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"No me lo creo; no me está pasando a mí"
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consecuencias psicológicas de una catástrofe

"No me lo creo; no me está pasando a mí"

Los supervivientes a un accidente como el que el pasado miércoles dejó sin vida a 80 personas tendrán secuelas difíciles de evitar.

Foto: Familiares de las víctimas de descarrilamiento
Familiares de las víctimas de descarrilamiento

Habrá quien se considere afortunado, quien nunca podrá explicárselo,quien incluso no podrá entender por qué otros sí y él no. Los supervivientes a un accidente como el que el pasado miércoles dejó sin vida a78 personas tendrán secuelas difíciles de evitar. La intervención psicológica de urgencia es la única forma de hacer que no se conviertan en un dolor sin fin.

La literatura al respecto no aclara quien aguantará el dolor mejor y quién peor. Lo cierto es que las grandes catástrofes dejan consecuencias a nivel mental, y sus causas pueden ser determinantes a nivel psicológico. Así lo explica Blanca Vázquez, especialista en psicología clínica: “si la víctima tiene la evidencia de que el accidente se pudo evitar, las consecuencias suelen ser peores”, asegura. La erupción de un volcán o un tsunami son desastres inevitables, mientras en el caso de un accidente de tren, por muy remota que sea, hay algún tipo de causa explicable. “Hay muchas variables a tener en cuenta, pero cuando hay un responsable, los afectados pueden empezar a sentir que están rodeados de gente que puede, en cualquier momento, actuar de forma negativa contra ellos”, aclara Vázquez.

A partir del mismo momento del accidente, se pone en marcha una cadena de emociones y reacciones. Algo acaba de aparecer, inesperado, y rompe todos los sistemas de control. Nuestro cerebro intenta protegernos: “No me lo puedo creer, no está pasando a mi, esto no puede ser verdad”. Mecanismos de defensa que van acompañados de la sensación de estar en una nube o dentro de una película:“Se trata de síntomas muy agudos, de embotamiento mental: con esto la víctima se protege de lo que ha vivido. Es lo quesuele llamarse el shock”.

El estrés postraumático es la siguiente fase. Suele aparecer a los dos o tres meses. “Los implicados vuelven a experimentar lo sucedido: en los niños, como pesadillas; en los adultos, como imágenes, sobre todo en fases de relajación, por lo que dormir se hace muy difícil”, explica Vázquez. De las imágenes nacen las evitaciones: no me subo al tren, no me acerco a la estación, no vuelvo al bar al que iba con esa persona con la que viajaba.

Si estos efectos suelen manifestarse entre el 20 y el25% de las personas, hay consecuencias a largo plazo solo en el 10% de los casos. La literatura más reciente apunta a que la capacidad de adaptación a largo plazo es muy alta.

Intervención inmediata

Para poder romper esta cadena, o por lo menos aliviarla, la intervención psicológica tiene que ser rápida. Las primeras 72 horas son un momento clave. Es allí que se manifiestan los síntomas muy agudos y los psicólogos intentan intervenir para reducir la angustia. Se deja hablar, se escucha el cabreo, se intenta devolver el control a la persona que lo ha perdido, señalan los expertos consultados.

Miriam González es coordinadora del servicio de Emergencias del Colegio de Psicólogos de Madrid. Son los primeros profesionales de este tipo en llegar al lugar de la tragedia, se entrenan para soportar la expresión del dolor en altos contextos emocionales. Su equipo se ha desplazado desde el jueves a Santiago, donde permanecerá hasta que todas las familias hayan podido reunirse con sus queridos difuntos y que todos los cuerpos tengan un nombre y un apellido. Estos psicólogos no suelen estar bajo los focos, pero realizan una labor de apoyo fundamental. El trozo de un vestido, un anillo o una caradesfigurada pueden ser las señas con las que los familiares tienen que proceder al reconocimiento de sus queridos. “Intentan buscar explicaciones, justificaciones…les sobrecoge una especie de pánico fisiológico, que afecta físicamente”, explica González. Su objetivo es, sin embargo, evitar que se llegue “a un duelo patológico, un dolor permanente: se intenta que puedan seguir el proceso de asimilación de manera más preparada y evitar los trastornos postraumático.

El psicólogo de la Universidad del País Vasco Enrique Echeburua escribió en 2005: “las víctimas son incómodas para la gente, porque recuerdan la fragilidad del ser humano”. Son incómodas para todos porque “todos somos humanos”, como gritó por radio el maquinista del tren, poco después de las 20.40 del pasado miércoles.

Habrá quien se considere afortunado, quien nunca podrá explicárselo,quien incluso no podrá entender por qué otros sí y él no. Los supervivientes a un accidente como el que el pasado miércoles dejó sin vida a78 personas tendrán secuelas difíciles de evitar. La intervención psicológica de urgencia es la única forma de hacer que no se conviertan en un dolor sin fin.

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