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Los negocios que sí son rentables
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ESPAÑA HA PERDIDO 177.000 EMPRESAS Y 560.000 AUTÓNOMOS DURANTE LA CRISIS

Los negocios que sí son rentables

La crisis no perdona a nadie y menos a los pequeños empresarios. Desde 2008 se han destruido en España más de 177.000 sociedades, la mayoría Pymes,

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Los negocios que sí son rentables

La crisis no perdona a nadie y menos a los pequeños empresarios. Desde 2008 se han destruido en España más de 177.000 sociedades, la mayoría Pymes, y el país ha perdido la friolera de 560.000 autónomos. Sólo una proporción de los emprendedores y los pequeños empresarios resiste a la feroz recesión económica y consigue no solo no echar la persiana, sino prosperar y ser rentable en tiempos de estrecheces. Al tradicional esfuerzo y la contabilidad rigurosa hay que añadir hoy una dosis extra de tesón, aunque cuando se trata de poner un negocio en pie, estos empresarios coinciden: en tiempos de escasez, las buenas ideas se cotizan más que nunca.

"No podemos acabar todos montando un bar", sentencia Borja Garay. Él fue víctima hace cuatro años de un proceso de reestructuración en la empresa de eventos en la que trabajaba. "Me vi en la calle, sin más. Era empezar algo o irme fuera". 

Hoy este treintañero regenta con su socia Baby Eco, un negocio de artículos de segunda mano para bebé que va viento en popa. "En un mes suele venderse el 85% del producto", explica. Son juguetes, ropa, carritos y sillas para el coche cuyo beneficio reparte con el anterior propietario. La clave del negocio es comerciar con artículos para menores de cuatro años. Hasta esa edad es cuando más crecen y, por tanto, cuando más necesitan. Y lo que dejan pequeño suele estar en perfecto estado. "Son los niños mayores los que machacan más las cosas", resume Borja. 

Los clientes vienen por el precio. "Ponemos los productos a la mitad de su valor original, incluyendo muchos que tienen la etiqueta porque nunca han sido usados". Un modelo de negocio que permite "recuperar parte de la inversión de tener un hijo" y empieza a calar en nuestra sociedad, "más reacia a la segunda mano que la anglosajona". Tanto que, en plena recesión, la compañía ya ha abierto una primera franquicia en la localidad madrileña de Parla y cuenta con un sólido plan de expansión, un catálogo y una tienda online.

Segunda mano para todos

Pero la segunda mano no es sólo para el cliente acuciado económicamente. Iris Campello y su socia se dedicaban al estilismo y el atrezzo en un gremio tan complicado como el del cine, y fue en él donde encontraron la inspiración. "En los rodajes de cine te piden siempre cosas muy específicas y en los de publicidad, muy neutras", explica Iris. Pensando en todo el producto de calidad que pasaba por sus manos sin poder utilizarse montaron en 2011 Hot Room, una tienda de ropa y muebles en el barcelonés barrio del Borne.

Pero sus productos son más que eso. "Compramos ropa de marca en existencias y le damos vida customizándola antes de ponerla a la venta", explica Iris. "También vendemos ropa de segunda mano como piezas vintage". Iris viaja dos o tres veces al año a Berlín y Londres para adquirir producto y después venderlo en su estudio-taller. "Con los muebles hacemos lo mismo. Los adquirimos en mercadillos y liquidaciones, los restauramos y los ponemos a la venta por un precio razonable". Su filosofía, explica, es resultar asequible pese al valor añadido que el trabajo de selección y recuperación confiere a sus piezas. Y partiendo de esa condición –"indispensable en tiempos de crisis"–, ofrecer siempre "piezas únicas y bonitas".

La clave de su negocio está en practicar una filosofía comercial abierta. "En el local también tomamos medidas para sastrería y aconsejamos sobre compras", ejemplifica. "Incluso tenemos una nevera, porque nos gusta tener visita y que la gente venga al local también a pasar un buen rato".

Adaptarse o morir

No es indispensable dar un cambio radical para sobrevivir a la crisis. “A veces se trata solo de un pequeño cambio de enfoque”. Así lo resume el colombiano Armando Hernández que en 2008, tras ocho años en España, se dedicaba a la enmarcación en su pequeño taller en el madrileño barrio de Prosperidad. “El negocio se fue a pique en unos meses", explica. “La gente simplemente dejó de adquirir marcos a medida”. Poco tiempo después conservaba su local, sus útiles y sus materiales, pero los clientes escaseaban cada vez más y la contabilidad se venía abajo.

