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"Las estrellas eran la Wikipedia de la Antigüedad"
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Miguel santander-garcía, astroforense

"Las estrellas eran la Wikipedia de la Antigüedad"

Este astrónomo vallisoletano acaba de detallar en 'Nature' el canto de cisne de dos estrellas moribundas, que explotarán dentro de 700 millones de años

Foto: Miguel Santander-García (Foto: Daniel Muñoz)
Miguel Santander-García (Foto: Daniel Muñoz)

El Real Observatorio de Madrid se sitúa sobre una pequeña colina del Parque del Retiro, casi imperceptible. Cuando se iniciaron sus obras en 1790, los primeros astrónomos españoles tuvieron que ir a formarse a otros países europeos, dada la poca tradición que tenía esta ciencia en España. Ahora, en su interior se mezclan telescopios del siglo XVIII con los instrumentos más punteros.

Más de dos siglos después, Miguel Santander-García (Valladolid, 1979), es heredero de esos observadores de estrellas. Este astroforense, que intenta descubrir por qué mueren las estrellas, acaba de publicar un artículo en Nature en el que desvela el secreto de dos enanas blancas que se están acercando. Dentro de 700 millones de años se tocarán y desaparecerán en una enorme explosión.

El sistema Henize 2-428 se encuentra a unos 3.500 años luz de la Tierra. Está formado por dos nebulosas planetarias, estrellas de poca masa como nuestro Sol que al morir expulsan su corteza formando una nube de gas. Sólo queda entonces una estrella muy compacta que puede alcanzar la masa del Sol con un tamaño comparable al de la Tierra.

Existen unas 2.000 de estas nebulosas en nuestra galaxia, pero curiosamente la mayoría no son redondas. Santander-García y el resto del equipo se pusieron manos a la obra para intentar descubrir el por qué de esta curiosa forma, ya que parece lógico pensar que un estrella debería tener forma redonda, y no de pera.

La hipótesis más extendida es que estas estrellas no estaban solas, sino que comparten vecindario con una compañera cuya presencia modifica la forma de la nebulosa. Algo similar a las fuerzas de marea que hacen que siempre se vea la misma cara de la Luna.

El problema es que las nebulosas están tan lejos que no se distingue a los miembros de estas parejas. Pero este equipo de ocho investigadores situados entre España, Chile y Sudáfrica han medido su luz para comprobar que, efectivamente, existen dos estrellas.

Hasta ahora sólo se sospechaba que pudieran formarse supernovas (explosiones estelares) de esta forma. Se trata de dos enanas blancas con una masa enorme, que sumada supera la necesaria para que una estrella reviente. Así que a lo largo de los próximos 700 millones de años chocarán y la estrella resultante tendrá demasiada masa y explotará. Porque todas las estrellas tienen que morir, pero al menos pueden hacerlo con estilo. Mientras que esperamos a que esto ocurra, charlamos con Miguel desde el Real Observatorio del Retiro.

Pregunta: ¿Por qué el ser humano ha mirado hacia arriba desde su origen?

Respuesta: Porque es fascinante. Si vives en la ciudad no te das cuenta, pero basta con salir al campo para comprender que el cielo diera lugar a tantos mitos y dioses. Era un libro que tenían escrito e interpretaban. Les decía en qué momento plantar y cosechar, y les servía como calendario para seguir las estaciones. Era la Wikipedia de la Antigüedad, con un montón de información que codificaban mediante leyendas.

P.: ¿Y por qué miraste tú?

R.: Me llamaba la atención lo bonitas que eran en las fotos. Son muy curiosas, y es interesante estudiar su muerte porque es la manera en la que va a morir nuestro propio Sol.

P.: ¿Crees que hoy interesa tanto el cielo como en la Antigüedad?

R.: Una vez conocí a un señor de Tokio que tenía 70 años y nunca había visto una estrella. Vino a España en un viaje a lo Imserso, lo llevamos a Valladolid y flipó. Interesa porque habla de otros planetas y de la posibilidad de vida fuera. Y es espectacular.

P.: ¿Cómo de alta es la posibilidad de vida extraterrestre?

R.: Si ha ocurrido aquí, por qué no en otras galaxias a millones de años luz. El problema es que, aunque exista vida, probablemente esté tan lejos que nunca la descubramos. El tamaño del universo hace que la vida sea probable, pero a la vez provoca que sea casi imposible de encontrar. La presencia de ciertos compuestos químicos en un planeta implicaría la existencia de vida, ya que sólo se producen por procesos biológicos, pero es muy difícil medir la composición de un planeta porque las estrellas brillan mucho y tapan esta información.

P.: El tamaño del universo hace que la vida sea probable, pero también nos convierte en cósmicamente diminutos. ¿No os sentís pequeños los astrónomos?

R.: Somos una mota de polvo en un universo descomunal al que no le importamos lo más mínimo. A cualquiera le da vértigo eso, pero nosotros nos acostumbramos a la sensación. Es sano asumirlo y aceptarlo, sin tampoco obsesionarse con lo especiales que somos. Hay quien necesita la religión para aceptar esto, no es mi caso pero lo respeto.

