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Los cerebros fugados que volvieron a España: "Es como bajar de Primera a Segunda B"
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"Yo no veo la recuperación por ninguna parte"

Los cerebros fugados que volvieron a España: "Es como bajar de Primera a Segunda B"

Pasaron los años más duros de la crisis en el extranjero, y ahora que la situación remonta han decidido volver para seguir con su carrera investigadora en España

Foto: María Muñoz Caffarel, investigadora del programa Ikerbasque
María Muñoz Caffarel, investigadora del programa Ikerbasque

La de los investigadores es una carrera profesional que comienza en el extranjero. En un área del conocimiento en el que los resultados se consiguen más por colaboración que por competición, la comunidad científica intercambia resultados, avances, procedimientos y talento, de forma que un laboratorio por el que no pasan estudiantes y jóvenes investigadores de otros países pierde en prestigio y en relevancia dentro de su especialidad.

Pero cuando en España nos hemos pasado los años de la crisis lamentando la fuga de cerebros, no era esto lo que se denunciaba, sino la cantidad de científicos que, formados en las universidades y centros públicos, se veían obligados a marcharse y su vuelta era casi imposible por culpa de los recortes en inversión para I+D pública, que se materializaba en la reducción de las becas, la falta de proyectos, el atraso de convocatorias y el cierre de centros, laboratorios y grupos de investigación.

Pasados los años más devastados por la recesión, el sistema de I+D pública comienza una tímida recuperación, alentada por las propuestas preelectorales de los distintos partidos políticos y sostenida en muchos casos por iniciativas a nivel autonómico. Gracias a eso, muchos de aquellos cerebros fugados estár volviendo a España después de haberse refugiado en otros países. Hemos hablado con cinco de ellos, y todos cuentan historias distintas, aunque con algunos puntos en común. Entre ellos, el anhelo de vivir en un país que valore sus aportaciones al progreso, pero también la determinación de encontrar la estabilidad familiar aunque sea a costa de abandonar la ciencia: "Antes me cambio de trabajo que de país".

De Cambridge a San Sebastián

María Muñoz Caffarel tiene 35 años y es de Madrid. Se fue a Cambridge en 2009 después de licenciarse en Biología y Bioquímica Molecular y de doctorarse en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Complutense de Madrid y pasó allí más de cinco años. Considera que allí le fue “relativamente bien”, pero con pareja estable y dos hijas, no se veía pasando en Inglaterra toda su vida, así que volvió a España a principios de 2015.

En Cambridge viene un premio Nobel a dar una conferencia casi cada semana. Aquí cuando viene uno, vas a escucharle aunque no tenga que ver con tu área

Pudo hacerlo gracias al programa Ikerbasque, un programa que busca atraer y desarrollar talento científico en el País Vasco, una suerte de becas Ramón y Cajal creadas por la Fundación Vasca para la Ciencia. Ni ella ni su pareja son de esa comunidad autónoma, pero eso era lo de menos: ambos cumplían los requisitos para recibir estas ayudas así que toda la familia se trasladó a San Sebastián.

“Llegamos en enero para buscar casa y colegio, y en marzo nos incorporamos”, explica, y asegura que el esfuerzo llevado a cabo en Euskadi para recuperar y potenciar la red de investigación pública se nota. Cuenta que tanto ella como su pareja trabajan en centros potentes con medios para llevar a cabo sus proyectos, pero que la situación no es la misma a nivel nacional.

“Se nota en los medios económicos, en el material para los experimentos, en el personal que hay en los centros. En Cambridge viene un premio Nobel a dar una conferencia casi cada semana. Aquí cuando viene uno, vas a escucharle aunque hable de algo que no tiene nada que ver con tu área. Es como estar en primera y pasar a jugar en segunda B”.

Lo primero que le viene a la mente cuando piensa en qué haría falta para mejorar el sistema de investigación pública es la ya famosa Agencia Estatal de Investigación cuya creación es, en teoría, algo inminente. “Un organismo que gestione la ciencia de forma independiente para que se haga un esfuerzo sostenido en el tiempo y los investigadores tengan un poco más de estabilidad”.

"¿Recuperación? Yo no la veo"

Sonia Castillo se fue a Manchester en 2006 después de leer su tesis en el Centro Nacional de Biotecnología. "Cuando yo me fui, aquí se trabajaba bien como investigador. Eran los años buenos, y me fui rechazando un contrato de tres años porque si quieres vivir de la ciencia tienes que hacer estancias en el extranjero". Se fue con una beca que le garantizaba trabajar con estabilidad e independencia, y estando allí le pilló la crisis. "En Inglaterra también se notó, claro, pero nada comparado con cómo fue aquí".

