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¿Cómo deberían sonar los coches que no suenan?
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los vehículos eléctricos buscan su 'voz'

¿Cómo deberían sonar los coches que no suenan?

Los coches eléctricos son prácticamente silenciosos, y esto supone un peligro para la seguridad vial. Asignar un sonido a una nueva tecnología no es fácil

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Caminas despistado por la calle y vas a cruzar sin darte cuenta de que un coche se acerca directo hacia donde estás. Por suerte, lo adviertes a tiempo y das un salto hacia atrás que evita un atropello. Ha sido un buen susto, pero estás ileso gracias a que has visto venir el coche. O quizá haya sido tu oído el que te ha avisado de que un vehículo venía hacia ti.

El ruido de los motores de combustión de nuestros coches, que nos resulta casi siempre molesto, es un factor esencial en la seguridad vial, sobre todo en la de los peatones cuando nos movemos por la ciudad.En el caso de las personas ciegas o con graves problemas de visión, se trata de una información fundamental sobre el entorno.

Por eso, el sigilo con el que se mueven los coches eléctricos es un problema. Según el organismo estadounidense que legisla en asuntos de tráfico, es más probable sufrir un atropello por un coche eléctrico o híbrido que por uno con un motor de combustión interna. El mayor peligro se da cuando los coches van despacio, por ciudad o marcha atrás, porque son casi completamente silenciosos.De momento no son muy numerosos en nuestro entorno, pero ante la perspectiva de que su presencia vaya en aumento, son muchos los que comenzaron a advertir este potencial problema de seguridad. Lo que parecía (y es en muchos casos) una ventaja, se tornaba en un inconveniente.

La solución resultaba obvia: bastaba con introducir en los vehículos un sistema de sonido hacia el exterior que alertase a los demás actores de la circulación (peatones, ciclistas, etc.) de su presencia.Pero ¿cómo suenan los coches que no suenan? Fabricantes y reguladores exploran desde hace años distintas ideas para encontrar su voz ideal, atendiendo a varios criterios:

1. Alerta: el sonido tiene que indicar la presencia de un vehículo, por tanto no confundirse con ningún otro habitual en el entorno.

2. Orientación: al igual que ocurre con los coches de gasolina, el sonido tiene que servir para saber, al menos aproximadamente, dónde está el coche, en qué dirección va y a qué velocidad.

3. Que no sea demasiado molesto: será un sonido habitual, por lo que no deberá resultar demasiado molesto o alarmante, como podrían ser las sirenas de policía.

4. Estandarización: este criterio es especialmente relevante. Desde el punto de vista del marketing, para las marcas podría ser atractivo dotar a sus coches de un sonido único y reconocible. Incluso cada usuario podría querer personalizar el suyo, igual que elegimos la melodía para nuestro móvil. Pero para que todos aprendamos a interpretar rápida e intuitivamente el significado de este sonido, es importante que todos los coches utilicen el mismo, o al menos similar.

Investigaciones, pruebas y condiciones han terminado en una conclusión sorprendente y evidente al mismo tiempo: el sonido más seguro para un coche es… el de un coche. De forma que si un vehículo no suena como tal, sólo hay que añadirle una grabación.

La Unión Europea aprobó este año una normativa que buscaba regular los niveles de ruido en la circulación, con dos medidas curiosamente contrapuestas: por un lado, establecía que los coches de motor tradicionales tendrían que hacer un 25% menos de ruido en los próximos años.

Por otro, hacía obligatoria la introducción de sistemas acústicos de alerta para vehículos (AVAS) que hiciesen a los coches eléctricos más ruidosos: “Los sistemas de aviso acústico tendrán que hacer un sonido similar al de los motores normales de combustión para que la gente pueda oírlos con claridad y juzgar si es seguro cruzar una calle”. A partir de su aprobación, los fabricantes cuentan con cinco años para implementar esta nueva normativa.

Parece una paradoja que una tecnología nueva se vea obligada a imitar a su antecesora por motivos que nada tienen que ver con la tecnología y sí con sus usuarios, pero este fenómeno, bautizado en diseño como esqueumorfismo, es en realidad muy habitual y nos topamos con él cada día aunque no nos demos cuenta.

Ocurre cuando pinchamos en guardar al trabajar en un documento, y el icono sigue siendo un disquete aunque apenas se usen ya, o cuando descartamos un archivo y lo enviamos a la papelera. Steve Jobs fue un gran partidario del esqueumorfismo, y los usuarios de Apple se topan con él constantemente: al pasar una página con el dedo parece que pasan una hoja de verdad, y el fondo de sus libreríasparece realmente de madera.

No se trata sólo de una tendencia estética. El esqueumorfismo nos facilita el aprendizaje cuando nos enfrentamos a un medio nuevo para nosotros, proporcionándonos elementos conocidos como referencia. Si pasamos de tomar notas en un cuaderno a hacerlo en una aplicación, el cambio nos resulta más cómodo, y en cierta forma tranquilizador, si la aplicación en cuestión tiene forma de cuaderno.

En el caso de los coches, supone añadir a los modernos y silenciosos vehículos eléctricos un elemento accesorio, propio de una tecnología menos avanzada y del que creíamos que librarnos era una ventaja, sólo con el objeto de hacer la transición más fácil y segura. Porque la llegada de nuevas tecnologías más eficientes y limpias tiene muchas ventajas, pero se quedan en nada si no aprendemos a integrarlas con seguridad.

Caminas despistado por la calle y vas a cruzar sin darte cuenta de que un coche se acerca directo hacia donde estás. Por suerte, lo adviertes a tiempo y das un salto hacia atrás que evita un atropello. Ha sido un buen susto, pero estás ileso gracias a que has visto venir el coche. O quizá haya sido tu oído el que te ha avisado de que un vehículo venía hacia ti.

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