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Por qué 'Gran Hermano' no acabará nunca
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NOS ADENTRAMOS CÁMARA EN MANO EN LA CASA DE GUADALIX DE LA SIERRA

Por qué 'Gran Hermano' no acabará nunca

Después de 16 años, los españoles no sólo no se cansan del concurso más polémico de la televisión sino que alcanza récords de audiencia con más de tres millones de espectadores

España no se cansa de 'Gran Hermano'. Van ya 16 años desde aquel “experimento sociológico” que convirtió al gaditano Ismael Beiro en el yerno soñado por las madres de este país. Tres lustros en los que el programa no solo ha sobrevivido contra todo pronóstico, sino que ha colonizado descaradamente la parrilla de Telecinco hasta registrar, este mismo año, máximos históricos de audiencia. Más de tres millones de españoles (24% del 'share') contemplan tres noches por semana cómo el vidente Rappel se viste de abeja para dar el biberón a un muñeco o cómo, más recientemente, el pequeño Nicolás llora a moco tendido leyendo una carta de sus padres. Cámara en mano, nos adentramos en la casa de Guadalix de Sierra (ver vídeo más arriba) para tratar de entender una perversión que nos hace únicos en el mundo.

“Esto es un reflejo de la sociedad. En la calle hay gente educada y gente sin estudios, los hay que hacen comentarios machistas, otros que insultan y otros que son muy buena gente. Y al final lo que funciona es eso, que el espectador se siente Dios. En un mundo en el que estamos obligados a que nos manden los jefes y los bancos, el dar la oportunidad de mandar a toda esa gente que se siente frustrada es lo que engancha de este formato”, indica Miguel Frigenti, uno de los analistas más influyentes y también más adictos al programa.

"Lo que funciona es que, en un mundo en el que estamos obligados a que nos manden los jefes y los bancos, el espectador se siente Dios"

España no solo ostenta el récord de ediciones (20 y sumando), sino que es el país que hace los programas más largos (cuatro horas por gala) y los concursos más prolongados. Hasta siete meses al año se pasa Mediaset ordeñando a su vaca más rentable, alternando entre la edición vip, rescatada con enorme éxito en 2015 gracias a Belén Esteban, y la de anónimos. “Nunca esperé que 'Gran Hermano' tuviera una vida tan longeva, para qué te voy a engañar”, reconoce Jaime Guerra, productor ejecutivo de 'Gran Hermano' y director general de la productora Zeppelin TV. “Yo creo que a los españoles nos gusta observar a las personas y ponernos en el lugar de otros, decir ‘uy, pues yo hubiera hecho esto’ o ‘yo a este le cantaba las cuarenta’. Somos curiosos. Y el programa ha evolucionado de la mano de la sociedad. Muchos han nacido y crecido con nosotros, millones de espectadores que eran niños cuando todo esto empezó son ahora nuestros seguidores más fieles”.

“El formato ha sabido renovarse, es verdad, pero eso es lo de menos. Lo que mantiene vivo el programa es su esencia inicial”, afirma Mariola Cubells, analista de televisión y una de las voces más críticas con la telerrealidad. “Es la apología de la ignorancia, de la banalidad, de la estupidez, de cierta transgresión. Tú juntas a un machito, una choni, una petarda, una chulita y un inculto, le das una pátina de que estás haciendo sociología de los jóvenes y ya está, ya tienes el secreto del éxito: sexo, polémica, discusiones airadas, risas con el clásico tonto del pueblo… Es lo de siempre”. Para Cubells, que España se haya convertido en la meca mundial de 'Gran Hermano' es “un hecho penoso, un dato triste que dice muy poco de una sociedad avanzada y de una televisión madura”.

Que España sea la meca mundial de 'Gran Hermano' es “un hecho penoso que dice muy poco de una sociedad avanzada y de una televisión madura”

El cruce de posturas entre detractores y adictos al programa es tan antiguo como el formato mismo. Una guerra de sensibilidades (podredumbre espiritual versus entretenimiento sano) que parece estar ganando el bando de los adictos. Por la longevidad del programa y por su capacidad para atrapar a las nuevas generaciones: casi un 60% de la audiencia tiene entre 13 y 34 años. “Los seguidores de 'Gran Hermano' siempre hemos sido tratados injustamente. Se nos califica como lacra de la sociedad y no entiendo por qué. Es una afición tan respetable como cualquier otra, y es además una afición que mueve pasiones, que despierta sentimientos muy positivos. La gente que vota se gasta mucho dinero apoyando a sus candidatos, y eso lo ves cada día en las redes sociales. No veo nada malo en que la gente disfrute”, apunta Frigenti. Cubells, por su parte, reconoce que 'Gran Hermano' ha llegado para quedarse: “Hace unos años pensaba que no, que algún día la gente se iba a cansar. Pero se ha convertido en algo más que un formato, es un modelo de comportamiento”.

En Guadalix de la Sierra hace tiempo que dejaron de inquietarse por el runrún acerca de la catadura moral de su producto. Álvaro Díaz, director de las tres galas semanales, afirma que “tan bueno es el que te sigue porque le encantas como el que tiene espíritu crítico. Es lo máximo que puedes conseguir: que a mucha gente le intereses y otra te rechace”. Y admite: “No digo que todo lo que hagamos sea acertado, pero nuestra intención es no causar indiferencia. Mucha gente nos desprecia, pero eso de que el nivel del programa es muy bajo es relativo. Habría que verse cada uno en su intimidad, en su vida, cómo reacciona. Todos hemos dado alguna vez una mala respuesta y nos hemos equivocado. Más allá de eso está el espectador, que es libre de verlo o no”. El productor ejecutivo del programa opina en la misma línea: “Cuanta más audiencia, más crítica normalmente recibes. Si pasas desapercibido, la gente ni se molesta en hablar de ti, y esto nos dice que estamos ahí, que el formato está muy vivo”. En efecto, 'Gran Hermano' es ‘trending topic’ indiscutible en cada gala o ante cualquier polémica o asunto morboso dentro de la casa. “Nuestra obligación es que sea divertido y dinámico, que siempre esté pasando algo, dar la sensación de que si zapeas un minuto te lo pierdes”, explica Díaz.

