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De Valencia a Murcia: ruta de emergencia por el corazón del diluvio universal
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De Valencia a Murcia: ruta de emergencia por el corazón del diluvio universal

Campos de cereales como lagos en Almansa, ríos secos que resucitan en Ontinyent, barrancos como torrentes en Gandía… El agua pone en jaque el litoral este español en el peor temporal del siglo

Una familia entera, abuelos, hijos y nietos, baja de una furgoneta. El agua ha cortado el paso del camino que tratan de cruzar. A unos 400 metros, observan su casa de campo, en el centro de un inmenso lago como tres campos de fútbol de color marrón, con un metro de agua de altura que oculta los viñedos y apenas deja ver las plantaciones de almendros. La matriarca no puede soportar la visión y se derrumba. Estamos en la frontera entre Murcia, Valencia y Albacete, a poca distancia de Yecla, más de 100 kilómetros hacia el interior desde la costa. Hasta aquí ha llegado el temporal que desde el viernes azota el litoral este español. Es terreno de secano. En apenas un día, ha llovido el doble que durante todo el año. Campos de cereales son ahora estanques, las carreteras secundarias están cortadas y por los terraplenes de las autovías discurren miles y miles de litros de agua, a velocidad de vértigo y sin mayor control que el de la gravedad.

El peor temporal de este siglo y de gran parte del pasado ha dejado ya 400 litros por metro cuadrado en poblaciones del interior de Valencia y Alicante. Las autoridades y los servicios de emergencia han advertido de posibles desbordamientos en el río Júcar a su paso por cabeceras de comarca como Alzira, Algemesí o Sueca. Lo nunca visto desde que en 1982 la presión del agua reventó la presa de Tous y arrasó la comarca de La Ribera. Los mayores del lugar todavía se acuerdan. Y el miedo ha vuelto estos días ante el poder destructor e imparable de una naturaleza caprichosa, que está castigando con un diluvio universal una de las zonas del país con menor índice de precipitaciones anuales. En Alzira, una ciudad con riesgos naturales de inundación, reparten cada año en otoño pasquines con consejos para tomar medidas de seguridad ante las gotas frías. Este año, todas esas recomendaciones son literalmente papel mojado por insuficientes.

Conducir por la CV-60 y la CV-640, carreteras autonómicas que cruzan el interior de la provincia de este a oeste, desde Gandía a l’Olleria, es una odisea. Hay ríos que literalmente han resucitado, porque los acuíferos subterráneos ya no aguantan más. Hacía 35 años que el Clariano no llevaba agua por la población de Aielo de Malferit. La Confederación Hidrográfica del Júcar ha tenido que abrir las compuertas de pantanos como el Bellús por sobrecapacidad. Los campos están anegados, los caminos destruidos, convertidos en improvisados cauces, esculpidos por la fuerza del agua.

Atender y calcular los daños es ahora imposible. Los servicios de emergencia apenas pueden atender las llamadas más urgentes. Hay rescate de personas atrapadas en sus coches en barrancos, rodeadas por torrentes de agua. Efectivos de la Unidad Militar de Emergencias, consorcios de bomberos, brigadas autonómicas y provinciales, voluntarios de Protección Civil… Todos trabajan sin descanso, pero la lluvia sigue cayendo sin piedad desde hace ya tres días y sus efectos aún se dejarán notar varias jornadas más. Los puertos de Valencia, Gandía y Sagunto siguen cerrados porque el temporal impide el atraque de embarcaciones incluso en los diques de abrigo.

La Generalitat valenciana ha anunciado este lunes que aprobará un decreto de ayudas para hacer frente a los daños provocados por el temporal. Pero será insuficiente. Esto es zona catastrófica. Ya no son solamente los núcleos urbanos. Conmociona observar kilómetros y kilómetros de zonas agrícolas convertidas en marismas y áreas pantanosas. Y lo peor es que no para. La capota gris oscuro sigue ahí, oculta tras la oscuridad de la noche.

Campos anegados a poca distancia de Yecla
Río Clariano a su paso por Aielo de Malferit

Una familia entera, abuelos, hijos y nietos, baja de una furgoneta. El agua ha cortado el paso del camino que tratan de cruzar. A unos 400 metros, observan su casa de campo, en el centro de un inmenso lago como tres campos de fútbol de color marrón, con un metro de agua de altura que oculta los viñedos y apenas deja ver las plantaciones de almendros. La matriarca no puede soportar la visión y se derrumba. Estamos en la frontera entre Murcia, Valencia y Albacete, a poca distancia de Yecla, más de 100 kilómetros hacia el interior desde la costa. Hasta aquí ha llegado el temporal que desde el viernes azota el litoral este español. Es terreno de secano. En apenas un día, ha llovido el doble que durante todo el año. Campos de cereales son ahora estanques, las carreteras secundarias están cortadas y por los terraplenes de las autovías discurren miles y miles de litros de agua, a velocidad de vértigo y sin mayor control que el de la gravedad.

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