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El gazapo maldito que (casi) nadie vio en la 'keynote' de Apple
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las malas jugadas del corrector del ipad

El gazapo maldito que (casi) nadie vio en la 'keynote' de Apple

Ser invitado por Apple a compartir el escenario de una 'keynote' con Tim Cook puede ser lo máximo para un desarrollador. Pero en este caso algo salió mal

Foto: Tim Cook, durante la última presentación de Apple (Fotografía: Reuters).
Tim Cook, durante la última presentación de Apple (Fotografía: Reuters).

“¿Te ha visto alguien? Pues entonces no te preocupes”. Pequeños errores y despistes que cometíamos de pequeño y que no tenían trascendencia pero que nos atormentaban de críos. Ahí llegaban nuestros padres con esa balsámica frase en la que, salomónicamente, se diluía la culpa por cualquier metedura de pata que hubiéramos cometido, sin malicia y sin consecuencias. Y nuestros padres tenían razón: si éramos capaces de mordernos la lengua y no confesar nuestro pecadillo involuntario, aquello se lo llevaba el viento como si nada.

Pues bien, algo así le debió de ocurrir al desarrollador francés François Lagunas que, en rabioso directo, fue víctima de los tiránicos caprichos del teclado predictivo de Apple, un fuego amigo inesperado al que tan acostumbrados están los usuarios de iPhone y iPad y que a menudo despiden sus correos con “Un salido” en lugar de “Un saludo”.

Ser invitado por Apple a compartir el valioso escenario de una keynote con el mismísimo Tim Cook es el summum al que puede acceder un desarrollador. No hay meta más alta. Este detalle quiere decir que no sólo la firma valida su trabajo como algo superior, por encima de la media, sino que además se cuentan con los dedos de una mano los desarrolladores que a lo largo del año pueden presentar su producto ante una audiencia millonaria. Doble éxito: prestigio y publicidad.

Es por elloque los desarrolladores se ven obligados a pasar por el mismo calvario del resto de los empleados de la casa que suben al escenario: aprenderse el guión al dedillo y repetirlo tantas veces que al final sale en automático de sus bocas. Es la única manera de reducir el riesgo de cometer un error, o lo que es peor, quedarse en blanco. Está en juego la imagen de Apple.

Apple magnifica la anécdota

Y llegó el esperado momento. La pareja de franceses subió decidida al escenario y con una seguridad consolidada a fuerza de repeticiónse dispusieron a exponer los beneficios de su producto en el tiempo exacto calculado. Nada de bromas no calculadas y por descontado, ni hablar de improvisación. Uno de ellos hablaba mientras que otro estaba en los fogones con un iPad conectado a la gran pantalla, esa misma que estaba siendo vista por millones de personas en rabioso directo.

Todo iba sobre ruedashasta que llegó el momento de nombrar el proyecto creado por su criatura, Replay, una aplicación que convierte en vídeos la colección de fotos del iPhone o iPad. Con el tiempo comprimido y ni un milisegundo que perder, Jeff Boudier exponía las bondades de la app mientras su compañero hacía el directo. En un momento dado, Lagunas tituló el trabajo como "Utah road trip”, ni un problema. Tecleó correctamente el texto pero con la premura que exigía el guión, pulsó Aceptarvalidando lo escrito, y apareció el duendecillo.

En realidad, poca gente se hubiera dado cuenta del despiste de no ser por la caras de los protagonistas: fastidio tremendo del autor del texto y desolación del segundo a bordo. ¿Y Apple? Perdieron una buena oportunidad para hacer la vista gorda. Los errores en la firma no se toleran y este, que podía parecer hasta gracioso, fue borrado literalmente de la secuencia oficial del vídeo que ahora cuelga de su web. De anécdota trivial a noticia en todos los medios de lo que era, hasta entonces, un simpático road trip.

“¿Te ha visto alguien? Pues entonces no te preocupes”. Pequeños errores y despistes que cometíamos de pequeño y que no tenían trascendencia pero que nos atormentaban de críos. Ahí llegaban nuestros padres con esa balsámica frase en la que, salomónicamente, se diluía la culpa por cualquier metedura de pata que hubiéramos cometido, sin malicia y sin consecuencias. Y nuestros padres tenían razón: si éramos capaces de mordernos la lengua y no confesar nuestro pecadillo involuntario, aquello se lo llevaba el viento como si nada.

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