, estás eligiendo identificar la tecnología con un nuevo espíritu”, explica Richard a Teknautas. “No estás enfocado en velocidad y rendimiento. Disfrutas usándola como un fin en sí mismo”.

Una revolución documentada

Eso explica que haya proyectos como Harlequin Creature, un periódico literario y artístico del que la mitad de las copias se escriben con máquinas de escribir y la otra mitad se realizan con papel carbón. “Por supuesto que es muy improductivo, pero es también un proceso radiante que crea un producto con significado hecho a mano”.

El propio Richard ha escrito un libro, The Typewriter Revolution, que recoge toda la revolución que se está viviendo en pleno siglo XXI en torno a las máquinas de escribir y alguna que otra especulación sobre su futuro. Artistas y personas que escriben sus cartas o novelas en estas máquinas se cuentan entre sus protagonistas.

Porque hay artistas que crean sus obras con las máquinas de escribir. Es lo que hace Alejandro Panés con Momento Verso. Panés improvisa poemas en las calles de Madrid, sentado frente a su máquina. Como dice su cartel, tú le das el tema y él te escribe el poema. No es el único: Álvaro Franca crea retratos a golpe de tecla. Los mismos golpes que sirven para realizar composiciones musicales.

Donde de verdad se muestra el renacer tecnológico es en la aparición de gadgets llenos de cables y bits que dan esa segunda vida a las máquinas de escribir.

Uno de ellos homenajea a un escritor que golpeó con furia las teclas: Hemingwrite (luego conocida como Freewrite) tiene la apariencia de una máquina de escribir de toda la vida pero con una pantalla electrónica. Y no hablamos de aquellas viejas máquinas eléctricas. Esta permite enviar lo que redactes a Google Drive o Evernote, mediante su conexión wifi. Además, tiene Bluetooth.

Freewrite se financió a través de una campaña en Kickstarter, que recaudó más de 300.000 dólares (más de 275.000 euros) a comienzos de 2015, pero todavía no hay fecha de lanzamiento oficial. Tiene un precio en preventa de 399 dólares (367 euros). El equipo destaca que, gracias a esta máquina, se puede escribir sin las distracciones de las páginas web e incluso a la luz del día, gracias a una pantalla de tinta electrónica. La batería tiene una autonomía de cuatro semanas, según sus creadores. Ahora solo hay que esperar a que esté disponible para todos.

Lo que sí está ya a la venta es un conversor entre dos tecnologías que no serán antagónicas nunca más. USB Typewriter permite conectar tu máquina de escribir a tu tableta, portátil o monitor del ordenador. El kit incluye cintas magnéticas y sensores que detectan el carácter pulsado y envían la información a través de USB a la herramienta digital que estemos usando.

Hay que tener algo de maña para montar USB Typewriter: el usuario instala los sensores debajo de cada tecla y la cinta en el carrete tradicional. Estos van conectados a un cable USB que lleva la información a la pantalla digital. El kit también se puede adquirir en versión bluetooth, ideal si tienes un Kindle Fire.

Pero si no tienes máquina de escribir o no quieres complicarte la vida, la web también vende modelos ya restaurados y modificados para que tú simplemente los conectes al USB. Y no son modelos cualquiera: tienes una máquina de la conocida compañía Underwood por 899 dólares (827 euros), por ejemplo. Si quieres algo más sobrio, prueba una Smith Corona Sterling, que además vale un poco menos, 799 dólares (735 euros).

Y en este repaso no podemos olvidar Hanx Writer, la app del actor Tom Hanks, un reconocido coleccionista de máquinas de escribir: en 2013 aseguró que todavía las usaba para escribir notas de agradecimiento (que luego enviaba por correo postal, claro) o listas de cosas por hacer. Lo único que Hanx Writer hace es imitar el sonido del tecleo en la pantalla del iPhone o iPad. Hay varias aplicaciones en las tiendas virtuales que prometen lo mismo, pero ninguna con tanto caché detrás.

Las máquinas de escribir ya no son un reducto de museos sino que en pleno siglo XXI disfrutan de una segunda vida a medio camino entre lo hipster y lo geek. Parece que lo digital no echará para atrás a los amantes de lo retro y las nuevas experiencias. ¡Larga vida!

Richard Polt siempre creyó que las máquinas de escribir tenían “algo mágico”. Igual que algunos se sienten atraídos por los instrumentos musicales, cuenta, él se fijaba en ellas. Polt recuerda cuándo se volvió más fuerte su pasión: en 1994, cuando descubrió las antepasadas del siglo XIX, “que fueron fabricadas en una amplia variedad de diseños extraños y creativos”.

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