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El mayor santuario de primates, al borde del cierre: "Para los toros sí hay dinero"
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rescatados en españa de circos y particulares

El mayor santuario de primates, al borde del cierre: "Para los toros sí hay dinero"

Lemures, chimpancés y hasta un orangután conviven en Rainfer, un centro escondido en algún lugar de la Comunidad de Madrid. La falta de fondos y ayudas pone en peligro el futuro del proyecto

En un lugar secreto de la Comunidad de Madrid se oculta el mayor santuario para la conservación de los primates de España. Lemures, chimpancés y hasta un orangután intentan olvidar los maltratos de su pasado, ajenos a las nubes que se ciernen sobre su futuro. Rainfer es fruto de 20 años de sacrificio por parte de una familia que ha invertido (y perdido) sus ahorros en un proyecto que pronto podría llegar a su final. Ante la falta de fondos, este centro quizá cierre en unos meses. La solución propuesta desde el Estado, dueño de los animales, es el sacrificio.

El fundador de Rainfer, Guillermo Bustelo, nos recibe junto a su hija Marta en su casa, el edificio principal de las cuatro hectáreas con las que cuenta la reserva. El terreno es suyo, así como los nueve perros y 20 gallinas que colaboran con sus huevos en la alimentación de los primates. “Antes teníamos caballos abandonados, pero les encontramos hogar”.

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Lo único que no poseen los Bustelo, irónicamente, son los primates. Los monos son propiedad del Estado, que se encarga de incautarlos y buscarles un hogar para luego lavarse las manos con la manutención. Hasta ahora casi todo ha salido de la empresa familiar de los Bustelo, al menos antes de la crisis: “Me he quedado sin ahorros, cuando sí hay presupuesto para las corridas de toros”, se lamenta Guillermo. No le falta razón: solo en la Comunidad de Madrid, el presupuesto del Centro de Asuntos Taurinos para 2015 supera el millón de euros.

El Estado ingresa cada año un millón de euros en multas por las incautaciones de estos animales, un dinero que no repercute en estos centros

Rainfer necesita 12.000 euros mensuales para subsistir, más 4.000 euros adicionales en calefacción para cada mes de invierno. En total, unos 150.000 euros anuales. La pequeña ayuda de la Secretaría de Estado de Comercio, de unos 20.000 euros, apenas da para un par de meses al año. Todas las peticiones para aumentar la ayuda son amablemente rechazadas. Marta incluso recuerda una de las soluciones propuestas: sacrificarlos. “Por quitaros el problema, así tenéis menos”.

Una solución extrema que no debería ser necesaria. Guillermo asegura que el Estado ingresa cada año un millón de euros en multas por las incautaciones de estos animales. “¿Adónde va ese dinero?”, se pregunta Marta. “Las multas de tráfico repercuten en las infraestructuras y en este caso debería ser igual”.

La situación crítica que atraviesa Rainfer, denunciada por 'El Diario' hace unos días, provoca que desde hace dos años y medio Guillermo y Marta ya no puedan recoger nuevos animales a pesar de tener espacio para hacerlo. El Estado continúa encontrando primates ilegales, pero las incautaciones “se han paralizado porque no hay sitios donde llevarlos”. El resultado en caso de infracción: poner una multa y dejar al mono con su dueño, “aunque haya malos tratos”.

El problema para Marta es que estos primates se encuentran en una especie de limbo en España: “Se los considera mercancía al ser un artículo ilegal que entra en el país y se decomisa como si fueran un cuerno de marfil”. Solo que son seres vivos que requieren un mantenimiento tras su incautación.

La odisea de pagar la calefacción

“Para vivir tú te buscas la vida, pero darles de comer es otra cosa… ¡comen muchísimo!”, sonríe Marta. Cada mes, los primates de Rainfer consumen tres toneladas de fruta y verdura, que suponen unos 3.000 euros. A eso hay que añadir piensos especiales, complementos y medicinas. También tienen a cuatro personas fijas contratadas, incluyendo una veterinaria interna que vive allí para hacer frente a las urgencias. El resto del trabajo, como la preparación de dietas, lo efectúan voluntarios.

Guillermo montó Rainfer en 1995 en una localización oculta para evitar el robo de unos animales tan valiosos como delicados, y con la intención de que los primates pudieran vivir tranquilos. Lo considera la afición de su vida igual que otros invierten sus ahorros en yates o coches. Pero hace cuatro años, la crisis les golpeó con dureza y tuvieron que abrir el centro.

Columnas torcidas por falta de espacio, dientes arrancados para evitar mordiscos y dedos amputados como castigo son algunas de sus secuelas físicas

Convenios de prácticas con las universidades (pocos estudiantes de Biología, Veterinaria o Psicología en España tienen la oportunidad de trabajar con primates), visitas escolares y de particulares, donaciones, apadrinamientos… Empujados por la falta de ayudas, los Bustelo se han dado cuenta de que no pueden recibir apoyo de quien no les conoce y se han animado a difundir su trabajo. “Mucha gente del pueblo de al lado ni siquiera sabe que estamos aquí”.

En Rainfer pelean cada euro. Marta está satisfecha porque, gracias a una campaña de recaudación, acaban de conseguir los 4.000 euros necesarios para mantener calientes durante diciembre a unos animales incompatibles con los -12ºC que se alcanzan en la zona. El siguiente paso, reunir el dinero para el resto del invierno.

