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¡Qué encaje!
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¡Qué encaje!

Talavante estuvo enorme, con una valentía que nadie puede discutir. Volteretón de Luque, y buenos toros y afición metida hasta dentro en el ambiente del festejo

Foto: El diestro Daniel Luque, durante la corrida de la Feria de San Isidro. (EFE)
El diestro Daniel Luque, durante la corrida de la Feria de San Isidro. (EFE)

Espero que mi pecado se atenúe con mi confesión: no he visto bien la corrida de hoy. El diablo enredó lo suficiente y dio con este peregrino tendidil en una localidad que hoy me pareció cercana al cielo. Una delantera del tendido ocho es de las mejores ubicaciones posibles para disfrutar de los toros en Madrid, cómoda por amplia y por aislada, con buena perspectiva sobre el burladero de matadores disminuye considerablemente el castigo habitual de una plaza con asientos concebidos para españoles del tamaño de 1920. Pero el diablo quiso atenuar aún más el suplicio diario ubicando a mi vera indicios de paisaje celestial y paradisiaco.

No pude ver bien la corrida. Una morena monumental y su top de encaje ejercieron un diabólico y extraño efecto succión de mis sentidos a lo largo de toda la tarde. El diablo supo bien elegirla, me aterra el conocimiento que tiene de mis gustos. La buscó y a fe que la encontró en el tipo perfecto de la "ganadería" de Julio Romero de Torres, que pintó muchas como la angelical vecina de la monumental delantera que nos ocupa... delantera del ocho que yo ocupaba me refiero. Armónico conjunto, bien presentada por delante y bien rematada por detrás, seria, pero bonita de cara... en expresión de veedores de toros: una verdadera pintura. Pues nunca mejor dicho..

La culminación del efecto hipnotizador la consiguió el top de encaje blanco que remataba esa perfección anatómica que tenía apenas a un metro. Un encaje que consiguió que siguiera la corrida de oído porque mi olfato se apuntó a la fiesta y obstinado como le creo y cerril como me demuestra,y no queriéndose perder micra ni segundo del aroma de azahar que desprendía la diosa y que percibía mejor si mantenía mi abobada expresión en dirección al divino origen del aroma, no permitía a mi cerebro desgirar mi cuello a su posición natural en dirección al ruedo y al festejo. Encaje que poco importaba fuera de bolillo o de aguja, ganchillo, redecilla o tul. Encaje que dejó medio tendido del ocho sin ver la primera faena de Finito que, al no provocar ni oles estruendosos, ni gritos de susto, ni siquiera protestas violentas, pasó sin pena ni gloria al menos entre el público masculino más coincidente con mis gustos.

Devanaba yo mis sesos intentando concluir si mejoraba la chica al encaje o el encaje a la chica cuando tras un olé de los buenos alcancé a ver a Juan José Trujillo, banderillero de Talavante, salir rumboso del embroque de lo que debió ser un gran par de banderillas... mantuve la vista lo suficiente en el ruedo para ver la caída de Valentin Luján en la cara del toro mientras lo lidiaba. El enfado del matador por los capotazos y el brindis al publico que a esas alturas estaba ya metido en una faena que se auguraba importante por las excelentes cualidades del toro y la consabida calidad de Talavante. Repitió el toro las dos primeras tandas y desgraciada o afortunadamente el tono de los muletazos de media faena para adelante bajó lo suficiente como para volver a mis disquisiciones sobre la red de hilos que había capturado mi atención y secuestrado cualquier atisbo de afición, voluntad y vocación reportera del embelesado suscribiente. Por la ovación que brindaron al torero cuando arrastraban al toro deduje que otra vez había estado mal con la espada, por la ovación fuerte que le dieron al toro mientras se lo llevaban me di cuenta de que hasta los aficionados más exigentes con el encaste Domecq saben apreciar la embestida noble y consistente de un toro verdaderamente bravo.

La cadencia, buen gusto, y suprema gracia en sus recogidas casi constantes de pelo, (naturalmente he vuelto a lo inevitable), conformaron una faena de gran altura, casi putada en realidad: me perdí una de las tardes más entretenidas de la feria. Los toros de Juan Pedro tuvieron movilidad, presencia suficiente sin necesidad de grandes pesos y fondo para embestir o dificultades para resolver lo que unidas al talento y la voluntad de la terna de hoy han conseguido hacer disfrutar a una afición de Madrid hoy entregada, activa y presente en cada lance de la tarde. Hasta los del siete me pareció que protestaban con cierta razón el cite un pelín escondidillo de Finito en el cuarto. Tal es el poder conciliador del perfume que a esas alturas ya me hacía ver en los aficionados de pañuelo verde de a metro querubines alados guardianes y defensores de la pureza de la fiesta... me sentía entrando en las puertas del séptimo cielo.

Exactamente la misma proporción de espalda por arriba que por abajo que el dichoso encaje y mi superior fila dejaban ver, aclaraban las implicaciones de la geometría y la proporción en la explicación de la belleza y, en su análisis, por poco me pierdo los rítmicos lances de Luque en el tercero y la maravilla de ver un tercio de varas redondo y coordinado por la excelente cuadrilla de Daniel, aplaudida y desmonterada durante toda la tarde: Chacón, y los dos hermanos Algabeño, Abraham y José Luis. Grandes toreros.