El "remedio temporal" a su problema, sin embargo, resultó ser un filón. A sus 55 años no dudó en cambiar el servicio ofertado y poner un cartel en su taller anunciando que también reparaba muebles. "Y desde ese momento no hay día en que no entre uno por la puerta", explica. Cuatro años de recesión después no sólo goza de trabajo, sino que tiene más que en sus mejores tiempos. En su taller Terracota se acumula el mobiliario de clientes "de todos los estratos sociales" a quienes las dificultades económicas obligan a reparar lo que antes hubieran tirado. "Hasta de Ikea", se sorprende Armando. Confiesa que no ha conseguido hacer mucho dinero con el cambio, pero sí ser rentable, “salir del bache” y darle a su familia una oportunidad. "Mi hijo mayor estudia Bellas Artes en la universidad", anuncia con orgullo. "Y el pequeño, Física".

Hágalo usted mismo

Los clientes no han desaparecido: sólo quieren cosas diferentes. Así lo plantea Salvador Moreno, gerente de Carbox Renting, un taller mecánico valenciano que desde hace dos años y medio ofrece a sus usuarios un servicio peculiar. Alquila boxes, espacios completamente equipados donde pueden reparar sus coches por sí mismos.   

Y a ellos acuden no solo clientes directos. “El 80% son técnicos que han sido despedidos de talleres y concesionarios y ahora hacen reparaciones a terceros por cuenta propia, alquilando nuestras instalaciones para trabajar”. Salvador tiene tarifas especiales para ellos –diaria, semanal o mensual– y corre por ley con los impuestos, por lo que estos profesionales pueden ofrecer a sus clientes precios más competitivos. “La visita a un taller normal no baja ya de los 55 euros, pero en nuestro caso es de 12 euros”. Su innovador modelo de negocio ofrece un precio medio un 50% inferior al del taller convencional. “Funciona y crece”, admite Salvador. “Y te permite echar una mano a otros profesionales de este sector tan castigado, para que también ellos se ganen la vida. Eso es sin duda lo más reconfortante”.

Vendiendo ahorro

Cuando el dinero escasea el ahorro se convierte en un bien en sí mismo, y muchos negocios crecen ofreciendo a los clientes la capacidad de que reduzcan en sus gastos corrientes. Es el caso de Compostadores, una compañía catalana que hace caja con abono orgánico o compost, aunque ni lo produce ni lo vende. El negocio consiste en que los clientes lo generen en casa para ahorrar dinero.

"Somos fabricantes de compostadores que facilitan que los ciudadanos produzcan su propio abono con los restos orgánicos de la comida y del jardín", explica José Luis Morales, adjunto a dirección de la empresa. Con sus compostadoras se obtienen "57 kilos de compost por cada 100 de residuos", un bien "muy valioso" no sólo por su valor ecológico, sino por su contribución al ahorro. "Produciéndolo consumes entre un 30% y un 70% menos de agua para riego y ahorras en abonos, sustrato y fertilizantes". Las empresas reducen la logística necesaria para transportarlos y tratarlos y el abono resultante, además, puede utilizarse como sustrato para huertos e incluso comercializarse. Y por si fuera poco, muchos municipios con tasa de basuras aplican exenciones fiscales a quienes que compostan sus desechos orgánicos en lugar de tirarlos.

"Actualmente comercializamos nuestros productos en España, Portugal, Francia, Italia, Eslovenia, Bélgica y Canadá", explica Morales, y señala que algunos de sus próximos destinos serán Estados Unidos, México y Turquía. "Nuestra  apuesta por el exterior nos está abriendo todo una abanico de posibilidades", explica, ya que los "mercados maduros" favorecen a su producto en tiempos de crisis. "Los clientes aprecian el valor añadido que aporta".

Abaratar costes, abaratar precios

Santos Muñoz es técnico de sonido y necesitaba trabajar para costearse su segunda carrera. "Tenía que ser en mi campo, que es lo único que sé hacer, y por cuenta propia, porque el sector audiovisual está imposible". Y debería ser un empleo de fin de semana para poder ir a clase de lunes a viernes. ¿Demasiadas condiciones? No si se tiene una buena idea. Santos encontró la suya tomando tomando un café en un restaurante cercano a su casa en la localidad madrileña de Móstoles, donde se celebran bodas. "Ahora la gente que se casa ya no quiere orquestas", le comentó el propietario. "Son demasiado caras".

La crisis no perdona a nadie y menos a los pequeños empresarios. Desde 2008 se han destruido en España más de 177.000 sociedades, la mayoría Pymes, y el país ha perdido la friolera de 560.000 autónomos. Sólo una proporción de los emprendedores y los pequeños empresarios resiste a la feroz recesión económica y consigue no solo no echar la persiana, sino prosperar y ser rentable en tiempos de estrecheces. Al tradicional esfuerzo y la contabilidad rigurosa hay que añadir hoy una dosis extra de tesón, aunque cuando se trata de poner un negocio en pie, estos empresarios coinciden: en tiempos de escasez, las buenas ideas se cotizan más que nunca.