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Dentro de los museos que custodian la historia de los videojuegos
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Dentro de los museos que custodian la historia de los videojuegos

Alemania, Reino Unido, Italia o Estados Unidos albergan templos que preservan los orígenes del entretenimiento digital y se han convertido en lugares de reunión para 'gamers' de todas las edades.

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Hay un museo en Berlín en el que Lara Croft te recibe a punta de pistola. En sus expositores, puedes ver y tocar antiguallas como los ordenadores Commodore PET y Apple II o las consolas de Sega o Atari. También puedes contemplar la primera máquina recreativa comercial de la historia, la Computer Space de 1971, viajar al pasado jugando a los ya legendarios Pong, Donkey Kong o Space Invaders en antiguas tragaperras, sentir dolor con la curiosa PainStation, transportarte a otra dimensión con un simulador 3D de hace dos décadas o huir de los fantasmas del mítico Pac-Man.

El Computerspielemuseum abrió sus puertas en 1997, aunque permaneció cerrado durante una década por problemas de financiación. En la actualidad atesora más de 25.000 juegos originales, 10.000 revistas y 2.300 equipos en un templo para los casi 100.000 amantes de los videojuegos que este año palparán la memoria de la diversión digital en sus rincones.

Ahora mismo, los videojuegos no son solo una forma de entretenimiento o una afición. Son una forma de arte, un modo de expresión cultural

"Hay un gran grupo que viene por razones nostálgicas, pero hay mucha gente que está interesada culturalmente y muchos visitantes jóvenes que quieren, principalmente, jugar", explica a 'Teknautas' Andreas Lange, director de este museo. Lleva casi veinte años luchando por atraer al Homo Ludens Digitalis a un lugar que demuestra el impacto cultural de los videojuegos en nuestras vidas.

Un espacio para disfrutar del peor juego de la historia

Las donaciones de los visitantes han hecho posible que el Computerspielemuseum pueda conservar esa vasta colección. Los trabajadores del centro se encargan de preservar los juegos, reparar con sumo cuidado las máquinas arcade y recorrer los orígenes de este medio exhibiendo a Nimrod, considerado por muchos el primer videojuego, o repasando la historia con sus visitas guiadas, que incluso plantean transformar en una aventura.

"Si te fijas seriamente en los videojuegos, puedes decir muchas cosas de lo que nos está ocurriendo a todos por la revolución digital", reivindica Lange. Ponerse en la piel de un fontanero que no ha envejecido después de tres décadas o colocar las formas geométricas del Tetris es una pasión común de los niños y adultos que pasan por este centro, entre ellos el mismísimo Steve Wozniak.

Aunque Lange fue el primer fundador de un museo de los videojuegos en el mundo, no es el único que ha querido rendir un tributo a esta forma de entretenimiento. En Italia, un periodista especializado en videojuegos creó hace tres años el Video Game Museum en Roma, más conocido como VIGAMUS, por el que ya han pasado 75.000 visitantes.

Entre sus reliquias, el disco original de Doom, el primer videojuego de disparos en primera persona o algunos de los cartuchos de E.T. The Extra-Terrestrial, calificado como el peor videojuego de la historia, que Atari enterró en el desierto de Nuevo México en 1982 y se recuperaron el año pasado.

"Ahora mismo, los videojuegos no son solo una forma de entretenimiento o una afición. Son una forma de arte, un modo de expresión cultural, y algunos pueden usarlos para expresar sus sentimientos y su visión del mundo como podemos hacer con la poesía, la literatura, el cine o el teatro", defiende Marco Accordi, director de VIGAMUS.

Al igual que una novela o una película, los videojuegos nos cuentan una historia, solo que podemos recorrerla de distintas formas. Por eso, este experto los define como una "ópera multimedia interactiva" y rinde tributo en su museo a grandes creadores como el japonés Goichi Suda, apodado el Hitchcock de los videojuegos.

El VIGAMUS no solo expone 440 piezas sobre la historia de los videojuegos o una cuarentena de videoconsolas y máquinas arcade preparadas para que la imaginación de los visitantes vuele mientras pasan las pantallas que marcaron su infancia. También dispone de un Centro para Estudios e Investigación que ha publicado varios libros y de una academia que organiza cursos, seminarios y talleres para los profesionales de la industria en colaboración con la Universidad de La Sapienza.

