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¿Blablacar todo ventajas? Su éxito amenaza el modelo concesional de transporte público
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afectará a los trayectos y horarios infrecuentes

¿Blablacar todo ventajas? Su éxito amenaza el modelo concesional de transporte público

El entuerto judicial que vive la patronal de autobuses contra la empresa de compartir viajes esconde una problemática que podría devenir en la revisión de la regulación vigente, con lo que ello conlleva

Foto: Frederic Mazzella, fundador y consejero delegado de Blablacar. (foto: prophotonquantique, flickr - creative commons)
Frederic Mazzella, fundador y consejero delegado de Blablacar. (foto: prophotonquantique, flickr - creative commons)

La cada vez más extendida economía colaborativa en España está generando un enfrentamiento directo contra los sectores que se ven amenazados por su actividad. El choque de trenes se ha producido esta semana, en el juicio entre Blablacar y Confebús. Al margen de las cuitas que tendrá que dirimir el juzgado, la onda expansiva de este conflicto puede retumbar con fuerza en La Moncloa.

¿Qué está en juego?

La actual regulación de transporte, el modelo concesional. Aunque esta no es la causa principal del juicio entre Blablacar y Confebús, lo que subyace es que la economía colaborativa se está erigiendo en una seria competencia para las compañías de autobús, y esto, aunque indirectamente, en última instancia afecta a la forma de gestionar el servicio público de transporte. Precisamente por la magnitud e implicaciones de la cuestión, Blablacar y Confebús dieron versiones completamente alejadas sobre si son o no competencia.

Los responsables de la patronal de los autobuses dicen que Blablacar se está llevando "alrededor del 30% de su negocio". La versión ofrecida por Blablacar es radicalmente distinta, estaría en el 0,2%. Varios usuarios aducen precios más competitivos de Blablacar, comodidad y tiempo sobre el bus, tal y como ha podido saber este diario. Atendiendo a la oferta publicada en web para una ruta principal en un día de afluencia, como un viernes, ambos son capaces de ofrecer plazas, aunque la cabida de autobuses es superior.

Por su parte, el Ministerio de Fomento confirma que ha bajado el número de pasajeros de líneas regulares y explica que parte de esta caída es debida a alternativas como la economía colaborativa.

¿Cuáles son las consecuencias?

En última instancia, y en la medida que merme el negocio de las empresas de autobús, estas intentarán sobrevivir mirando a la regulación, como ya insinuó en sus conclusiones el abogado de la parte demandada Confebús. La prueba que demuestra la inseguridad de su negocio es que se revuelvan en los tribunales no sólo contra Blablacar, antes lo hicieron por la competencia de Renfe y están aplicando políticas de precio muy agresivas en los últimos días

¿Cómo es la regulación para los autobuses?

Las empresas de transporte optan a unas concesiones del servicio público de transportes por unas rutas que explotan en régimen de monopolio a las que acceden tras ganar un concurso que saca el Ministerio de Fomento. En el pliego de condiciones de esas concesiones (ver ejemplo), se exige a las concesionarias una serie de requisitos de servicio, como ofrecer un determinado número de viajes diarios, cubrir unas determinadas rutas, que se den en unas condiciones de seguridad determinadas, etc. además del cobro de un canon. Así, aunque haya días que fletan autobuses llenos a unos precios bastante más altos que viajar en Blablacar, como contrapartida tienen que cubrir rutas menos favorables al negocio y ofrecer servicios en horarios más infrecuentes. De esta manera, las autoridades públicas, Fomento en este caso, garantiza en cierta manera el servicio público de transporte, las rutas o la frecuencia de las mismas. A cambio, deja a la empresa explotar el servicio en régimen de monopolio, sin competencia.

