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Seis brillantes inventores españoles que la Historia ha olvidado
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GENIOS desconocidos y prolíficos

Seis brillantes inventores españoles que la Historia ha olvidado

La incomprensión, la mala suerte y el progreso han borrado sus nombres, pero sus creaciones están a la altura de los más grandes inventores de la Historia

Foto: Primer plano de un futbolín, invento del español Alejandro Finisterre
Primer plano de un futbolín, invento del español Alejandro Finisterre

La historia de la tecnología es caprichosa y, aplicando una especie de selección natural por la que la supervivencia de un nombre propioes directamente proporcional al éxito comercial de su invento, acostumbra a sepultar historias personales que, si no relevantes desde una perspectiva global, resultan como mínimo ejemplares.

Las vidas de estos seis inventores españoles, pertenecientes a distintas épocas, parecen cortadas por el mismo patrón. Aunque algunos corrieron mejor suerte y pudieron terminar sus díascon mayor dignidaddespués de haber consagrado su vida a la investigación por amor al arte, todos gozaron en su momentode una fama de cinco minutos, si bien su destinoha sido el olvido.

"La indiferencia es el peso muerto de la Historia, es la bola de plomo para el innovador, es la materia inerte en la que amenudo se ahogan los entusiasmos más brillantes".Lo decíaAntonio Gramsci, en un contexto distinto, pero la indeferencia del mundo también juega un papel importante en la biografía de muchos inventores.

1. Ramón Verea: la calculadora total

En el museo de la sede central de IBM, entre cientos de aparatos imprescindibles para entender la evolución de la tecnología, hay una voluminosa calculadora amarilla de 26 kilos, fabricada de hierro y acero, de nombreVerea Direct Multiplier. Fue la primera de la historia capaz de realizar cuatro operaciones aritméticas (suma, resta, división y multiplicación),manejando cifras de hasta nueve dígitos.

placeholder Prototipo de la calculadora Verea Direct Multiplier

Cualquiera podría pensar que el creador de este artilugio debía de ser una personalidad relevante en su época, pero el gallego Ramón Vereamurió en la indigencia en Buenos Aires en 1899, y su cadáver fue recogido por los servicios sociales. Nacido en la aldea pontevedresa de Currantes, donde tuvo acceso a una biblioteca que le cambió la vida,había zarpado a Cuba en 1855, pero fue en Nueva York donde desarrolló su carrera.

En la capital del mundo escribió novelas, fundó un periódico quincenal, El Progreso, que mantuvo durante una década sin publicidad; einventó la calculadora. No le importaba el dinero:sólo queríademostrar que el talento español estaba a la altura de los pensadores más brillantes. Por eso la patentó, para a continuación olvidarse de ella, para siempre, sin tratar de obtenerrendimiento económico alguno.Algo de lo que sí se preocupó el suizo Otto Steigerpara lanzar,basándose en los principios del gallego, la primera calculadora de la historia con éxito comercial.

2. Arturo Estévez Varela: ¿unmotor de agua?

Según una teoría de la conspiración, el motor de agua fue vetado por Franco, quien habría encargado un informe desfavorable a la Escuela de Ingenieros para evitar que la tecnología progresase

Según una teoría de la conspiración que circula por la red, el motor de agua inventado porArturo Estévez fue vetado por Franco, quien habría encargado un informe desfavorable a la Escuela de Ingenieros para evitar que la tecnología progresase. Sin embargo, el extremeñose hizo famoso en los 70 realizando exhibiciones públicas por España, algunas en televisión, demostrando que susistemafuncionaba. Siempre repetía un gesto: bebía agua de un botijo;luego, la introducía en el artefacto.

A lo largo de la Historia, el motor de agua ha sido objeto de distintas investigaciones, a menudo rodeadas de un halo de fraude.Según los científicos que han documentado el casoEstévez, susistema se basaba en una reacción químicaoriginada a partir del contacto del agua con un "componente secreto", afirmaba el perito, pero quesupuestamente era boro. Así generaba hidrógeno, sustancia que a la postre hacía funcionar el motor.En ese sentido, los críticos valoran al extremeño como un visionario, aunque la viabilidad económica a gran escala de su proyecto hoy parece dudosa.

