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Trece años después, el 'fabulador en serie' consigue la licencia de abogado
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STEPHEN GLASS TERMINA SU LARGA TRAVESÍA POR EL DESIERTO

Trece años después, el 'fabulador en serie' consigue la licencia de abogado

En un país adoctrinado para pensar que cualquier hombre puede llegar a ser presidente, nada excita más a la sociedad que el relato de un ‘self-made

Foto: Trece años después, el 'fabulador en serie' consigue la licencia de abogado
Trece años después, el 'fabulador en serie' consigue la licencia de abogado

En un país adoctrinado para pensar que cualquier hombre puede llegar a ser presidente, nada excita más a la sociedad que el relato de un ‘self-made man’ que, sin nada de partida, llegó a conseguirlo todo. No obstante, la línea que separa al héroe del villano es tan delgada que apenas tiene el grosor de una mala decisión.

La biografía de Stephen Glass (Chicago, 1972) es paradigma de cómo se puede derrumbar todo el castillo por un movimiento de naipes incorrecto. Estudiante brillante desde la niñez, Glass comenzó a destacar sobre sus compañeros en la Universidad de Pensilvania como director del periódico local. Su olfato para las grandes historias no pasó desapercibido entre los grandes editores y, con apenas 23 años fichó por el prestigioso semanario de análisis político The New Republic. En pocos meses, la pluma del joven conquistó a los lectores, en parte gracias a su pasmosa facilidad para conseguir declaraciones de toda clase de fuentes. Nadie se le resistía: cargos de la Casa Blanca, cabecillas de movimientos underground, grandes empresarios, sindicalistas… Cualquiera quedaba retratado por Glass, cuya popularidad le llevó a colocar artículos en las portadas de revistas como Rolling Stone, Harper’s y George.

Su progresión parecía no tener techo hasta mayo de 1998, cuando Glass publicó la autocalificada como “la mejor historia” de su vida: ‘Hack Heaven’. El artículo describía una convención de piratas informáticos celebrada en Las Vegas, donde un hacker adolescente doblegó la seguridad del gigante del software Jukt Micronics. Lejos de ser denunciado a las autoridades, los dirigentes de Jukt optaron por nombrarle jefe de seguridad con un lucrativo contrato que incluía excentricidades tales como un deportivo y un viaje de DisneyWorld.

Paralelamente Adam Penenberg, de Forbes. com, era reprendido por su jefe al conocer la existencia de ‘Hack Heaven’. Para Pennenberg, especializado en tecnología, dejar pasar un evento como el de Las Vegas le suponía un gol por toda la escuadra. De modo que se puso a investigar, uno por uno, los detalles del relato de Glass… y resumió sus hallazgos en un artículo titulado 'Mentiras, malditas mentiras y ficción'. Una pieza demoledora que desmontó, uno por  uno, todos los argumentos y declaraciones que empleó Glass para construir su historia

Las dudas que se cernían en torno a si había sido engañado por sus fuentes o simplemente lo inventó todo se despejaron cuando, para defenderse, Glass mostró la supuesta página de Jukt Micronics (imagen de la derecha). El sitio web, claramente construido con prisas y sin contenido alguno, fue a la postre la principal causa de su despido, como explicó Chuck Lane, editor de The New Republic. "Stephen mintió y, lo que es mucho más grave, ha comprometido la credibilidad de una publicación que lleva informando a los norteamericanos desde 1914", escribió a modo de disculpa. La historia completa, que cuenta con mil y un engaños más, fue fielmente retratada en la película 'El precio de la verdad' (2003). 

Lo que no conocían Lane y Penenberg era la magnitud del escándalo: Glass inventó, parcial o totalmente, 21 de las 40 historias que publicó para el semanario, lo que le valió para granjearse el mote de '"fabulador en serie" entre sus colegas. Además, la publicidad que se dio al caso no solo puso en entredicho su ética como periodista, sino que también reactivó el debate sobre la veracidad de los medios de comunicación en Estados Unidos. En consecuencia, Glass quedó absolutamente marginado de la profesión y regresó a la Universidad en busca de un nuevo horizonte profesional. Al fin y al cabo solo tenía 25 años.

Su pista se pierde hasta 2003, cuando reaparece ante los focos de televisión. Lo hace para presentar 'El fabulista', un libro en el que narra una a una todas las historias ficticias que hizo pasar por información. También aprovechó que el Pisuerga pasa por Valladolid para confirmar que su graduación 'magna cum laude' en Derecho por la Universidad de Georgetown y su intención de convertirse en abogado.

No sabía Glass que ni siquiera cambiando de sector la sociedad iba a olvidar su fechoría. El joven nacido en Chicago se enfrentó en 2003, 2008 y 2009 a los exámenes éticos necesarios para ejercer la abogacía en Estados Unidos. Todos sin éxito. La Corte Suprema de Los Angeles escribió en sobre él: "No podemos calibrar el daño que el señor Glass haría a la sociedad de aplicar los engaños e invenciones por los que se ha caracterizado en el pasado en un nuevo campo como el Derecho. Ante la posibilidad de que pueda mentir sobre pruebas o testimonios, nos vemos obligados a negarle la licencia en el estado de California". 

Regresaban así los fantasmas para Glass, incapaz de dejar atrás los errores del pasado. Algunos amigos llegaron a declarar a la prensa que Stephen "se lo está replanteando todo, incluso dejar el país, su país natal, que no le perdonará nunca". No fui así y, a finales de noviembre de este año, Stephen consiguió la licencia. Un cambio de sector profesional y hasta cuatro pruebas -semejantes a una oposición- ha tenido que pasar para que la sociedad le brindase una segundad oportunidad. El genio precoz, el que tenía el mundo a sus pies con 23, empezará este 2012 una nueva vida... casi a los 40.

En un país adoctrinado para pensar que cualquier hombre puede llegar a ser presidente, nada excita más a la sociedad que el relato de un ‘self-made man’ que, sin nada de partida, llegó a conseguirlo todo. No obstante, la línea que separa al héroe del villano es tan delgada que apenas tiene el grosor de una mala decisión.