Los expertos en sonido apoyan a los artistas contra el 'streaming' de baja calidad

Falta poco para que, el próximo 20 de octubre, los neoyorquinos disfruten del megaconcierto que los creadores de Tidal, la plataforma de streaming ideada por Jay-Z y apoyada por Madonna, Beyoncé, Alicia Keys o Calvin Harris, entre otros, ha organizado en el Barclay's Center de Brooklyn. Un concierto benéfico para celebrar que la plataforma ha conseguido un millón de usuarios en los seis meses que lleva en activo.

No obstante, aún le queda camino por recorrer si desea alcanzar la cifra de usuarios activos con la que cuenta Spotify, 75 millones, o Apple Music, con 11 millones. Con el objetivo de atraer a muchos más, Tidal seguirá basándose en aquello que, según sus creadores, le hace diferente: ofrecer música de alta calidad.

Pero, ¿a qué se refieren Jay-Z y compañía cuando hablan de alta calidad? Según afirman en la web, al mismo tipo de audio que escuchamos cuando reproducimos un CD, algo que consiguen con el formato en el que se reproducen las canciones. Tidal confía en FLAC, un codificador de audio que, a diferencia de los empleados por Spotify o Apple Music, trabaja sin pérdidas. Es decir, garantiza que la música que sale del estudio y la que se reproduce en la plataforma de streaming resulte idéntica.

¿Y se nota la diferencia? Realizamos la prueba con Jorge Sastrón, técnico de sonido afincado en Zaragoza. Sastrón se ha registrado en Tidal y ha comparado The Hounds of Winter, la canción del grupo Sting, con la forma en la que suena en Spotify. Según nos cuenta, sí se ha percatado de lo distinto que se oye, aunque puntualiza: “Lo he escuchado en un equipo de alta fidelidad y se nota la diferencia, pero evidentemente si lo escuchase con un portátil, por ejemplo, estoy seguro de que no lo notaría”.

Ahí está la clave. Para escuchar música de alta calidad no solo hay que tener en cuenta el formato, sino también la forma en que han sido grabadas las canciones y, sobre todo, los medios que usamos para oírlas. Así lo explica a Teknautas Antonio Pena, investigador de Sonitum, grupo de Tecnologías Multimedia de la Universidad de Vigo. “Tú puedes tener sonido que puedes llegar a reproducir con una calidad formidable, como la que comentan en Tidal, pero si lo que has grabado es algo que suena muy mal, vas a escuchar muy bien algo que suena muy mal”.

De acuerdo con Pena, en muchos estudios de grabación se practica la técnica de la compresión, que consiste en reducir la distancia entre los niveles más bajos y más altos de volumen para conseguir que la música se oiga más alta y puede competir con los productos de otras discográficas. Una técnica que, según el investigador, hace que la música suene cada vez peor, ya que se pierden los matices de la dinámica - esto es, la diferencia entre el sonido más fuerte y más débil.

“Después está el dónde lo vas a escuchar”, agrega. Como explica Pena, cuando la canción que reproduce Tidal llega a nuestros auriculares, móvil o altavoces del ordenador, al final la oímos de la forma en que estos la reconstruyen. “Si escuchas con unos auriculares muy, muy, muy buenos, a lo mejor escuchas bastante bien. Si escuchas con unos auriculares baratos o con el propio altavoz del móvil, estás reconstruyendo un sonido lamentable”.

Por muy alta calidad que ofrezcan, si luego escuchas a través de los altavoces de un portátil, no vas a notar ninguna diferencia

Sastrón coincide con esta tesis. “Evidentemente, por muy alta calidad que ofrezcan, si luego lo acabas escuchando a través de los altavoces de un portátil, prácticamente no vas a notar ningún tipo de diferencia a si estuvieses reproduciéndolo en otra plataforma que sí tuviese pérdidas por compresión”, sentencia.

FLAC versus VORBIS

A nivel técnico, el codificador sin pérdidas que emplean en Tidal resulta mejor, pero eso no significa que los utilizados por Spotify, Deezer o Apple Music suenen mal. De acuerdo con el investigador de la Universidad de Vigo, cuando hablamos de un codificador con pérdidas, nos referimos al encargado de transformar la canción digital que sale del estudio de grabación en una que ocupa menos bytes.

Tal canción, al final del proceso, no es exactamente la misma que la original, pero ello no implica que suene peor. Según Pena, codificadores como MP3, VORBIS (el empleado por Spotify) o AAC (utilizado por Apple), copian la forma en la que solemos oír. “Hay un fenómeno que se llama enmascaramiento, que consiste en que un sonido puede tapar a otro”, explica. “Cuando escuchas música, hay detalles que si escucharas la guitarra sola los apreciarías, pero cuando suena con el bajo y la batería, no”.

Gracias a este fenómeno, los codificadores con pérdidas detectan aquellas partes que, en realidad, no vamos a percibir. Si esa conversión se realiza correctamente, “lo más probable es que el 99% de la gente no lo diferencie con el original, que además no solemos tener disponible para comparar”.

De ahí que, en la práctica, Pena considere que son pocos los usuarios preocupados por la calidad, al menos entendida como la canción que se escucha en la plataforma de streaming igual que la original. Sastrón duda incluso de que el número de usuarios preocupados por esto resulte significativa para las expectativas de negocio de Tidal.

Según Pena, “la otra forma de enfocar la calidad es decir que suena bien, sin más”. Seguramente, la calidad que aprecian los 73 millones de usuarios por los que aún tendrá que luchar Tidal si quiere plantar cara a sus competidores.