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"Quería trabajar para WhatsApp y no esperé a una oferta, sino que creé mi puesto"
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ElIES CAMPO, RESPONSABLE INTERNACIONAL

"Quería trabajar para WhatsApp y no esperé a una oferta, sino que creé mi puesto"

Pocos lo saben, pero en la selecta plantilla de WhatsApp hay un joven barcelonés. Se llama Elies Campo, es ingeniero de telecomunicaciones y se creó su puesto

Foto: Elies Campos, ingeniero de telecomunicaciones (E. C.)
Elies Campos, ingeniero de telecomunicaciones (E. C.)

No todos lo saben, pero en la selecta plantilla de WhatsApp figuró un español. Se trata de Elies Campo (Barcelona, 1983), ingeniero de telecomunicaciones, hijo de científicos y emprendedor voraz. Esta semana tenía que pasar por España para recibir el premio de The App Date al personaje tecnológico del año, pero el retraso en uno de los vuelos estropeó la conexión y le dejó en tierra. Hubiera empleado más tiempo volando del que tenía previsto pasar en España, en torno a diez horas: "Estoy acostumbrado a volar y no me importa, lo que no me gustan son las esperas en el aeropuerto", explica resignado a Teknautas desde San Francisco.

La historia de cómo este catalán recaló en la niña bonita de Silicon Valley no sigue los patrones clásicos. Campo es hoy un empleado, concretamente el dedicado al desarrollo del negocio, si bien su carrera se parece mucho más a la de los emprendedores que le firman las nóminas. Con solo 14 años cofundó una radio local, Sants 3, que permanece activa y ganó en 2011 la Medalla de Honor de la ciudad de Barcelona gracias al trabajo de sus socios; a los 24 creó AlertaPhone, un servicio de reparación de móviles en treinta minutos y sin que el cliente tenga que desplazarse; y a los 26 arrancó fastDove, una mensajería multiplataforma que echó el cierre en 2011 por falta de financiación, pero le otorgó un conocimiento clave para acceder a WhatsApp.

"Yo era el único inversor y, llegado un momento, no puede acometer la inversión en desarrollo que necesitábamos. Intentamos encontrar capital, pero en España es muy complicado, así que nos mudamos a Estados Unidos", explica Campo. De los ocho trabajadores solo cuatro cruzaron el charco en busca del mesiánico venture capital de Silicon Valley. ¿Les fue fácil financiarse? "No, yo nunca diría fácil. En EEUU hay más dinero y más inversores, así que con un equipo bueno, que pueda ejecutar una idea, todo es posible. Aquí buscan monetización instantánea, allí valoran mucho otros factores, como la experiencia del usuario".

Actores secundarios

En Silicon Valley fueron los otros, aquellos que figuran detrás del héroe en las películas. Cambiaron su modelo a las notificaciones push, más orientado a trabajar con empresas, pero su competidor WhatsApp crecía mucho más rápido. "Ellos lo hicieron más sencillo y funcionó. Nosotros estuvimos a punto de ser comprados, pero no fructificó la operación", dice. De modo que buscó un puesto en el que, de modo indirecto, había sido su verdugo. "No esperé a una oferta laboral, el puesto lo creé yo. A través de un amigo común conseguí una entrevista y les hice una propuesta expansiva en la que yo lideraría la implantación de la app en España y América Latina". Campo se incrustó en un equipo de tres personas, "pequeño" según él, que no lo parece tanto visto que en WhatsApp apenas trabajan 50 personas.

No puedo dejar de preguntarle por la seguridad de la aplicación, que es el único flanco por el que les entra agua. "Es que cualquier sistema informático es vulnerable, no hay uno perfecto. Concebimos la seguridad como una evolución, en ir poniéndoselo cada vez más difícil a los hackers. Ahora hemos implantado la encriptación de punto a punto, que significa que ni siquiera nosotros sabemos qué dicen los mensajes. Imagínate la gracia que le ha hecho a la NSA", comenta entre risas. "Pero sí, la seguridad es una prioridad para nosotros. Es curioso que surja ahora esta preocupación y no con los SMS, por ejemplo, que eran texto plano y los podía leer cualquiera".

Silicon Valley

¿Qué le pareció WhatsApp desde dentro? "De la empresa me impresionaron dos cosas. La primera, el impacto que un grupo de personas reducido puede crear para millones en todo el mundo, facilitarles las cosas. La segunda fueron los fundadores de WhatsApp [Jan Koum y Brian Acton], que no piensan en términos de negocio, solo en el usuario". No obstante, del tono de sus explicaciones se deduce que ha sido en el entorno creativo del valle del silicio donde ha encontrado su horma. "Está lleno de ingenieros e inversores; te tomas un café y te pones a intercambiar ideas con cualquiera, de cualquier empresa... ¡se respira tecnología!", relata emocionado.

De las condiciones laborales que se estilan por la bahía de San Francisco, y que aquí nos quedan tan lejanas, Campo da fe: "Se preocupan muchísimo del trabajador por dos motivos: para que ejecuten su trabajo de la mejor manera posible y porque aquí la competencia es feroz y nadie quiere que su plantilla se vaya a la competencia". En este punto rompe una lanza por el carácter latino: "Aquí se favorecen los encuentros rápidos y directos. Detrás del trabajo no hay nada más... en este aspecto los españoles somos mejores".

El barcelonés no puede hablar de Facebook, ni de la fusión ni del futuro, porque su discurso tendría que ser aprobado. Sí reconoce que se encuentra en un impasse, valorando sus opciones, pues con la fusión salió de WhatsApp. No descarta emprender en el medio plazo, si bien es consciente de que cada día de aprendizaje es oro. ¿Se plantea regresar a España? "Ahora no, pero dentro de un tiempo seguro. Echo de menos a la familia, las costumbres, la tradición... la verdad es que me gustaría vivir medio año en cada país", concluye.

No todos lo saben, pero en la selecta plantilla de WhatsApp figuró un español. Se trata de Elies Campo (Barcelona, 1983), ingeniero de telecomunicaciones, hijo de científicos y emprendedor voraz. Esta semana tenía que pasar por España para recibir el premio de The App Date al personaje tecnológico del año, pero el retraso en uno de los vuelos estropeó la conexión y le dejó en tierra. Hubiera empleado más tiempo volando del que tenía previsto pasar en España, en torno a diez horas: "Estoy acostumbrado a volar y no me importa, lo que no me gustan son las esperas en el aeropuerto", explica resignado a Teknautas desde San Francisco.

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