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"No importa lo genial que sea Apple, lo dejo": un exempleado confiesa su calvario
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JORDAN PRICE DENUNCIA PRESIONES INTERNAS

"No importa lo genial que sea Apple, lo dejo": un exempleado confiesa su calvario

La ilusión de Jordan Price por trabajar en una de las mejores empresas del mundo terminó pronto. En Cupertino se sintió humillado desde el primer día

Foto: La etiqueta de identificación de Jordan Price como empleado de Apple
La etiqueta de identificación de Jordan Price como empleado de Apple

"No me lo podía creer". Jordan Price no disimula su entusiasmo cuando recibió aquel correo. Tras varios meses de búsqueda de empleo en los que había realizado todo tipo de 'chapuzas' para pequeños clientes como diseñador gráfico y de interfaces de aplicaciones, le llamaron de la empresa de selección a la que se había suscrito para una entrevista con uno de los grandes.

El de San Francisco tenía sobre la mesa la posibilidad de formar parte de la premier y acceder, ni más ni menos, que a Apple. Se trata sin duda del sueño de muchos y una de las mejores escuelas para catapultar su maltrecho currículum. Nuestro protagonista se esperaba una compleja entrevista con múltiples pruebas y cuestionarios, pero al contrario: fue todo muy rápido y fácil, y salió con ese regustillo de haber hecho bien las cosas.

Y tanto que lo hizo. Ese mismo día recibió una llamada que nunca olvidaría: le ofrecían un puesto en firme como diseñador para dispositivos móviles en Apple. Imposible disimular el entusiasmo. Jordan publicó la noticia en sus cuentas de Facebook y Twitter y las redes sociales ardieron como la pólvora. "Nunca había tenido tantos likes en mi vida", confesó.

Y también en Twitter. Cambió su resumen biográfico en la red social del pajarito y como por arte de magia, comenzó a acumular seguidores. Ya se sabe, la marca talismán: Apple. No podía disimular su entusiasmo, pero se sorprendió al descubrir que el de su entorno era aún mayor. Tener a un amigo, allegado o conocido trabajando en la críptica y carismática firma de la manzana es lo que tiene. La celebración merecía una fiesta y Jordan organizó un buen guateque con sus amigos que ahora recuerda con cariño.

El Olimpo de la tecnología

Su persona había pasado de ser anodina a una celeb star entre sus allegados que celebraban con él esta entrada en el Olimpo de la tecnología. Todo iba a pedir de boca y se acercaba el día uno, aquel en el que Jordan franquearía por primera vez las puertas de la firma californiana. "Apenas pegué ojo las noches previas", confiesa en un artículo en su blog que cotiza por las nubes en la red: son contadísimas las ocasiones que un exempleado de Apple ha confesado lo que sucede de puertas adentro.

Lo habitual es que impere la ley del silencio y los que han pasado por la firma, sobre todo si su salida ha sido tempestuosa, prefieren mirar hacia otro lado cuando se les pregunta. No es el caso de este diseñador de San Francisco que se ha salido de la norma y ha escrito un detallado artículo en el destaca la subida al cielo y caída meteórica a los infiernos al morder una manzana que para él, parecía envenenada.

placeholder La sede central de Apple, en Cupertino

Nadie habla de lo que sucede en la compañía ni dentro ni fuera de ella. De hecho, las personas que trabajan en puestos más delicados y en el desarrollo de nuevos productos no lo cuentan ni a sus familiares directos. Estos detalles que nos dan una idea de la estricta política relativa a la información dentro y fuera de la firma fueron desvelados en parte por Inside Apple, una recopilación de testimonios de extrabajadores, en su mayoría anónimos, llevada a cabo por Adam Lashinsky. Pero Jordan da la cara.

No tiene empacho a la hora de describir cómo parte de la euforia del comienzo se vino abajo nada más entrar en la sede de Cupertino. El primer revés lo recibió al descubrir su horario, que describe como "rígido" y que le impedía ver a su hija ni un solo momento entre semana. Pero ya se sabe, trabajar para los grandes exige sus sacrificios. Aquí sus protestas por lo bajo eran atendidas por sus familiares con comprensión pero admitidas como normales.

Otro dato del funcionamiento de Apple que este diseñador ha dejado en evidencia es la obsesión por las contraseñas de la firma, "me tiraba casi un mes para acceder al servidor", exagera para describir el calvario de cuentas, logins y passwords que cada vez que se sentaba en su puesto tenía que introducir. Y luego están las reuniones. Las había para todo y de todos los tipos, aunque Jordan las asumía como normales "en una empresa tan grande y con productos de tanta calidad".

Pero pronto descubriría que estos no eran ni de lejos sus grandes problemas: su jefe directo parecía gastar un carácter muy agresivo y faltón, y según siempre su versión "empezó a hacer chistes e insultarme sólo a mí". No se sabe muy bien en qué punto sucedió pero la posible química entre Jordan y su jefe no llegó a funcionar, y en una organización con tal presión y culto a la calidad, una herramienta que chirriaba era rápidamente reemplazada.

Denuncia pública

Jordan salió del "círculo de confianza" y las mofas y descalificaciones fueron en aumento. Pero no parecía estar solo, sino que hablaba de otros que como él se negaban a "besar el culo del jefe", que también terminaron condenados al ostracismo y la creciente tensión. Una tensión que por cierto no soportó nuestro hombre. Desoyendo los consejos de la gente que le rodeaba, tiró la toalla, pero lo hizo de una manera poco ortodoxa que le ha llevado hasta nuestras líneas. Una mañana, harto del mal ambiente generado en torno a su persona, apagó el ordenador, recogió sus cosas, y a casa.

placeholder Trabajadores de Apple animando a los clientes

Dejó antes una nota a su jefe con un texto muy explicativo: "Eres el peor jefe que he tenido en mi vida y no puedo trabajar para ti por muy buena que sea Apple". Y así. El portazo revestido de integridad le dejó en la calle ante el asombro de los que le rodean, pero tuvo más consecuencias. La empresa de selección que le facilitó el acceso estaba indignada por el proceder de este verso libre, y debido a su abrupta salida, Apple canceló el contrato que mantenía con ella. "No me siento orgulloso por cómo procedí", concede Jordan al ver las consecuencias de su arrebato.

Pero lo mejor, como suele suceder en estos casos, lo encontramos en los comentarios, que se dividen claramente en dos bandos: los que apoyan su postura y los que la critican. Los primeros hablan de valores, dignidad, respeto al trabajador y sus derechos, mientras que los segundos sostienen que una situación de acoso como la descrita debería haberse reportado al departamento de Recursos Humanos y encontrar una solución interna antes de tirar la toalla. Estos segundos sospechan además que en realidad, el problema de trasfondo de Jordan es su inmadurez e incapacidad de trabajar en equipo en una empresa con unos estándares de calidad tan elevados.

El de San Francisco parece haber cerrado muchas más puertas con su "hasta aquí", sobre todo al publicar esta entrada en su blog, en la que siempre planeará la duda sobre su proceder. Él no debe ser muy consciente de ello, porque en el último párrafo pide empleo: "estoy buscando trabajo como diseñador. Si conoces alguno que se chulo, avisa".

"No me lo podía creer". Jordan Price no disimula su entusiasmo cuando recibió aquel correo. Tras varios meses de búsqueda de empleo en los que había realizado todo tipo de 'chapuzas' para pequeños clientes como diseñador gráfico y de interfaces de aplicaciones, le llamaron de la empresa de selección a la que se había suscrito para una entrevista con uno de los grandes.

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