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Perfil del joven gurú: quiere independizarse de los mendigos y la "basura" de su ciudad
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Perfil del joven gurú: quiere independizarse de los mendigos y la "basura" de su ciudad

El éxito llama a la puerta de los más jóvenes en Silicon Valley, y cada vez son menos los escrúpulos con los que se trata al resto de personas en el valle

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Del skate al Tesla en cuestión de días. Y por los sudores de la lucha por acumular céntimo a céntimo unos ahorros, algo que, sin duda, conocieron sus padres. Nunca se sabe si el milagro que viven buena parte de las startups que florecen en Silicon Valley es fruto del azar, el talento o una combinación de los dos, pero lo cierto es que el valle californiano se está llenando de multimillonarios que llevan muy pocos años afeitándose.

Jóvenes que apenas han superado los veinte años y que ya no tienen que preocuparse por su futuro. Una generación que ha pasado de vivir en casa de sus padres en habitaciones llenas de pósters de estrellas de la NBA a no saber muy bien qué hacer con tanto metro cuadrado repartido en lujosas mansiones. El dinero llegó tan fácil que ni se preocuparon de contarlo ni explicarse bien cuál fue el palo que tocaron para pasar del barro al oro en pocas semanas. Y luego los medios que ansían encontrar perfiles de los millonarios al instante, de los que forjaron una idea feliz en un garaje y ahora son propietarios de colosales corporaciones que cuentan con la admiración de la red. La cultura del éxito y el dinero fácil en su máxima expresión.

Estos nuevos millonarios pasaron de la cola del McDonalds a ser parte de los elegidos en las selectas fiestas de otras referencias del mundo tech. Y claro, con semejante avalancha de estímulos es fácil perder la perspectiva y creer que su talento es un regalo del más allá que el resto de los mortales deberían agradecer por tener la suerte de ser coetáneos de semejante despliegue de genialidad.

En este sentido, hace un año nos hicimos eco de la pérdida de papeles de Tom Anderson, cofundador de MySpace, que arremetió desde su cuenta de Twitter contra uno de sus seguidores con un tristemente célebre “yo soy multimillonario y tú un currela que mendiga por una tarde libre”. Aquello nos sonó al desbarre accidental de alguien que lo había tenido todo muy fácil, pero a algo aislado, vamos. Error. Business Insider advierte sobre un fenómeno que se está extendiendo por el valle gracias al fulgurante éxito de una generación que no conoce el esfuerzo y que le ha caído del cielo dinero a raudales por un momento de inspiración o dar con la tecla adecuada en un proyecto.

"San Francisco está lleno de mendigos y otras basuras"

Y lo cierto es que el asunto no es para menos. Las palabras de Anderson eran de chuleta de barrio que con el BMW en la puerta del bar ninguneaba en la barra al que había llegado en Vespino, pero la salida de tono de Greg Gopman, CEO de AngelHack, la pasada semana subió el calibre del desprecio hasta niveles alarmantes. Este hombre tocado por el éxito llegó de uno de sus múltiples viajes por el mundo y reparó que San Francisco, su ciudad, estaba llena de mendigos, maleantes o como escribió en su muro de Facebook, “basura”.

Por si quedaba alguna duda de su visión de la vida, Gopman puso como ejemplo otras ciudades en las que las clases más desfavorecidas pasaban desapercibidas y “sin hacer ruido”. “Son conscientes de que es un privilegio estar en la parte civilizada de la ciudad de la que se consideran unos visitantes. Y eso está bien”, explicó. Esta visión deshumanizada y perversa de la realidad le llevó a reconocer que había “una zona de la ciudad para la clase trabajadora” y que “no hay nada positivo en tenerles tan cerca”.

placeholder Un 'sintecho' pide en las calle de San Francisco (Cindy Chew)

Las merecidas tortas no tardaron en llegar provenientes de los usuarios que nadaban entre la indignación y la estupefacción, hasta el punto que Gopman pidió perdón públicamente por su falta de sensibilidad. Disculpas aceptadas, o no, pero lo cierto es que sus incendiarias palabras no eran sino el reflejo de una corriente de pensamiento de parte de una casta de nuevos ricos que han perdido toda conexión con la realidad. Para ellos, el dinero ha llegado tan fácil y en tal volumen que no entienden cómo alguien puede terminar arrastrando todas sus pertenencias por las calles en un carro del súper y hurgando en las basuras.

Esta visión retorcida les hace considerar a esta parte de la sociedad como una lacra maloliente que tienen que esquivar por la calle, una parte fea que hay que soportar, y por descontado, ocultar. Pero lo peor del asunto es que estas expresiones de desprecio son cada vez menos aisladas y que dan cuenta de la visión arrogante de parte de los nuevos gurús.

Posiblemente, la máxima expresión de este desprecio a los desfavorecidos y un brindis a sus desmedidos egos sea la creación del club The Battery, también en San Francisco. En este selecto local sólo se entra por recomendación de alguno de sus miembros, y ya se puede uno imaginar el perfil de los mismos y el nivel de sus conversaciones con los Maserati aparcados en la puerta. Con todo, esta locura pijo-arrogante llegó a su punto más grotesco el mes pasado cuando otro joven tocado por el éxito, Balaji Srinivasan, sugirió que Silicon Valley debería independizarse del resto de Estados Unidos y que la sociedad “fuera gobernada por la tecnología”. Tal cual.

Del skate al Tesla en cuestión de días. Y por los sudores de la lucha por acumular céntimo a céntimo unos ahorros, algo que, sin duda, conocieron sus padres. Nunca se sabe si el milagro que viven buena parte de las startups que florecen en Silicon Valley es fruto del azar, el talento o una combinación de los dos, pero lo cierto es que el valle californiano se está llenando de multimillonarios que llevan muy pocos años afeitándose.

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