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Abuelos en régimen de visita: "He denunciado a mi hija para poder ver a mis nietos"
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exigen más derechos y cambios legales

Abuelos en régimen de visita: "He denunciado a mi hija para poder ver a mis nietos"

Miles de abuelos están separados de sus nietos en España. Aunque la ley recoge su derecho a pasar tiempo con ellos, la mayoría no lo consiguen y exigen reformas legales

Foto: José Luis, mientras narra su historia. (Roberto Gómez)
José Luis, mientras narra su historia. (Roberto Gómez)

Hace ya más de cinco años que José Luis cogió la costumbre de ir cada mañana al colegio de su nieta. A las nueve menos cuarto, como un reloj, aparece por allí un señor fornido, bajito, con un bigote que recuerda al de Astérix. A las nueve en punto se coloca frente a la verja y agita los brazos. Algunos días, no todos, consigue que la niña le devuelva el saludo. Otros, tiene que conformarse con verla alejarse de espaldas, con la mochila a cuestas.

"Me retiro un poco de la puerta porque la familia de mi nuera trae a la niña escoltada para que no me pueda acercar y hemos llegado varias veces a las manos. La tengo que ver a cinco metros o más de distancia, entre las rejas, como si fuese un delincuente, y hay días que me tira besos. Si viene su abuela, se pone también la mano en el corazón", dice llevándose el puño al pecho.

Los problemas empezaron en 2008. José Luis se quedó en el paro casi al mismo tiempo que su hijo. "Ellos no tenían donde ir y se metieron todos en mi casa, pero había mal ambiente porque allí no trabajaba nadie. Un día les explicamos que tenían que contribuir de alguna manera, hacer algo, y se enfadaron tanto que se fueron y nos dijeron que no íbamos a ver nunca más a nuestra nieta".

José Luis y su mujer, Cecilia, decidieron denunciar a su propio hijo para poder pasar tiempo con su nieta. Después de meses de espera, el juez les dio dos horas cada 15 días para verla. "Tenían que venir al punto de encuentro de Fuenlabrada, pero en medio año solo acudieron cuatro veces, así que volvimos a denuciarlos, esta vez por lo penal. Mi hijo no pudo soportar la presión y se ahorcó en un árbol con la correa de la mochila".

Josefa se enteró en la panadería de que su hijo se había suicidado, más de un mes después de que ocurriese. "Perdimos el hijo y no queremos perder también la nieta, así que hemos seguido denunciando. A mi nuera la han condenado ya a seis meses de cárcel por no dejarnos ver a la niña. Pero como no tiene antecedentes, eso no va a ningún sitio", se queja.

El drama de esta familia es más frecuente de lo que cabe imaginar. Guadalupe de la Fuente, presidenta de Abuelos Separados de sus Padres, calcula que hay cientos de miles de abuelos en España con problemas para ver a sus nietos. Por la asociación, evalúa, habrán pasado ya cerca de 10.000 y la mayoría tienen que ver con divorcios, fallecimiento de uno de los padres o casos de extorsión. "Lo más frecuente es que todo empiece tras un divorcio y, con la crisis, ahora también son muy frecuentes las extorsiones. Los hijos necesitan algo, generalmente dinero, y utilizan a los nietos para presionar. Llevo años recibiendo llamadas y el patrón suele ser el mismo", dice.

"Cuando entraba, les decían en voz alta que la habitación olía a abuela podrida"

De la Fuente relaciona el problema con la tasa de divorcios de España, una de las más altas del mundo (cada año hay más de 100.000). "Cuando una pareja se separa, los abuelos del que pierde la custodia quedan automáticamente fuera. Sus problemas es lo último en lo que piensa el juez. Y en matrimonios con extranjeros, todavía es mucho peor", dice.

Los abuelos se quejan de que están especialmente desprotegidos ante la ley, a pesar de que el Código Civil contempla el régimen de visitas para familiares cercanos, e incluso allegados. Concretamente, la ley dice que "no podrán impedirse sin causa justa las relaciones del hijo con sus abuelos y otros parientes y allegados" siempre que "beneficie a los menores".

Según el abogado Javier María Pérez Roldán, el problema es que la regulación es demasiado abstracta, lo deja todo en manos del juez y no contempla mecanismos para fomentar la mediación, que es lo que mejor funciona en otros países. "Aunque el Tribunal Supremo ha dictado varias sentencias, cada juzgado es un mundo. Depende de la sensibilidad concreta del juez y no se le suele dar prioridad al tema. Si los hijos envenenan a los nietos contra sus abuelos, hay poco que hacer, porque se suele considerar que esa situción afecta al niño. Es necesario fortalecer la ley", explica.

Desde las asociaciones aseguran que la legislación es tan poco garantista con los abuelos que muchos no consiguen ver nunca a sus nietos hasta que son mayores de edad, a pesar de encadenar resoluciones judiciales favorables. Se ponen de ejemplo casos como el de Maria Julia Videira, una señora de Canarias que denunció a su hija 50 veces pero nunca consiguió ver a su nieto.

Fátima Gallardo es trabajadora social y ha mediado en decenas de conflictos entre abuelos y padres. "Una vez que aceptan sentarse a una mesa, el 85% de los casos que yo he tratado acaban saliendo bien y llegan a un acuerdo. El gran problema es que la legislación española no potencia la mediación. Y hay que recordar que los niños también sufren mucho y arrastran secuelas, por ejemplo en su manera de entender las relaciones en el futuro", subraya.

Cuando se concede, incide De la Fuente, el régimen de visitas no suele extenderse mucho en el tiempo. Con frecuencia termina pasando lo que le ocurrió a Concha, una abuela de 65 años que lleva dos años sin ver a sus tres nietas, a quienes crio durante años. "Mi hija se casó con un marroquí y se convirtió al islam. Siempre que querían algo, dinero o lo que fuese, me chantajeaban con no dejarme ver a los niños. Hasta puse la casa a su nombre, pero al final lo hicieron igual. Denuncié y el juez me dio dos horas en sábados alternos. El encuentro era en su casa y cuando entraba, decían en voz alta que la habitación olía a abuela podrida. Los ponían en mi contra y no podía soportarlo. Ahora solo las veo en el festival navideño que hacen en el colegio, o en la graduación", dice.

Margarita tiene 68 años y se comunica por correo electrónico con su hijo, con quien lleva años sin hablar. Ha tenido que poner tres denuncias distintas y esperar tres sentencias para conseguir pasar tiempo con cada uno de sus tres nietos. "Como la justicia es tan lenta, a la mediana no la conocí hasta que cumplió dos años y medio. Con cada nieto tengo un régimen distinto porque cada vez deciden una cosa, es una locura. Y las niñas sufren también, claro. La mayor me dijo un día que no se quería reír conmigo porque le habían dicho que yo soy muy mala. Se me partió el corazón".

Hace ya más de cinco años que José Luis cogió la costumbre de ir cada mañana al colegio de su nieta. A las nueve menos cuarto, como un reloj, aparece por allí un señor fornido, bajito, con un bigote que recuerda al de Astérix. A las nueve en punto se coloca frente a la verja y agita los brazos. Algunos días, no todos, consigue que la niña le devuelva el saludo. Otros, tiene que conformarse con verla alejarse de espaldas, con la mochila a cuestas.

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