"Mucha gente nos desprecia, pero que el nivel del programa es muy bajo es relativo. Habría que verse cada uno en su intimidad, en su vida, cómo reacciona"

A Cubells le preocupa cómo los adolescentes están abrazando con fervor un programa que fomenta las más bajas pasiones. “Se está dando un malísimo mensaje a esos batallones de fans que están en Twitter, pero lo que más me preocupa es que hemos pasado de 6.000 personas que se presentaron al 'casting' en la primera edición a más de 60.000 en la última. Eso dice muy poco a nuestro favor”. Y se explica: “Con estos formatos se ha inoculado esa máxima de que tú puedes llegar a la tele sin oficio ni beneficio y ganar un dinero que jamás ganarías con tus habilidades, bien porque eres un ‘nini’ o porque no tienes aptitudes. Es una forma de ganar dinero muy cutre, pero ese mundo existe. Se deforman los referentes sociales y se ofrece una imagen falsa de la realidad a los colectivos sociales más débiles”.

Para Floren Abad, director de la casa de 'Gran Hermano' y célebre entre concursantes y seguidores por ser el clásico ‘súper’, este programa es sencillamente “el padre de todos los 'realities”, el “dios de la televisión”. “No hay un programa en España en este momento que tenga esta complejidad técnica y un mecanismo que funcione durante siete meses las 24 horas del día, generando contenidos y que el espectador se enganche”, destaca. “Yo siempre me quedo con la gente a quien sí le gusta el formato, que nos escribe diciendo cosas bonitas como que para ellos 'Gran Hermano' lo es todo. Porque lo que hace el programa muchas veces es compañía, y mucha gente siente que esas personas que hay aquí son como él. Esa es la grandeza, que mucha gente se ve reflejada”, explica Abad desde su puesto de dirección, el lugar desde el que habla con los concursantes y coordina todo lo relacionado con la espectacular casa-estudio de Guadalix.

“Ahí está el problema, que tiene unas raíces mucho más profundas”, considera Cubells, “y es que en ciertos entornos la tele es el único elemento de ocio. El único. Y por eso la mala televisión puede ser tan dañina. Las productoras tienen derecho a hacer negocio, pero para mí la televisión es más que un negocio, es un bien cultural, y como tal tiene una serie de obligaciones insoslayables, lo cual no quiere decir que no se pueda ganar dinero. También ganan dinero los hospitales privados y se someten a determinados controles. Igual que ya no fumamos en lugares públicos, y más libre que fumar no había nada”. Frigenti rechaza esa concepción: “No creo que la obligación del programa sea educar a nadie, para eso hay otras instituciones. 'Gran Hermano' proporciona un entretenimiento, punto. Igual que cualquier otra afición”.

"Gran Hermano' es el padre de todos los 'realities', el dios de la televisión. Es como preguntarse si habrá Liga de fútbol dentro de 10 años. Pues claro que sí"

“Yo no voy a imponer a los demás que si creen algunos que el formato es malo lo quitemos de emisión, porque si hiciéramos eso no se emitiría nada. Hay gente a la que no le gusta el fútbol, ¿qué pasa, quitamos el fútbol? En eso no puedes entrar”, dice a este respecto José Luis Larrauri, jefe de Realización de 'Gran Hermano', quien prefiere poner el foco sobre la vanguardia audiovisual que supone 'Gran Hermano', un programa que emplea “60 cámaras grabando al mismo tiempo” y más de 150 personas trabajando en tres turnos diarios ininterrumpidos.

Para el ‘súper’ de la casa, 'Gran Hermano' ya ha superado hace tiempo el debate de si es o no conveniente para la salud mental de los españoles. Es, sencillamente, un género televisivo en sí mismo, el “rey de la telerrealidad”, y como tal es algo que la gente va a seguir demandando en el futuro. “Es como preguntarse si habrá Liga de fútbol dentro de 10 años. Pues claro que sí, porque la gente demanda ese tipo de contenido y cada año se va renovando, y la gente se va enganchando a los nuevos personajes y las nuevas historias”. Así que si usted es de los que aborrecen el programa, puede seguir saltándose Telecinco en el dial. O seguir viéndolo para poderlo criticar y seguir alimentando el mayor fenómeno televisivo de nuestro país junto al fútbol.

España no se cansa de 'Gran Hermano'. Van ya 16 años desde aquel “experimento sociológico” que convirtió al gaditano Ismael Beiro en el yerno soñado por las madres de este país. Tres lustros en los que el programa no solo ha sobrevivido contra todo pronóstico, sino que ha colonizado descaradamente la parrilla de Telecinco hasta registrar, este mismo año, máximos históricos de audiencia. Más de tres millones de españoles (24% del 'share') contemplan tres noches por semana cómo el vidente Rappel se viste de abeja para dar el biberón a un muñeco o cómo, más recientemente, el pequeño Nicolás llora a moco tendido leyendo una carta de sus padres. Cámara en mano, nos adentramos en la casa de Guadalix de Sierra (ver vídeo más arriba) para tratar de entender una perversión que nos hace únicos en el mundo.

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