P.: Gracias a las supernovas como las que habéis descubierto sabemos que la expansión del universo va acelerando.Es curioso porque al principio se pensaba todo lo contrario

R.: Lo lógico es que tras el Big Bang la fuerza de la gravedad tienda a reunir las cosas y la explosión inicial se vaya frenando. Pero resulta que no sólo no se está deteniendo sino que acelera. En honor a nuestra ignorancia hemos llamado a aquello que causa la aceleración energía oscura, que además compone tres cuartas partes de nuestro universo. ¿Qué será? No lo sé. ¿Merece la pena investigarlo? Sin duda.

P.: Hay quien dice que la astronomía no sirve para nada y que ese dinero debería destinarse a otras cosas o investigaciones más útiles. ¿Qué le dirías a esa gente?

R.: Sí, es algo que se escucha (suspira). A aquellos que, desgraciadamente, lo miden todo en términos de rentabilidad, les diría que la ciencia básica siempre encuentra aplicaciones. El wifi fue inventado como solución a los problemas de comunicación de un observatorio australiano, así que el dinero que se invirtió valió mucho la pena. La cámara de tu teléfono móvil se pensó inicialmente para astronomía, porque la CCD se ideó para sustituir a la placa fotográfica, que era imprecisa y molesta. Además, construir un observatorio genera empresas pioneras alrededor, tal y como ocurrió en Canarias. Quien piense que es una chorrada es que no se ha parado a considerarlo.

Esto no sólo pasa con la astronomía, sino con toda la ciencia básica. Si no se hubiera invertido para desarrollar la mecánica cuántica, que ha hecho posible la electrónica ligera, hoy no habría internet. Los ordenadores serían mamotretos tan grandes como una habitación. Adiós a la revolución de las comunicaciones, los DVDs y los viajes espaciales.

P.: ¿Sólo sirve en términos de rentabilidad económica?

R.: Por supuesto que no, también está el stock cultural y de conocimientos. ¿Para qué sirve saber lo que es un cometa? Antes eran una señal de mal agüero, así que también interesa saber el máximo posible porque es el camino para descubrir más cosas y aplicarlas a la sociedad.

P.: En los inicios de este observatorio donde ahora nos encontramos hubo que mandar gente afuera para que se formase, porque aquí no existía este conocimiento. ¿Cómo crees que han cambiado las cosas desde entonces?

R.: Es curioso porque en lugar de mandar gente fuera para formarse y volver, ahora la tiramos. Se invierte un montón de dinero en formar a gente que luego no se aprovecha. Es muy triste. Los políticos dicen que están con la ciencia y que es muy importante, pero no se lo toman en serio. No invierten. Es de boquilla, para ganar votos e inaugurar centros que luego no tendrán presupuesto.

P.: Como astrónomo, ¿eres capaz de disfrutar las películas de ciencia ficción sin detectar un montón de fallos?

R.: Si las películas de ciencia ficción fueran totalmente exactas no serían películas, serían documentales. Si Gravity fuera científicamente rigurosa estarían todos muertos nada más empezar, porque no se puede llegar de una estación espacial a otra al estar demasiado lejos. Hay que hacer concesiones por el bien de la historia, y mientras no sea una patada a la cabeza de la física no me molesta y puedo disfrutar.

P.: Hemos empezado hablando de los primeros astrónomos. ¿Cómo es posible que culturas como la griega o la babilonia supieran tanto sobre el cielo?

R.: Conocían los planetas que se ven a simple vista, a partir de un montón de años de observación. Se dieron cuenta de que eran los únicos cuerpos celestes que no estaban en el mismo sitio como el resto de estrellas. Por eso planeta significa errante en griego.

Pero es cierto que sabían el radio de la Tierra con una precisión increíble. Lo cierto es que daban al conocimiento el valor que merece, pero para que se desarrolle la ciencia y uno se pueda poner a pensar hay que tener el estómago lleno. Los que pensaban se lo podían permitir, como Newton, Darwin y muchos otros, que no eran pobres. Eran gente culta a la que le gustaba estudiar y podían permitirse trabajar en eso.

P.: ¿Existe el riesgo de volver a esa situación, en la que la ciencia sea para quien se lo pueda permitir?

R.: Si la gente tiene que dedicarse a otra actividad porque la ciencia no les da de comer, quedarán los que tengan la suerte de haber nacido en una familia con el suficiente dinero como para permitírselo. Es una pena porque hay una correlación clarísima entre lo que gasta un país en ciencia y lo rico que es. EEUU y Alemania son ricos en gran medida por todo el conocimiento, patentes y tecnologías que han desarrollado. Nosotros éramos pioneros en energía solar hasta hace un par de años, y si no se lo hubieran cargado igual en veinte años seríamos líderes en energía.

P.: Una situación que en el pasado no se daba era la separación entre las dos culturas: los científicos también sabían de arte, filosofía y humanidades. ¿Por qué está división entre letras y números?

R.: No lo sé, pero me parece una elección absurda. Es como el fútbol, la religión y el patriotismo, con eso de que mi equipo es el mejor. Las dos cosas son cultura. Es tan importante leer El Quijote como saber qué es un cometa.

El Real Observatorio de Madrid se sitúa sobre una pequeña colina del Parque del Retiro, casi imperceptible. Cuando se iniciaron sus obras en 1790, los primeros astrónomos españoles tuvieron que ir a formarse a otros países europeos, dada la poca tradición que tenía esta ciencia en España. Ahora, en su interior se mezclan telescopios del siglo XVIII con los instrumentos más punteros.

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