A pesar de que allí tenía un salario alto y su marido una plaza fija en el Instituto Cervantes, en 2012, al tener su segunda hija, decidió volver a España. "Desde aquí nos contaban que las cosas estaban mal para investigar en España, pero pensamos que estaban exagerando y que malo sería no encontrar alguna cosa".

Terminó en Salamanca durante un tiempo hasta que sacó una beca Ramón y Cajal y se vino a Madrid, donde ya trabajaba su marido. Desde el mes de abril investiga en el departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Complutense y tendrá beca durante los próximos cuatro años y medio. ¿Y después?

"Yo siempre he trabajado en el CSIC, pero llegado un punto, para continuar tu carrera en uno de sus centros tienes que opositar, y llevan varios años sin sacar plaza. Me decidí por la universidad porque aquí hay más posibilidades de seguir adelante, una vez que pasas las evaluaciones pertinentes", cuenta, pero si eso no funciona, no descarta dar un giro a su vida profesional. "Yo no veo la recuperación por ninguna parte. Me estoy planteando dejar la ciencia y pasarme a una empresa privada. Disfrutaré mucho menos con lo que hago, porque a mí investigar me encanta, pero me ganaré mejor la vida".

Me estoy planteando dejar la ciencia y pasarme a una empresa privada. Disfrutaré mucho menos con lo que hago pero me ganaré mejor la vida

Habiendo vivido y trabajado fuera, Castillo señala la calidad de la formación científica en España: "El personal científico en nuestro país es extremadamente bueno. Hacer ciencia aquí es tan difícil que hay que dejarse la piel, y solo avanzas si eres muy bueno y estás muy motivado". Por eso, explica, encuentran trabajo en el exterior sin problema. Así que en su opinión, el problema es básicamente de financiación y de servicios.

Y no solo en cantidad, sino en reparto: "Los centros grandes reciben casi todo porque son los que más publican, pero también publican más porque tienen más fondos, más personal y más posibilidades. Es un círculo vicioso, y para los demás solo quedan los restos. Y así es imposible establecerse".

Un pie en Barcelona y otro en Alemania

Samuel Sánchez coge el teléfono desde casa en un rato que tiene antes de que lleguen sus hijas del colegio. Llevan varios meses asentados en Barcelona, después de haberle seguido donde ha hecho falta en los últimos años. De Japón a España pasando por Alemana, "nos hemos mudado siete veces en los últimos diez años". Ahora que están aquí, no se plantean volver a marcharse si no es por una muy buena oportunidad en el extranjero, aunque tampoco cierran completamente esa puerta.

De hecho, Sánchez aún trabaja entre Alemania y Barcelona. Doctorado en Química por la Universidad Autónoma de Barcelona, ya durante su estancia Erasmus en Holanda le cogió el gusto a trabajar en el extranjero. Ya leída la tesis se trasladó a Japón y después al instituto Max Planck en Dresden, donde creó el motor más pequeño del mundo. En 2014 el MIT le reconoció como el mejor innovador menor de 35 años por su trabajo en nanorrobots y en junio de este año recibía el premio Fundación Princesa de Girona de investigación científica.

También desde este verano forma parte del Instituto de Bioingeniería de Cataluña, mientras sigue trabajando con el Max Planck, gracias a un contrato Icrea, de nuevo un programa autonómico puesto en marcha por la Generalitat para atraer talento del extranjero y fomentar la creación de grupos de investigación potentes en su comunidad. "Yo no me habría planteado volver si no fuese porque este programa nos ofrece contratos fijos con sueldos estables en los centros de investigación que queramos". Esto, unido a que sus perspectivas son mejores aquí que en Alemania como ciudadanos extranjeros, le convenció para volver a España. Las relaciones familiares fueron también un aliciente.

Hace un mes habría dicho que uno de los problemas es la falta de personal, pero no es eso. Aquí hay cuatro personas para lo que en Alemania hace solo una

Pero el aterrizaje está siendo duro. Sánchez se ha topado con unos trámites burocráticos áridos e interminables para formar a su equipo de trabajo. "En el Max Plank puse a investigar a dos estudiantes con solo escribirles una carta personal. Aquí he necesitado seis meses de trámites", se lamenta, y se pregunta cómo vamos a atraer talento si los sueldos son más bajos y los trámites son un complejo laberinto.

