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Alfredo, el albañil que se bajó del andamio para arrasar en Twitter
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EL LEONÉS SE HA CONVERTIDO EN EL AZOTE DE LOS POLÍTICOS

Alfredo, el albañil que se bajó del andamio para arrasar en Twitter

La cita es en un recóndito bar de León. Y no un lugar cualquiera, sino en uno ‘tocado’ por la mano de Alfredo Arias, un albañil

Foto: Alfredo, el albañil que se bajó del andamio para arrasar en Twitter
Alfredo, el albañil que se bajó del andamio para arrasar en Twitter

La cita es en un recóndito bar de León. Y no un lugar cualquiera, sino en uno ‘tocado’ por la mano de Alfredo Arias, un albañil al que todo el mundo conoce como Minipunk. La noche es gélida, pero nuestro protagonista entra con paso decidido en el local. “Me están esperando en clase”, apremia, anunciando que no puede dedicarme mucho tiempo. ¿Clase? Sí, pero no como alumno, sino como docente. 


Este peculiar personaje hace ya meses que se bajó del andamio y ahora triunfa en la red. Aprieta la mano con firmeza, tacto áspero forjado por muchas mañanas en los tejados de la ciudad. Dos vinos y apretamos el ritmo de la conversación. Minipunk es de los que mira de frente y dice las cosas por su nombre. Y eso uno ya lo sabía por encontrarse entre sus más de 8.000 seguidores en Twitter. Amanece cada mañana en su cuenta de la red social anunciando al mundo la temperatura en León, y despide la semana animando a sus 'followers' por la llegada del viernes.

 

Entre ese arranque semanal y la despedida el viernes, nuestro hombre reparte estopa a diestro y siniestro desde su cuenta de Twitter. Opina sobre cualquier tema, aunque los políticos son su debilidad. Gracias a su frenética actividad ha conseguido que se asfalten baches y se repinten calles en su León natal.

¿Minipunk? “El nombre me viene del instituto, formaba parte de una pandilla de 'punks' y todos eran más altos que yo”. No es grande en estatura, pero en la red se crece. No han transcurrido ni dos minutos y ya muestra su iPhone, una segunda piel con la que toma el pulso a su frenética actividad en internet. “Mira”, espeta, enseñando toda una colección de alertas de todos los tipos y colores. ¿Cómo termina un albañil triunfando en internet? “Siendo hiperactivo, muy sociable y hablando con la gente”. Y le creemos. Su estado en WhatsApp lo dice todo: “¿Cómo que no puedo?”. 


“A Minipunk lo conoce todo el mundo”, me anticipó una amiga. Alfredo vuelve a mirar nervioso el reloj porque le espera un aula repleta de alumnos en uno de los centros que han contratado sus servicios. Atrás quedó el mortero y ahora se ha visto atrapado por el encanto de la red. Sarna con gusto no pica. 

 

¿Es más difícil ganarse la vida a golpe de martillo o con el clic del ratón? “Con el ratón, sin duda; el martillo es fuerza física, mientras que con el ordenador entran muchos más factores en juego”. Y no teme enfangarse con proyectos sofisticados. En lo último que está trabajando son unos ‘bots’ que automatizan funciones en las redes sociales. “Tienes que verlo algún día”, dice mientras se le iluminan los ojos.

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Pero no hay tiempo. Salimos a la calle y el gélido aire de León nos congela la sonrisa. Una última pregunta mientras apura un pitillo (es fumador empedernido). ¿Cómo solucionarías la crisis? “Fácil, trabajando duro”, sentencia convencido, al tiempo que manda un ‘recadito’ a los políticos, su perdición: “Nos fríen a impuestos y con una política de transparencia total se evitaría la corrupción y se trabajaría más”. 


Llega la hora de la despedida. Nuevo apretón de manos de los que duelen. Él se aleja con paso firme ataviado apenas con un jersey, mientras que un servidor, acostumbrado a climas más suaves, observa sus prisas enfundado en un plumífero, bufanda y guantes. Y pasando frío. 

La cita es en un recóndito bar de León. Y no un lugar cualquiera, sino en uno ‘tocado’ por la mano de Alfredo Arias, un albañil al que todo el mundo conoce como Minipunk. La noche es gélida, pero nuestro protagonista entra con paso decidido en el local. “Me están esperando en clase”, apremia, anunciando que no puede dedicarme mucho tiempo. ¿Clase? Sí, pero no como alumno, sino como docente.