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De la extracción del látex a las pruebas de calidad: así se hace un preservativo
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De la extracción del látex a las pruebas de calidad: así se hace un preservativo

Para muchos es un objeto cotidiano, pero pocos saben cómo se inventaron o cuál es el proceso que siguen hasta llegar a sus manos. Lo contamos aquí

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Los preservativos son uno de esos objetos cotidianos que muchos manejan de forma instintiva pero en la que no se paran a pensar. Pero tras algo en apariencia tan simple y básico hay en realidad mucha evolución, mucha innovación y un proceso productivo muy cuidadoso y controlado. No en vano, la salud de muchas personas depende de que cumplan su función de forma cómoda y sin fallos.

Los condones tal y como los conocemos hoy nacieron en el silgo XIX. Ya siglos antes los humanos habían buscado formas más o menos toscas de evitar embarazos y enfermedades al practicar el sexo, no fue hasta 1839, fecha en la que Charles Goodyear descubrió la vulcanización, cuando el caucho se convirtió en el material principal con el que se comenzaron a fabricar los preservativos.

Goodyear descubrió que calentando caucho crudo en presencia de azufre, la unión entre sus moléculas se fortalecía, haciéndolo más elástico y resistente. Así, comenzó a utilizarse el caucho como materia prima para fabricar profilácticos

Goodyear descubrió que calentando caucho crudo en presencia de azufre, la unión entre sus moléculas se fortalecía, haciéndolo más elástico y resistente. Así, comenzó a utilizarse el caucho como materia prima para fabricar profilácticos.

Aunque mejoraba los productos anteriores, los condones de caucho no siempre eran sencillos de conseguir ni fáciles de utilizar. Se anunciaban como reutilizables, tenía que recomendarlos el médico según las medidas de cada paciente y su vida útil no era muy larga, sobre todo si se utilizaban combinados con lubricantes de base oleosa, que podían deteriorar la goma.

El látex revoluciona el proceso

Décadas después, en 1919, Frederick Killian revolucionaba el proceso de fabricación. En vez de dar forma a caucho vulcanizado, comenzó a sumergir moldes directamente en látex líquido y a vulcanizar el resultado a posteriori. Esto daba como resultado preservativos más finos y más baratos, que duraban más tiempo en buenas condiciones.

Hoy, el 99% de los condones que se venden en el mundo están hechos de látex y tienen una forma más o menos parecida: un tubo de unos 15 o 16 centímetros de largo, unos 5 de ancho y 0,07 milímetros de grosor, recubierto o bien de una capa de polvos o de lubricante para evitar que se pegue y facilitar su uso. A continuación repasamos el procedimiento por el que se fabrican, se ponen a prueba y se empaquetan para su venta.

El látexcon el que se hacen los preservativos proviene de los árboles de la siringa, enBrasil, el sudeste asiático o el oeste de África. La corteza de estos árboles se talla en espiral, por donde resbala la savia que se recoge en cubos.

A esto se le añaden: productos anti fúngicos y antibacterianos, óxido de zinc para acelerar la vulcanización, estabilizadores, anticoagulantes y, según los casos, preservantes, colorantes y aromas. Estos productos prolongan la vida del látex en buen estado, evitando que se degrade y se rompa en el peor momento.

Moldes de cristal para darles forma

El látex y todos sus añadidos se vuelca en barriles, en los que se sumergen moldes de cristal o cerámica, suspendidos en cintas transportadoras, que los hacen girar al sumergirse para que el látex los recubra de forma homogénea. Los moldes se secan y se hunden una segunda vez (e incluso una tercera) en el látex, para que sean de un grosor suficiente para evitar roturas.

Los condones se retiran del molde y van a parar a grandes máquinas lavadoras para eliminar olores, así como residuos que hayan podido quedar adheridos, patógenos o sustancias alergénicas

Un suave cepillo frota el extremo abierto del preservativo hasta que se enrolla levemente, formando el reborde que lo hace más fácil de colocar. Una vez dada la forma, los moldes entran en el túnel del horno, donde se calientan hasta vulcanizarlos.

Después, los condones se retiran del molde y van a parar a grandes máquinas lavadoras para eliminar olores, así como residuos que hayan podido quedar adheridos, patógenos o sustancias alergénicas. Una vez terminada esta fase, los preservativos ya están hechos, y solo queda poner a prueba su calidad.

Pruebas para asegurar su calidad

El papel de un preservativo es delicado. Es importante que no falle, sobre todo en tres aspectos cruciales: que no se rompa, que no resbale y que no tenga pérdidas.

Para comprobarlo, se realizan pruebas a muestras al azar, tanto antes de ser empaquetados como después, para asegurar que todas las unidades que salen de las fábricas cumplen con los estándares de seguridad.

Algunas de las pruebas sirven para asegurar la resistencia a la tensión del látex. En una de ellas se estira todo lo posible una sección circular de la zona central de un preservativo, para asegurar que resiste lo necesario antes de romperse. Con el mismo objetivo, se inflan con aire, como si fuesen globos, para evaluar su fuerza: si estallan antes de alcanzar un volumen determinado, se consideran defectuosos.

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Para comprobar que no hay pérdidas, se hacen dos tipos de prueba.En la primera, los condones se ponen en moldes metálicos y se sumergen en una solución eléctricamente conductora. Cuando la corriente pasa por esa solución, alcanza el molde metálico si hay algún tipo de orificio en el látex, algo fácil de detectar de esta forma. Lo mismo se hace en seco, utilizando una carga eléctrica aún mayor. Si el látex no funciona perfectamente como aislante, es decir, si está perforado de alguna forma, se quema o derrite, y esa remesa se descarta. En la segunda, los preservativos se llenan de agua, y se observa si filtran por algún sitio.

Una vez pasados los test de seguridad, los condones están listos para ser envasados y empaquetados. A partir de los moldes, se enrollan completamente y se les aplica lubricante, que a la vez ayuda a que se conserven más tiempo. Esto se hace justo antes de colocarlos entre dos láminas de papel metalizado y sellarlos en su interior. Esto los mantiene a salvo tanto del aire como de la luz ultravioleta, que pueden deteriorar los preservativos. En el envase también se imprime una fecha de caducidad, que tiene que estar dentro de los cinco años siguientes a la de producción.

Los preservativos son uno de esos objetos cotidianos que muchos manejan de forma instintiva pero en la que no se paran a pensar. Pero tras algo en apariencia tan simple y básico hay en realidad mucha evolución, mucha innovación y un proceso productivo muy cuidadoso y controlado. No en vano, la salud de muchas personas depende de que cumplan su función de forma cómoda y sin fallos.

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