Aunque en su opinión, no es solo cuestión de burocracia, sino también de actitud. "Hace un mes te habría dicho que uno de los problemas es la falta de personal. Ahora creo que no es eso. Aquí hay cuatro personas lo que en Alemania hace solo una. Pasamos demasiado tiempo quejándonos de lo mal que están las cosas en vez de buscar soluciones".

Recién llegado a Granada

Daniel Manzano se incorporó a su nuevo puesto de investigador en la Universidad de Granada el pasado 1 de octubre, así que habla con Teknautas con la mirada del recién llegado. Después de haber pasado cinco años entre Innsbruck (Austria), Boston (Estados Unidos) y Singapur, este físico de 35 años nacido en Algeciras vuelve a la universidad en la que estudió, y lo hace con esperanzas, aunque cauteloso.

Cuando se marchó en 2008 "la cosa estaba mal, y después empeoró", cuenta. Ahora nota que la cosa ha mejorado, ya que "por ejemplo, se está volviendo a contratar". Él mismo es un ejemplo: ha vuelto gracias al programa Talentia, cofinanciado entre la Junta de Andalucía y la Unión Europea, que le servirá para trabajar durante dos años. "Pero no sabemos si todo esto es algo meramente preelectoral", comenta.

Aprovechando que saca el tema, le pedimos una medida que sugeriría al próximo gobierno: "lo principal y obvio es aumentar los fondos, pero después, hay que establecer unas reglas de juego estables, que se mantengan el tiempo suficiente, una década por ejemplo, como para que desarrollemos nuestra labor antes de que vuelvan a cambiar".

Eso sí, Manzano se muestra reacio a la idea de volver a marcharse. Ha estado dos años separado de su pareja y considera que ha llegado el momento de establecerse de forma definitiva. Comenta algo que repiten otros entrevistados: "Antes busco trabajo en otro campo laboral que en otro país".

Vuelta a las puertas de la crisis

Laura Masgrau (Barcelona, 39 años) se doctoró en Química por la Universidad Autónoma de Barcelona y después pasó cinco años fuera, entre Leicester y París. Al revés que muchos otros investigadores, volvió justo cuando empezaba la crisis, en el año 2008, con una beca Ramón y Cajal, un programa creado para recuperar a investigadores que se habían marchado fuera y que quisieran volver a España. A causa de la crisis, sin embargo, muchos de esos becados se encontraron con que, una vez de vuelta, aquí no había fondos para que pudieran trabajar.

Masgrau remarca que no se puede generalizar porque cada caso es único. El suyo, por ejemplo, está marcado por su particular situación laboral. Es investigadora del Instituto de Biotecnología y Biomedicina de la UAB, pero al no ser docente, su estabilización laboral está resultando más complicada. "Las universidades están sacando plazas de profesor titular, pero yo formo parte de un instituto de investigación y no doy clases, así que no será fácil obtener una de esas plazas".

Ahora sigue trabajando con una con una beca impulsada por el Banco Santander con la idea de retener talento, y ha obtenido también una bolsa de investigación de L'Oreal-UNESCO para mujeres investigadoras, pero sus planes de futuro se vuelven inciertos al mirar dos años hacia delante, cuando se acaben estas ayudas. "Nos volvimos (su pareja también se dedica a la investigación científica) cuando creímos que aquí había algo seguro, y dejamos otras oportunidades en el extranjero para hacerlo. Ahora solo nos lo planteamos si a nivel económico y de estabilidad compensa mover a toda la familia". Si es para seguir con sueldos no muy altos y contratos temporales "no vale la pena toda la movida".

Llegamos a los 45 y seguimos pendientes de si vamos a tener trabajo en un par de años

Como casi todos los entrevistados, su petición a los responsables políticos va más allá de la necesidad de financiación. "Desde el punto de vista de los contratos, que es lo que está afectando ahora mismo a mi trabajo, habría que reconsiderar cómo está pensada la carrera científica para que la estabilidad pueda llegar un poco antes". Cree que es positivo que se evalúe a fondo la capacidad de los investigadores, pero una vez hecho, considera excesivo que haya que llegar a los cuartenta y tantos para establecerse con cierta seguridad. "Llegamos a los 45 y seguimos pendientes de si vamos a tener trabajo en un par de años".

La de los investigadores es una carrera profesional que comienza en el extranjero. En un área del conocimiento en el que los resultados se consiguen más por colaboración que por competición, la comunidad científica intercambia resultados, avances, procedimientos y talento, de forma que un laboratorio por el que no pasan estudiantes y jóvenes investigadores de otros países pierde en prestigio y en relevancia dentro de su especialidad.

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