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El imparable retorno de la máquina de escribir
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vuelven por seguridad y por nostalgia

El imparable retorno de la máquina de escribir

Porque no se puede extraer información de ellas o porque su sonido enternece a los nostálgicos. El caso es que las máquinas de escribir parecen estar de vuelta

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Esto es un fenómeno inevitable. Lo retro vuelve y con energías renovadas. Parece como un movimiento de resistencia ante la imparable imposición de los avances tecnológicos y si hemos sido testigos de la resistencia a la desaparición del vinilo o la nostalgia de las viejas cámaras de fotos, ahora le toca el turno a las máquinas de escribir.

El año pasado nos hicimos eco de la decisión del Kremlin de comprar viejas máquinas de escribir y por un motivo de peso: la seguridad de la información. En las máquinas de escribir convencionales no queda registro de nada y es prácticamente imposible que se filtre informacion. Anonymous había logrado alcanzar los recovecos más inaccesibles de las diferentes administraciones y la defensa de la información se convirtió en un asunto de prioridad nacional.

Y en este clima de desconfianza generalizada, un nuevo país se ha apuntado al "muerto el perro se acabó la rabia" tirando también del cable: el gobierno alemán ha anunciado que adquirirá un número indeterminado de máquinas de escribir para salvaguardar el contenido de sus documentos. La seguridad es sin duda un argumento de peso: no queda traza en lo escrito, nada sube a la nube o es almacenado en pendrives o cedés. Lo que se escribe, se lee y se tira. Fin del problema.

Sin embargo, hay otra tendencia que reivindica el retorno de las máquinas de escribir y que llama mucho más la atención: la calidad de la escritura y la resistencia a la imposición de los avances. Los que ya han pasado por las máquinas de escribir no olvidan la experiencia: la calidad de los teclados y su inconfundible sonido cuando aporreamos una tecla saben a gloria frente al plástico y la estandarización de los teclados modernos de los ordenadores.

La creatividad parece revivir a golpe de dedos cuando el instrumento es este descatalogado producto, y lo curioso del asunto es que ahora las nuevas generaciones miran con interés el encanto de aquellos artilugios mecánicos, incluso aquellas que nunca han visto una máquina de escribir. También en el segmento de los ordenadores, los teclados mecánicos van poco a poco reivindicando su espacio en un segmento de usuarios más exigente.

Un retorno por la puerta grande

Se podrían detallar en una lista interminable las innegables ventajas de utilizar un ordenador para escribir un documento frente a una máquina de escribir que aparece desnuda con únicamente la tinta y el papel. No hay comparación posible, pero en esta sociedad de empacho de información, Twitter, Facebook y WhatsApp, un creciente número de usuarios demanda con cada vez mayor insistencia un marco de trabajo reposado y lejos del ruido impuesto por los avances de la tecnología.

Así las cosas, algunos desarrolladores se han hecho de oro con procesadores de texto que emulan las sensaciones de la máquina de escribir, como es el caso de iA Writer o Focus Writer, una aplicación en la que únicamente se puede escribir. Ni siquiera permite añadir un hipervínculo. Y era cuestión de tiempo antes de que algún emprendedor se le encendiera la bombilla y viera la oportunidad de negocio en la agridulce sensación que viven los que se ven obligados a escribir en los fríos teclados de los ordenadores.

¿Y si se creara una máquina de escribir que contara con la esencia de los primeros modelos pero incorporara al mismo tiempo los avances de la sociedad actual? Dicho y hecho. En breve tendremos que dar la bienvenida a Hemingwrite, un apasionante proyecto que conjuga lo mejor de los dos mundos, y parece que lo hace de una manera sobresaliente.

Se trata de una máquina de escribir convencional, al menos en su aspecto exterior, con teclado mecánico y proporcionando todas las sensaciones a la hora de escribir que las máquinas convencionales. Pero este prometedor producto sustituye el papel por una pantalla de tinta electrónica y almacena los documentos en la nube (en servicios como Evernote o Google Drive).

Cuenta con una batería que le da para casi dos meses de uso y una memoria en la que se pueden almacenar hasta un millón de páginas. Como cabría suponer, además de recuperar las entrañables sensaciones de la máquina de escribir, sus promotores defienden el otro gran argumento de peso de este producto: escribir sin distracciones. La mala noticia es que Hemingwrite es todavía un prototipo y sin un horizonte claro de comercialización, pero a la vista del revuelo levantado con su presentación en los medios, no cabe duda de que en breve tendremos más detalles de esta nueva apuesta.

Esto es un fenómeno inevitable. Lo retro vuelve y con energías renovadas. Parece como un movimiento de resistencia ante la imparable imposición de los avances tecnológicos y si hemos sido testigos de la resistencia a la desaparición del vinilo o la nostalgia de las viejas cámaras de fotos, ahora le toca el turno a las máquinas de escribir.

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