Según el Ministerio de Fomento "este modelo concesional ha demostrado su eficacia a lo largo de su existencia, ya que ha permitido la prestación de unos servicios públicos con un alto grado de calidad y de satisfacción de los usuarios sin que suponga para la Hacienda pública ningún coste presupuestario. Un elemento esencial de este modelo concesional es la explotación en exclusiva de las líneas, sin el cual sería antieconómico para las empresas y conllevaría la necesidad de llevar a cabo compensaciones con cargo a los presupuestos públicos".

Las cuentas están claras: en la medida en que la gente siga compartiendo coche en lugar de autobús, lo que demuestra que no están tan satisfecha como hace ver Fomento, se seguirá debilitando la cuenta de resultados de las empresas de transporte. Algo que por otra parte, por mucho que se quiera atajar por la vía judicial, no va a dejar de suceder porque se cierre Blablacar, “no se pueden poder puertas al campo” dice un defensor del coche compartido.

Quien sufrirá serán los usuarios de autobús, que se encontrarán un servicio devaluado, menos frecuencia de viajes, menos rutas cubiertas y otros recortes

Será fundamental ver cómo juega sus cartas el Gobierno en adelante. El copresidente de Confebús, Rafael Barbadillo, señala que ellos pueden bajar los precios “hasta el límite que permite nuestra cuenta de resultados”. Si sus ingresos siguen cayendo, parece lógico que buscarán unas condiciones más laxas en las concesiones. Un escenario que, por otra parte, quien sufrirá serán los usuarios de autobús, ya que se encontrarán con un servicio devaluado, menos frecuencia de viajes, menos rutas cubiertas u otro tipo de recortes. Otro escenario más extremo para el Gobierno sería encontrarse con concursos desiertos, lo que implicaría dos opciones: no ofrecer el servicio o cubrirlo directamente, con el coste que ello conlleva para la Administración, es decir, para el contribuyente. El propio Ministerio dirigido por Ana Pastor señala que si hay algún concurso desierto se intentan reestructurar los trayectos o se traspasan a las Comunidades Autónomas.

Este panorama ya se está dando, sobre todo en las zonas rurales más despobladas, donde cada vez hay menos servicios de transportes o ninguno. Fomento señal que el número de rutas de competencia estatal se ha reducido en los últimos años, pero lo justifica en que esos tráficos están siendo asumidos por las CCAA.

Si la merma de usuarios va a más y la gente sigue optando por otros medios de transporte para su desplazamiento, el escenario que se podría dar es el que ya rige desde este año en el país vecino. Francia, país curiosamente de origen de Blablacar, donde opera desde tiempo antes que en España, ha liberalizado el transporte.

Aunque no fue la cuestión por la demanda a Blablacar esta semana, el abogado que representaba a Confebús en el litigio apuntó en sus consideraciones finales que “o competimos todos igual o sino debemos plantearnos hacer lo que ha hecho Francia con la Ley Macron”. Con esta nueva ley en el país galo, que está haciendo recortes y reformas a su sector público, sigue los pasos de Alemania, quien lo había privatizado dos años antes. Blablacar aduce que nunca ha recibido una demanda en otros países de Europa. Sin embargo, lo que ha suceido en su país de origen, donde están mucho más establecidos, es que la regulación de transporte público ha saltado por los aires.

Todo esto supone un desafío al actual modelo concesional de España. Un usuario de coche compartido decía en un viaje que “cuando no encuentro coche para viajar, cojo el autobús porque no quiero que quiten el servicio”. No obstante, su primera opción es el coche compartido. En tiempos de crisis, su viaje, Burgos-Madrid, sale prácticamente por la mitad de precio y se realiza en menos tiempo. Este viajero sabe que su elección para desplazarse tiene unas consecuencias, que aunque aún se perciben vagamente, parecen inexorables.

La cada vez más extendida economía colaborativa en España está generando un enfrentamiento directo contra los sectores que se ven amenazados por su actividad. El choque de trenes se ha producido esta semana, en el juicio entre Blablacar y Confebús. Al margen de las cuitas que tendrá que dirimir el juzgado, la onda expansiva de este conflicto puede retumbar con fuerza en La Moncloa.

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