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Colab, la 'app' que saca los colores a los ayuntamientos
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permite denunciar desperfectos urbanos

Colab, la 'app' que saca los colores a los ayuntamientos

Ante la idea de montañas de reclamaciones ciudadanas que nunca son atendidas, esta 'app' las señala públicamente para lograr una respuesta

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La rutina de todos los días. Se dirige al trabajo y mientras lidia con las múltiples rotondas se entretiene cambiando de emisora, cuando de repente un súbito golpe termina por despertarle del todo: el bache, el maldito bache. ¿Cuándo piensan arreglar eso? El incidente termina en una pataleta con los compañeros en la pausa para el café o a lo sumo con la lección aprendida y al día siguiente dar el necesario volantazo para evitar dejarse ahí las llantas a fuerza de caer en la trampa.

Por lo general, casi nadie se toma la molestia de ponerse en contacto con el ayuntamiento sugiriendo que tapen aquel desastre, y esta desidia tiene en el fondo su justificación: la mayoría de corporaciones tarda mucho en atender este tipo de consultas o no lo hace nunca. Las estrecheces presupuestarias están empeorando las cosas y salvo honradas excepciones, estamos contemplando cómo las ciudades de nuestra geografía se van llenando de boquetes, que en el mejor de los casos, son burdamente parcheados.

La pataleta puede parecer demagógica pero lo cierto es que los ayuntamientos no hacen una rebaja en los impuestos por este motivo, y la triste realidad es que mientras las reclamaciones no se hagan de forma masiva o los baches sean ya socavones, los políticos no parecen perder votos por este motivo, eternizando el problema. Visto lo cual ¿tiene solución? Pues parece que sí, y en forma de apppara más señas.

Denuncias públicas en las redes sociales

Si uno pensaba que en España estábamos mal en este terreno, que se lo cuenten a los brasileños. El país que celebrará en cuestión de semanas el Mundial de fútbol cuenta con muchas deficiencias en materia de asfaltado y otro tipo de incidencias de orden urbano, y hasta la fecha, sus ciudadanos se resignaban al cabreo que antes hemos expuesto. Pero unos emprendedores se hartaron de dejarse las llantas en los múltiples boquetes que jalonan sus calles y se pusieron manos a la obra con una munición pesada y que atemoriza, en buena lógica, a los políticos: las redes sociales.

Su primera medida fue crear una página en Facebook donde recoger la frustración de los contribuyentes mediante sondeos: “¿Qué opinas del asfaltado de las calles?”. Se vieron abrumados por la respuesta y pronto se encontraron gestionando la actividad de cerca de 50.000 usuarios frustrados que por fin encontraron una vía de escape a su impotencia. Aquello les allanó el camino para el siguiente paso: ¿por qué no hacer una aplicación móvil desde la cual cualquier ciudadano pueda fotografiar y notificar la incidencia?

Descartaron de partida la idea de hablar primero con las autoridades para que gestionaran su producto, y fueron a una política de hechos consumados: que sea el propio éxito de la appel que obligue a las autoridades a fijarse en ella. Y vaya que sí lo hicieron. Había nacido Colab, una aplicación al servicio del ciudadano pero sin ninguna vinculación con las autoridades: uno sacaba una foto del bache y la compartía con el resto que la votaba o hacía comentarios al respecto.

Adoptada por los propios ayuntamientos

La app se convirtió pronto en un fenómeno en el que los ciudadanos se dispusieron a localizar las múltiples deficiencias de sus calles, aprovechando el efecto altavoz de Facebook y Twitter. Que un ciudadano presente una reclamación que termine apilada en una montaña en la que ya hay cientos es una cosa, pero que las vergüenzas de una ciudad sean expuestas a la vista de miles de personas de todo el mundo para escarnio público fue sin duda demasiado para algunas corporaciones. El éxito fue tal que lo que comenzó en un proyecto local para la ciudad de Recife pronto se extendió por toda la geografía del país para la preocupación de las autoridades que vieron un peligroso flanco, que éste sí, podía restar votos.

No pasó mucho tiempo antes de que las corporaciones se unieran a su enemigoy así la ciudad de Curitiba decidió emplear la aplicación social como herramienta para gestionar sus incidencias, “y lo están haciendo de una forma muy eficiente”, reconoce orgulloso Bruno Aracaty, uno de los cofundadores de la empresa que da vida a esta rebelde app. De la noche a la mañana, los contribuyentes de la ciudad se encontraron con una forma eficiente y sencilla de reportar las incidencias, huyendo de la maraña de papeles con la que se protegían las autoridades, y poco a poco fueron viendo los problemas más acuciantes resueltos.

De repente, las prioridades a la hora de repartir el presupuesto habían cambiado y el temor a que a un alcalde le saquen los colores con un socavón que lleva semanas sin taparse para el peligro de los conductores fue la primera prioridad para esta corporación.El éxito de Colab no pasó desapercibido y el mismo año que fue presentada, recibió el premio a la mejor aplicación urbana del mundo otorgado por AppMyCity, consiguiendo un esperado empujón y que la aplicación se extienda por todo el país incorporando más ciudades.

Llegados a este punto, se estará preguntando ¿no sería genial disfrutar de una herramienta similar en nuestro país? Pues parece que pronto será posible gracias a una iniciativa made in Spainllevada a cabo por la consultora vasca SGSmap que ha presentado su proyecto Hiriposta, con un alcance mucho más ambicioso que el de los brasileños. Este servicio se presenta como “una plataforma que permite a las administraciones fomentar la participación ciudadana ofreciendo a los ciudadanos herramientas de comunicación modernas acordes a los actuales hábitos sociales”, permitiendo un seguimiento de las incidencias y comprobando en tiempo real si han sido resueltas.

La rutina de todos los días. Se dirige al trabajo y mientras lidia con las múltiples rotondas se entretiene cambiando de emisora, cuando de repente un súbito golpe termina por despertarle del todo: el bache, el maldito bache. ¿Cuándo piensan arreglar eso? El incidente termina en una pataleta con los compañeros en la pausa para el café o a lo sumo con la lección aprendida y al día siguiente dar el necesario volantazo para evitar dejarse ahí las llantas a fuerza de caer en la trampa.

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