Estévez nació en1914 en la localidad de Valle de la Serena, aunque vivió la mayor parte de suvida en Sevilla. Patentó su motorde agua en 1971, expresando su deseo de donar la tecnología al pueblo español.Tras la efervescencia pública de su invento, en un década donde había estallado la crisis del petróleo, murió en el anonimato.

3. Jerónimo de Ayanz: aire acondicionado en el Siglo de Oro

Sus gestas como militar alcanzaron tanta fama que Lope de Vega le dedicó una obra, inspiradaen sus hazañas en Flandes. Sin embargo, el navarro,hijodel Siglo de Oro, no se conformó con el campo de batalla. Dedicó su vida a la invención, convirtiéndose en un industrial brillantecuyas teoríasse aplicaron con éxito en los sectoresde la minería, la náutica y la agricultura.

En 1587, fue nombradoAdministrador General de Minas, y fue en el contexto de ese cargo donde desarrolló la primera aplicación industrial de la historia de una máquina de vapor. Ideóun sistema para evacuar el agua desde el interior de las minas hacia el exterior, a través de tuberías. Además, aplicó las técnicas del vapor para crear una especie de antecedente del aire acondicionado: enfriaba el aire con nieve y lo introducía en las minas, purificando así las galerías.

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Después de haber sido un pionero que asombró a sus contemporáneos,su figura se ha convertido en un fantasma.En total, se le reconocen 48 inventos, que fueron recogidos en 1606 en una cédula de privilegio para invenciones, antecedente histórico del actual sistema de patentes. Entre ellos, se encuentra un traje de buceo que fue testado, en presencia del rey, en el río Pisuerga. También unsubmarino primitivo,una brújula que establecía la declinación magnética, un horno para destilar agua marina en los barcos, distintas balanzas de precisión, molinos de rodillos metálicos ybombas para el riego.

4. Adrián Álvarez Ruiz: tentado por los nazis

Este palentino nacido en 1884, ya quien la lectura de Julio Verne inspiró para desarrollar sus propias invenciones,emigró a Madrid para trabajar como obrero, pero pronto demostró que su inteligencia estaba por encima de la media.No tardó en llegar a la dirección de los talleres de la compañía MZA, antecedente de Renfe.

Toda su vida trabajó para mejorar la tecnologíaferroviaria, pero su invento estrella fue un tanque submarinoideado para mejorar las condiciones de regeneración del aire en el interior de los submarinosy hacer posible que las personas encerradas bajo el agua pudiesen resistir más tiempo.

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Su invento convenció a laSección de Ingeniería del Estado Mayor Central, y en 1932 se organizó un test público, ante 15.000 personas,en el lago de la casa de Campo, enMadrid. El español había construido el prototipo en su propia casa. En aquel tiempo, se trataba de una tecnología avanzada por la que se interesaron varias potencias y empresaseuropeas. Sin embargo, el deseo del palentinoera que la patente se desarrollase en España. Nadie mostró demasiado interés.

La alemania nazi trató de captar al español, como ocurriría también con el inventor de Talgo, Alejandro Goicoechea Omar, pero se negó

La Alemania nazi trató de captaral español, como ocurriría también con el inventor de Talgo, Alejandro Goicoechea Omar,pero se negó. Quería que su invento salvase vidas, pero no participar en una guerra. Finalmente, en 1947 patentó su tanque submarinoen Gran Bretaña, ofreciendo la tecnología a laRoyal Naval Scientific Service. Era demasiado tarde. Tras la guerra, el sistema había quedado obsoleto.

5. Mónico Sánchez: el Tesla español

Su historia es similar a la de Ramón Verea. Un español de origen humilde que emigra a Nueva York y logra la excelencia, en su caso en el campo de la electricidad. La diferencia es que el manchego Mónico Sánchez sí ganóuna fortuna, que luego decidió invertiren un proyecto para crear un centro de alta tecnología en su pueblo natal,Piedrabuena, en Ciudad Real.

Lo consiguió, aunquepara ello también tuvo que construir una central -la electricidad no había llegado al pueblo todavía-paraalimentar de energía unlaboratorio donde tenía previsto fabricar en serie su propia tecnología. Sobre todo, la máquinaque le había hecho rico y famoso en Estados Unidos:el primerdispositivo portátil de rayos X de la historia,que Francia utilizó en la Primera Guerra Mundial como parte de su equipamiento médico.