Para Marta no se trata solo de recaudar fondos, sino de “educar” a las nuevas generaciones. “Mientras la gente quiera un mono de mascota y apoye a los circos, nada cambiará”. Lo mejor sería que Rainfer dejara de rescatar animales, pero no por falta de espacio sino de necesidad.

“La gente se va de aquí con el chip cambiado, asegurando que no tenían ni idea de que pasaran estas cosas”, afirma Marta. Según ella, la imagen del “monito gracioso” que fomentan anuncios como el último de Peugeot es peligrosa y completamente artificial. “Tras esos trucos hay muchas palizas”.

Cien historias de dolor

Los 135 primates de 25 especies con los que cuenta Rainfer provienen de circos y particulares y, en menor grado, de algún zoológico. La misión del centro es darles la mejor vida posible “hasta que mueran de viejos”, ya que la reintroducción de unos animales con tantas secuelas físicas y psicológicas es “imposible”. La tarea no es fácil para unos primates que pueden vivir hasta 40 y 50 años.

Los primates son propiedad del Estado, pero son mantenidos con los ahorros familiares, las donaciones y las visitas

El estado en el que llegan los animales al centro es “deplorable”. Columnas torcidas por falta de espacio, dientes arrancados para evitar mordiscos, dedos amputados como castigo… Sin contar con los daños psicológicos, “que no se ven pero tampoco desaparecen”. Algunos monos reaccionan aterrorizados ante ciertos estímulos relacionados con su pasado, como un ruido determinado o la visión de un hombre con barba. Eso sí, aunque algunos necesiten medicación de por vida, sus cuidadores aseguran que ahora viven bien. Basta un paseo por el centro para comprobar que, en comparación con lo que han visto, Rainfer es un paraíso primate.

Marta nos enseña los recintos, donde cada animal tiene una triste historia a sus espaldas. “Han sufrido por la falta de espacio, de luz y la mala alimentación, pero también por palizas con huesos soldados incorrectamente y ahora deformados”.

Es el caso de Maxi, un macho de chimpancé raquítico por la mala alimentación: aunque es un anciano que debería medir el doble que una hembra, apenas alcanza la mitad de envergadura respecto a su compañera. Gombe, por otra parte, sufre el síndrome de la mano extraña, que provoca convulsiones en el miembro y requiere medicación de por vida. Guillermo, que llegó en 2007 con fotofobia y agorafobia, ya está completamente integrado.

Los macacos de Gibraltar no tienen un pasado mucho más alegre: “Cada año pasan hasta 400 crías por España y cada una representa una madre muerta”. Como los pequeños se agarran con fuerza a sus progenitoras y estas los protegen, es necesario matarlas para capturar a los bebés que luego se venderán como mascota. “La población de estos animales en su hábitat natural está disminuyendo a pasos agigantados y no hay solución por parte del Estado para frenar el tráfico de estos animales por nuestro país hacia el resto de Europa”.

Estos animales no pueden sobrevivir a -12ºC, pero en Rainfer acaban de conseguir los 4.000 euros necesarios para la calefacción de diciembre

Los simpáticos lemures de cola anillada, famosos por las películas de 'Madagascar', también tienen un lugar de descanso en Rainfer. En este caso no vienen de particulares sino de zoológicos como Bioparc, donde se han puesto de moda las instalaciones en las que los visitantes pasean entre estos primates.

Lo que los visitantes ignoran, según Marta, es la gran cantidad de enfermedades que el ser humano puede transmitirles. “Un simple constipado puede ser mortal, pero la gente no es consciente de que ese animal al cabo de un par de semanas ha muerto”. A esto se suma que, al perder el miedo a los seres humanos, la gente “los mete en la mochila” y los roba con facilidad. Así ha llegado este grupo a Rainfer, donde ahora se dedican a tomar el sol en paz.

Pero la estrella del lugar es Boris, el orangután del antiguo zoológico de Valencia, al que llegó procedente de un circo. Marta cuenta orgullosa que han pasado de cinco a 150 apadrinamientos en apenas unos años, y el simio es uno de los principales responsables.

La situación de Rainfer es incierta, pero Marta deja una puerta abierta a la esperanza: “Pensábamos que de no conseguir fondos en primavera tendríamos que cerrar, pero la respuesta a la campaña de calefacción nos ha sorprendido”. Aunque el futuro de Rainfer sigue igual de nublado: si no consiguen suficiente dinero, padre e hija temen que en unos meses tengan que cerrar igualmente. ¿Dónde irían Boris, Maxi y compañía? La pareja no quiere ni pensarlo.

En un lugar secreto de la Comunidad de Madrid se oculta el mayor santuario para la conservación de los primates de España. Lemures, chimpancés y hasta un orangután intentan olvidar los maltratos de su pasado, ajenos a las nubes que se ciernen sobre su futuro. Rainfer es fruto de 20 años de sacrificio por parte de una familia que ha invertido (y perdido) sus ahorros en un proyecto que pronto podría llegar a su final. Ante la falta de fondos, este centro quizá cierre en unos meses. La solución propuesta desde el Estado, dueño de los animales, es el sacrificio.

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