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Las niñas no quieren ser programadoras
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Iniciativas buscan reducir la brecha de género

Las niñas no quieren ser programadoras

Iniciar a las niñas y adolescentes en la programación es importante para que en el futuro puedan competir en el mercado laboral en completa igualdad de condiciones

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No todo el mundo lo sabe, pero el papel que Natalie Portman interpreta en la saga de películas sobre Thor era, originalmente, una efermera. En los cómics de Marvel, esa es la profesión de Jane Foster. En el cine, sin embargo, es astrofísica. Esta transformación laboral, que conviene al argumento del filme, es el resultado de un programa puesto en marcha por la Academia Nacional de Ciencias estadounidense que facilita el diálogo y la asesoría entre guionistas, productores y científicos.

Uno de los fines de esa iniciativa es que las películas y series no cometan errores al hablar de ciencia, y otro es acertar en la representación de los científicos en su trabajo. Porque la cultura popular es parte de la concepción que tenemos del mundo y lo que vemos en la pantalla ha generado no pocas vocaciones profesionales. La serie CSI hizo a muchos considerar que la profesión de forense podía ser mucho más interesante de lo que parecía, y cuántos encontraron su vocación periodística viendo al recientemente fallecido Álex Angulo precisamente en la serie Periodistas.

En lo que se refiere a esa imagen popular que inspira carreras profesionales en los chavales, los programadores se están quedando atrás, y las programadoras, aún más. Hay muy pocos personajes de mujeres informáticas que puedan servir como modelo a las niñas y adolescentes a la hora de decidir qué quieren ser de mayores. Tampoco en la vida real hay muchas.

"Cuando pensamos en los líderes de la industria tecnológica, hablamos casi exclusivamente de hombres: Steve Jobs, Bill Gates, Mark Zuckerberg...". El que enumera es Jesús Moreno, experto en la enseñanza informática en institutos y universidades y codirector de la asociación Programamos. Lo cierto es que en esa lista las mujeres, aunque están, son celebradas como una excecpción.

La falta de paridad que menciona entre los altos ejecutivos de las empresas tecnológicas existe en todos los escalones del sector, y empieza a ser preocupante. A mediados de los 80, el 37% de los licenciados en ciencias de la computación eran mujeres. Hoy son el 12%. Aunque son ellas las que obtienen casi el 57% de los titulos universitarios, su presencia en las aulas dedicadas a la informática no para de disminuir. Y a pesar de suponer la mitad del mercado laboral, en la industria tecnológica son menos del 25%.

"En las aulas la diferencia es cada vez mayor"

Moreno puede constatar de primera mano la brecha que existe en el aprendizaje de programación en nuestro país: "cuando hay un curso de estos contenidos en un instituto, los que se apuntan son sobre todo chicos. En las universidades es igual, estas carreras las cursan mayoritariamente hombres, y hemos detectado que la diferencia es cada vez mayor". Se trata de un asunto importante, no en vano, será uno de los campos profesionales con más desarrollo en las próximas décadas, y que dará forma a muchos otros sectores. Y a este paso las mujeres se quedarán fuera.

Igual que la diferencia de género que se encuentra entre los editores de la Wikipedia, la de la brecha de género en la programación es una cuestión llamativa, porque no hay ninguna razón obvia para que exista: nada ni nadie impide a las chicas de ninguna edad interesarse y aprender informática como lo hacen sus compañeros. Simplemente, no parecen interesadas en hacerlo, y esto puede terminar convirtiéndose en una falta de oportunidades en su futuro.

"Hemos constatado esa diferencia. Programan menos y, cuando lo hacen, programan distinto. Pero no es fácil aventurar la causa", explica Moreno. Él señala entre otros factores la ya mencionada falta de modelos dentro del sector. "Puede que cuando las chicas se topan con la tecnología y la programación, piensen que no tiene nada que ver con ellas". Tampoco descarta las razones sociales, como que a las chicas se les haya animado desde siempre a hacer otro tipo de cosas.