Antes de regresar a España, enNueva Yorkhabía vendido su invento por 500.000 dólares a la empresaCollins Wireless Telephone, compañía pionera en el campo de la telefonía móvil, donde el español fue ingeniero jefe, eso sí, en una épocaanterior a las condenas por estafa a varios ejecutivos de la firma.

Contemporáneo de Tesla y Edison, con quienes llegó a compartir espacio en algunas ferias, su dominio de la electricidad fueautodidacta. A causa de las huelgas estudiantiles, en Madrid no había podido matricularse en la escuela de ingenieros. Entonces,decidió hacer un curso por correspondencia, en inglés, vía Londres. No conocía el idioma, pero quería aprender, y asombró tanto al creador del curso,Joseph Wetzler,que el británico le recomendó para una plaza en una empresa neoyorquina.

Contemporáneo de Tesla y Edison, con quienes llegó a compartir espacio en algunas ferias, su dominio de la electricidad fue autodidacta

Así empezó una carrera que le llevaría a la Universidad de Columbiay, más tarde, a la empresaHouten and Ten Broeck Company, donde concebiría su máquina de rayos X. De vuelta a España, la Guerra Civil -y sobre todo la excentricidad del proyecto-truncaron el Laboratorio Eléctrico Sánchez dePiedrabuena, donde Mónico Sánchez murió en 1961 con problemas económicos.

6. Alejandro Finisterre: padre del futbolín

Varios países reclaman la autoría de este clásico universal del entretenimiento. Son unas cuantas las patentes del período de entreguerras que tienen por objeto el futbolín, perola teorías mejor documentadas apuntan a que fue un gallego de nombre Alejandro Finisterre (se llamaba Alejandro Campos Ramírez, pero se cambió el nombre en honor a sus orígenes) quien lo patentó por primera vez, al menos tal como conocemos el juego en la actualidad. Aunque existían futbolines en los años 20 y 30, se trataba de artilugios de sobremesa, alejados del concepto actual.

Fue una bomba alemana, al comienzo de la Guerra Civil, el elemento circunstancial que propició la idea. Tras la explosión, hospitalizado en Barcelona e incapaz de moverse, pensó en un juego que le permitiese divertirse en ese estado. Entonces, fusionó dos de sus pasiones: el fútbol y el tenis de mesa.

Un carpintero vasco, Francisco Javier Altuna, le ayudó a construir un prototipoque Finisterre patentó en 1937, al mismo tiempo que un pasador de partituras que se accionaba con el pie. Sin embargo, la lluvia destruyó los documentos en los Pirineosdurante su huida hacia el exilio en Francia. Años más tarde, cuando las patentes sobre el futbolín comenzaban a superponerse, y el juego a hacerse famoso en Europa, Finisterre logró presionar a una de las factorías que losfabricabapara que le pagasen los derechos de explotación.

Utilizó el dinero para emigrar a Ecuador, aunque fue en Guatemala donde logró relanzar el invento, obteniendo notables rendimientos económicos. También llegó a jugar varias partidas con el Che Guevara

Utilizó el dinero para emigrar a Ecuador, aunque fue en Guatemala donde logró relanzar el invento, obteniendo notables rendimientos económicos. También llegó a jugarvarias partidas con el Che Guevara. Todo iba bien hasta que, tras el golpe de Estado en Guatemala, lo apresaron, según su versión agentes franquistas. En un avión, destino a Panamá, se convirtió también en uno de los primeros secuestradores aéreos de la historiapara librarse de sus captores.

Regresó a España tras la muerte de Franco, sorprendiéndose de la enorme popularidad que había adquirido su invento. Falleció en 2007, en Zamora, y aún hoy ninguna federaciónde futbolín ha reconocido su paternidad del invento. Antes de morir, el que también fuera albacea del poeta León Felipe, entregó sus memorias a la agente literaria de Gabriel García Márquez, Carmen Balcells. El documental Tras el futbolín, dirigido por Bep Moll, es el mejor testimonio de su vida.

La historia de la tecnología es caprichosa y, aplicando una especie de selección natural por la que la supervivencia de un nombre propioes directamente proporcional al éxito comercial de su invento, acostumbra a sepultar historias personales que, si no relevantes desde una perspectiva global, resultan como mínimo ejemplares.

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