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Cuando el olfato de los perros salva vidas (y atrapa ciberdelincuentes)
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huelen desde cáncer a ordenadores

Cuando el olfato de los perros salva vidas (y atrapa ciberdelincuentes)

Es el sentido más desarrollado de nuestros mejores amigos. Para el ser humano ha sido útil desde que comenzó a emplear canes para la caza, pero en el siglo XXI han surgido nuevas aplicaciones

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El perro de Paul Jackson, Tinker, parecía que tuviera ataques de locura transitoria. Sin motivo aparente comenzaba a llorar, lamerle la cara a su dueño o incluso ladrar. Paul es diabético, y con el tiempo se dio cuenta de que el animal sólo actuaba de esa forma antes de que su dueño sufriera un ataque hipoglucémico. Su mejor amigo era también un preciso test de glucosa con patas.

Tinker fue reconocido en 2009 como el primer perro capaz de detectar los ataques en pacientes de diabetes. Aunque el animal falleció ese mismo año, sentó las bases para que en Reino Unido se presentara un programa destinado a entrenar más animales como él. Que tu mascota te avise con media hora de antelación de un ataque siempre es útil, pero especialmente para los más pequeños. Un niño de dos años es incapaz de saber lo que le ocurre y avisar a un adulto, por lo que este olfato prodigioso puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.

Resulta difícil comprender cómo un animal puede diferenciar por el olor sangre con un contenido de azúcar anormal (ya sea excesivamente alto o bajo). Tan complicado sería entenderlo como explicarle los colores a quienes no puede verlos: así como el ser humano es un animal visual, la evolución ha favorecido más los sentidos del oído y del olfato en nuestras mascotas (aunque en contra de la creencia popular, esto no significa que vean mal).

Se han comenzado a utilizar perros para encontrar componentes electrónicos como ordenadores o discos duros que puedan contener información relevante

El bulbo olfativo es el órgano responsable del sentido del olfato, y el de los perros es unas cuarenta veces más grande que el del ser humano, en proporción al tamaño del cerebro. No es de extrañar, por lo tanto, que se haya utilizado a este animal para cazar desde tiempos inmemoriales. Gracias a a los canes el ser humano por fin podía rastrear y perseguir presas a varios kilómetros de distancia. Siglos más tarde, hemos aprendido a sacar todavía más partido a las milagrosas capacidades olfativas de mascotas como Tinker.

Son famosos los perros policía capaces de encontrar rastros de sangre, fluidos corporales, cadáveres y drogas. También los canes entrenados por el ejército para la detección de explosivos y armas. Pero, como bien demuestra Tinker, el olfato de los perros tiene un sinfín más de aplicaciones.

La diabetes no es la aplicación médica del olfato de los perros, porque el cáncer tampoco escapa a su olfato. Varios estudios han demostrado cómo estos animales pueden detectar el cáncer de vejiga, piel, pulmón, mama, ovarios e intestino, entre otros. La clave se encuentra en ciertos compuestos del aliento que los canes serían capaces de reconocer.

A diferencia de lo que sucede con animales como Tinker, todavía está por ver si nuestras mascotas tienen alguna posibilidad ejerciendo la carrera de oncólogo. Aunque sí sería posible desarrollar sistemas de detección que imiten al olfato perruno, no parece muy práctico sustituir las técnicas de diagnóstico moderno por un animal.

Nuestros mejores amigos también podrían ayudarnos a detectar agentes biológicos peligrosos, desde termitas a chinches. Y si cazar insectos milimétricos ya es sorprendente, casi imposible parece que puedan oler microorganismos. Sin embargo, un estudio asegura que Clostridium difficile, bacteria responsable de algunas infecciones hospitalarias bastante graves, tampoco escapa a su escáner. Los animales del experimento no sólo pudieron identificar a aquellas personas infectadas: también parecían capaces de detectar el microbio en el aire.

La habilidad para encontrar a otros seres vivos por el olfato también ha sido empleada satisfactoriamente por conservacionistas. No sólo para atrapar a criminales que trafiquen con especies protegidas, sino para rastrearlas en sus hábitats naturales y censarlas... a partir de sus heces.

El olfato de estas mascotas no se limita a los aspectos más biológicos: también pueden seguir el rastro de componentes tecnológicos. Esta habilidad ha sido utilizada para controlar el contrabando de móviles en las cárceles e incluso para encontrar ordenadores con material sensible como pornografía infantil. Tarjetas de memoria, disco duros e incluso iPads resultan imposibles de esconder de las narices de uno de estos animales entrenados. El campo de la detección electrónica es, sin embargo, relativamente reciente: de momento sólo existen tres animales en todo EEUU capaz de hacerlo.

El perro de Paul Jackson, Tinker, parecía que tuviera ataques de locura transitoria. Sin motivo aparente comenzaba a llorar, lamerle la cara a su dueño o incluso ladrar. Paul es diabético, y con el tiempo se dio cuenta de que el animal sólo actuaba de esa forma antes de que su dueño sufriera un ataque hipoglucémico. Su mejor amigo era también un preciso test de glucosa con patas.

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