Lo que fue imposible de perderse ni aunque hubiera añadido el demonio alguna reacción humana de la bella hacia esta bestia obnubilada, fue el volteretón que se llevó Luque en el inicio de muleta y que tuvo a Dios ocupado durante un buen rato hasta que el toro decidió soltarlo incomprensiblemente indemne. Salió el torero dolorido pero entregado y cuando culminó la faena con una serie de pases cambiando la muleta por la espalda y sin enmendarse, el público ya sabía que hoy se iba a empeñar en conseguir resarcir la injusticia de la última tarde: la concesión de la oreja estaba asegurada por muy atravesada o asomante que estuviera la espada en la anatomía de el buen toro tercero. Protestas de algunos que, en mi incipiente enamoramiento, me parecieron hasta comprensibles.

En el punto álgido de mis disquisiciones sobre qué era lo que me resultaba más atractivo del encaje, si lo que tapaba o lo que dejaba ver, interpreté los sonidos de mi alrededor como sigue: Talavante estuvo enorme. En torero. Con una valentía que nadie puede discutir. Los olés más angustiados al comienzo de faena debieron corresponder a una tarde de rodillas extremadamente ajustada y a un pase imposible que dio al final de la misma y que, según me contaron, fue una arruzina de rodillas. Eso no lo pude identificar por el ruido ambiente porque no creo que nadie lo hubiera hecho jamás. ¡una arruzina de rodillas! Continuaron oles roncos, comentarios satisfechos, emocionados y constantes fruto de la capacidad de repetir la embestida del de Domecq y del temple y buen gusto de Talavante. Del tremendo y unánime suspiro de decepción que remató la faena deduzco que se malogró una gran obra de dos orejas. Se perdió una puerta grande pero se consolidó una relación entre Madrid y el extremeño a juzgar por lo fuerte de los aplausos durante la vuelta al ruedo y sobre todo por la tremenda ovación que el público en pie le brindó de despedida.

Buenos toros, buenos toreros, afición involucrada en el espectáculo... Elementos que te hace disfrutar de lo lindo

En el sexto, en el que Luque malogró también la oreja, remató el encaje. El encaje de los elementos de una gran tarde de toros. Buenos toros, buenos toreros, afición metida en la corrida e involucrada en el espectáculo... Un encaje de elementos que te hace disfrutar de lo lindo y salir de la plaza contento y emocionado. Un encaje en el que no es necesario grandísimos triunfos para disfrutar y recordar durante mucho tiempo una gran tarde de toros... Como me va a pasar a mí con el encaje de marras que finalmente era de seda... Que, sin ningún atisbo de triunfo, voy a disfrutar durante mucho, mucho tiempo... Morena mía.. voy a contar hasta diez... que cantaría Miguel Bosé.

Espero que mi pecado se atenúe con mi confesión: no he visto bien la corrida de hoy. El diablo enredó lo suficiente y dio con este peregrino tendidil en una localidad que hoy me pareció cercana al cielo. Una delantera del tendido ocho es de las mejores ubicaciones posibles para disfrutar de los toros en Madrid, cómoda por amplia y por aislada, con buena perspectiva sobre el burladero de matadores disminuye considerablemente el castigo habitual de una plaza con asientos concebidos para españoles del tamaño de 1920. Pero el diablo quiso atenuar aún más el suplicio diario ubicando a mi vera indicios de paisaje celestial y paradisiaco.

No pude ver bien la corrida. Una morena monumental y su top de encaje ejercieron un diabólico y extraño efecto succión de mis sentidos a lo largo de toda la tarde. El diablo supo bien elegirla, me aterra el conocimiento que tiene de mis gustos. La buscó y a fe que la encontró en el tipo perfecto de la "ganadería" de Julio Romero de Torres, que pintó muchas como la angelical vecina de la monumental delantera que nos ocupa... delantera del ocho que yo ocupaba me refiero. Armónico conjunto, bien presentada por delante y bien rematada por detrás, seria, pero bonita de cara... en expresión de veedores de toros: una verdadera pintura. Pues nunca mejor dicho..

La culminación del efecto hipnotizador la consiguió el top de encaje blanco que remataba esa perfección anatómica que tenía apenas a un metro. Un encaje que consiguió que siguiera la corrida de oído porque mi olfato se apuntó a la fiesta y obstinado como le creo y cerril como me demuestra,y no queriéndose perder micra ni segundo del aroma de azahar que desprendía la diosa y que percibía mejor si mantenía mi abobada expresión en dirección al divino origen del aroma, no permitía a mi cerebro desgirar mi cuello a su posición natural en dirección al ruedo y al festejo. Encaje que poco importaba fuera de bolillo o de aguja, ganchillo, redecilla o tul. Encaje que dejó medio tendido del ocho sin ver la primera faena de Finito que, al no provocar ni oles estruendosos, ni gritos de susto, ni siquiera protestas violentas, pasó sin pena ni gloria al menos entre el público masculino más coincidente con mis gustos.

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