Pero casi más a mano que averiguar de dónde viene esta brecha, está el tratar de cerrarla. No son pocos los embarcados en esta tarea: Google anunció en junio que destinaría 50 millones de dólares a una iniciativa para exponer a un millón de niñas a la programación de aquí a 2020. Si luego ellas deciden optar por esta opción, será decisión suya, pero que al menos hayan tenido contacto con la tecnología para tomar una decisión más informada.

La Unión Europea también es consciente del escaso interés de las chicas por esta opción profesional. El 30 de septiembre se reunirán en Bruselas todos los embajadores de la Semana de la Programación (Moreno es el representante español en esa cita), y uno de los talleres que desarrollarán se titula Getting more girls into coding (Traer más chicas a la programación).

'Girls who code'

Existen muchas iniciativas que intentan atraer a las niñas y adolescentes hacia la informática, enseñarles a crear sus propias webs, programas o aplicaciones móviles. Girls who code es una de ellas, fundada por la estadounidense de origen indio Reshma Saujani, cuenta con el apoyo de gigantes del sector como Adobe, Amazon, Facebook, Google, Intel, Microsoft o Twitter entre otros.

"El Departamento de Trabajo de Estados Unidos prevé que para 2020 habrá 1,4 millones de puestos de trabajo para especialistas en computación. Para alcanzar la paridad, la mitad de esos trabajos tendrían que estar ocupados por mujeres. Puesto que la evidencia nos dice que el 30% de los estudiantes que aprenden algo de código deciden continuar por ese camino profesional, 4,6 millones de chicas tendrían que tener contacto con la informática para que esa paridad se lograse. Girls Who Code pretende dar ese contacto a 1 millón de niñas de aquí a 2020", explica Saujani en la descripción de su proyecto.

Para conseguirlo, organizan campamentos de verano en los que enseñan de forma lúdica a las niñas nociones básicas de Ruby, HTML, Java y más, además de organizar charlas con ejecutivos de la industria para que les conozcan en persona y aprendan directamente de ellos, haciendo especial hincapié en las líderes que puedan demostrarles que la programación no es un mundo solo para hombres.

Saujani fundó esta organización tras su fallida campaña en 2010 a un cargo público en Nueva York. "Esa campaña me hizo ver la enorme división tecnológica que hay en nuestra ciudad. En mi distrito están algunos de los institutos más ricos de América y algunos de los más pobres. Algunos tienen un laboratorio de robótica y otros solo un ordenador en el sótano". Esto, sumado a que el 56% de los trabajadores en Estados Unidos son mujeres, pero solo suponen el 18% de los ingenieros, le hizo querer tomar cartas en el asunto.

Iniciativas en España

También en España se están dando pasos en esta dirección. Agile Girls es un grupo que organiza talleres y reuniones para que chicas con distintos niveles de conocimiento aprendan unas de otras sobre distintas tecnologías (Ruby, Arduino, TDD). La Universidad de Granada y Google organizaron el pasado mes de junio un campus tecnológico de verano en el que participaron 30 chicas de entre 14 y 18 años. Como resultado nacieron siete proyectos, desde videojuegos hasta apps, creados por las alumnas.

Unos proyectos que son en esencia muy distintos de los que habrían surgido de haber sido chicos los participantes en el campus. Moreno explica que así como está comprobado que las chicas programan menos, también está probado que lo hacen distinto. "Cuando crean videojuegos, las niñas utilizan más instrucciones relacionadas con los diálogos, mientras los niños usan instrucciones relacionadas la acción".

La reciente creación de una asignatura sobre programación en varios programas de estudios de distintas comunidades autónomas, señala Moreno, puede servir para paliar estas diferencias de base. Al fin y al cabo, todo lo que sea ayudar a los niños y adolescentes a crear tecnología, y no solo a consumirla, será bueno para su futuro, sea cual sea su género.

No todo el mundo lo sabe, pero el papel que Natalie Portman interpreta en la saga de películas sobre Thor era, originalmente, una efermera. En los cómics de Marvel, esa es la profesión de Jane Foster. En el cine, sin embargo, es astrofísica. Esta transformación laboral, que conviene al argumento del filme, es el resultado de un programa puesto en marcha por la Academia Nacional de Ciencias estadounidense que facilita el diálogo y la asesoría entre guionistas, productores y científicos.

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