Los videojuegos pueden ser piezas de museo, materia de estudio e incluso excusa para socializarse. Accordi destaca que VIGAMUS es un "espacio vivo", en el que los jóvenes se reúnen, juegan y se sienten como en casa sin estar solos. Un lugar con el que no contaban desde el declive de los salones recreativos, pero que han adaptado al futuro con su sala dedicada a disfrutar de la realidad virtual con unas Oculus Rift.

Los nuevos recreativos para creadores de videojuegos

La añoranza por la época en la que los recreativos eran el pasatiempo de los grupos de amigos queda patente en el propio nombre del National Videogame Arcade (NVA), un centro cultural que puede visitarse desde hace unos meses en Nottingham.

"Las salas de recreativos eran lugares de unión, lugares donde la gente jugaba unida. También eran lugares para el descubrimiento. Eso es lo que queríamos capturar", nos explica Iain Simons, codirector del NVA, en el que se organizan incluso maratones de Minecraft.

Además de trazar una cronología de la historia de los videojuegos, este museo nacido a raíz del festival GameCity apuesta por las exposiciones sobre una temática concreta, como Jump! Al fin y al cabo, saltar es una de las acciones más comunes y más gratificantes que realizan los personajes de los videojuegos: a todos nos alegra que Mario consiga una moneda brincando. En el NVA han instalado por ello Jump-o-Tron, una máquina que permite a los visitantes dar saltos y medir los parámetros de sus botes.

Sus fundadores han querido que este espacio ofrezca una experiencia diferente a los amantes del pasado glorioso de los videojuegos y a los que sencillamente quieren pasar un buen rato. "Hay una horquilla de experiencias que van desde un museo tradicional a un parque temático. Alternamos rápidamente entre las dos, pero creo que estamos de acuerdo en ser algo como Disneyland si estuviera diseñado por la BBC", detalla Simons.

Ayudar a los que construirán el futuro de los videojuegos es otra de sus misiones, y por ello organizan excursiones escolares, talleres para los más pequeños e incluso fiestas de cumpleaños. Una inquietud que comparte otro museo de los videojuegos al otro lado del charco, The Museum of Art and Digital Entertainment (The MADE).

Este pequeño centro de California imparte clases para que los niños aprendan a programar videojuegos, avisando a sus progenitores de que allí no se van a dedicar a jugar al Call of Duty. Para Alex Handy, el director de este museo que reúne 100 consolas y 5.000 videojuegos, educar a los jóvenes y preservar los trabajos digitales son dos labores fundamentales.

"Si un cuadro se queda en el ático durante 20 años, puedes colgarlo tranquilamente en la pared cuando lo encuentres", explica el fundador de The MADE comparando las dos formas artísticas. "Imagina si, cuando tienes el cuadro, tienes que interpretar una escritura que hay en él y ejecutarlo con una fotocopiadora de hace 20 años para poder colgarlo en la pared". Eso pasa con los videojuegos.

The MADE pudo inaugurarse hace cuatro años gracias a una exitosa campaña de crowdfunding en Kickstarter y ahora acaba de recaudar más de 50.000 dólares (45.000 euros) para trasladarse a un centro más amplio, mejor ubicado y que contará con más aulas. Tanto a los responsables del VIGAMUS como a los del Computerspielemuseum también les gustaría ampliar o mudarse, ya que comienzan a tener problemas de espacio.

"Son diferentes de la pintura, de los libros... Son realmente especiales. Continúan la tradición de contar historias. Puedes ver gráficos e historias que forman parte de los juegos [tradicionales], pero la combinación de todo es única", sentencia Andreas Lange. Este amante desde su infancia de los videojuegos sigue trabajando para transmitir a sus congéneres su pasión por descubrir los orígenes de este medio de expresión que seguirá haciendo historia.

Hay un museo en Berlín en el que Lara Croft te recibe a punta de pistola. En sus expositores, puedes ver y tocar antiguallas como los ordenadores Commodore PET y Apple II o las consolas de Sega o Atari. También puedes contemplar la primera máquina recreativa comercial de la historia, la Computer Space de 1971, viajar al pasado jugando a los ya legendarios Pong, Donkey Kong o Space Invaders en antiguas tragaperras, sentir dolor con la curiosa PainStation, transportarte a otra dimensión con un simulador 3D de hace dos décadas o huir de los fantasmas del mítico Pac-Man.

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